El hogar de Pony

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Con solo mirar el rostro preocupado de Albert me invade la ansiedad y la preocupación, necesito paciencia, paciencia, ¡paciencia! Y no la tengo.

Respiró profundo antes de entrar a la habitación que era de sus padres y quedó totalmente sorprendida, la decoración es exquisita, estoy totalmente halagada por recibir muchos regalos en mi cumpleaños, soy feliz por compartir estos momentos con los niños del hogar de Pony, con mis madres, con mis amigos y sobre todo con mi príncipe, pero todo cambio cuando supe que él se iría otra vez, otra vez estaría sola en esa casa que siento cada vez más grande y fría. Se que no debería de portarme egoísta e irracional, se que tiene muchas responsabilidades por ser el patriarca, se que muchas familias enteras dependen de sus viajes pero aunque no quiero llorar y aunque se que no debo llorar frente a Albert mis ojos empiezan a quemarme anunciando la llegada fatídica de las lágrimas traicioneras para después acariciar mis mejillas y terminar su viaje esparciéndose en el piso. Podría suplicarle para que no se vaya, pero se que no se detendrá por que tiene un destino que cumplir, se que tiene un compromiso como líder que es, y si se quedará conmigo para siempre renegando de sus compromisos nuestro futuro sería desalentador, por que no se debe forjar el porvenir esquivando la realidad y las responsabilidades. La respuesta es fácil, es preferible nuestro sufrimiento a cambio del bienestar de muchas personas pero a pesar de saber como actúa el universo duele en lo más profundo de mi ser, llegando a sentir espinas de hierro que atraviesan mi cuerpo despacio pero contundentemente. Y de pronto escupo palabras impregnadas de veneno "yo también me voy" quería herirlo, quería remover su corazón para que me dijera que no va a permitir más nuestra separación, pero Albert no se opuso a mi decisión, en verdad que hay ocasiones en el que ¡me desespera su caballerosidad!, a pesar de su actuar civilizado se que lo hice sufrir, su mirada se volvió melancólica, su malestar debía halagarme y debía levantar mi ego pero no fue así, tener su corazón en mis manos y aplastarlo a mi antojo ocasionó mi propio infierno.

Mi calvario se convirtió en miedo, con Antony aprendí que la muerte es irreversible y que separa a personas que se quieren, con Terry aprendí que a veces aunque se está vivo las separaciones son inevitables. Con la decisión que no se de donde surgió me acerco a mi amado, lo veo directo a los ojos y pronunció estás palabras —mi Albert, mi alma gemela... Yo Candy White, la huérfana que no tiene ninguna riqueza material te entrego mi corazón. Por favor nunca me olvides

—seria imposible olvidar a quien representa todo en mi vida... Mi dulce Candy

Me quité la ropa desnudando mi alma, lo besé entregándole mi amor y mi vida entera lo más honestamente posible. Le ofrecí mi cuerpo tomando el suyo en el acto por si no hay un mañana para nosotros, traté de marcarlo como mi propiedad derramando mi corazón sobre su cuerpo. Quería que mis caricias se convirtieran en tatuajes sobre su ser como lo que sus manos ocasionan en mí. Quería entrar en cada célula de su cuerpo para que nunca me olvidé, por si no volvemos a reencontrarnos quiero convertirme en un dulce recuerdo, por que después de Albert no hay nada.

Al terminar la entrega Albert me ayudó a vestirme y a peinarme. Después caminé hacia la ventana para tomar un poco de aire fresco, mi mirada se fue directo a los niños que jugaban felizmente en el gran patio de la mansión Andrew.

Acompañé a mi rubio a la salida escuchando atentamente su promesa de regresar lo más pronto posible, viendo como se alejaba de mí mientras lo añoraba cada vez más. Dejándome el corazón roto en plena fiesta, celebrando mi cumpleaños que debía ser alegre. Me seque las lágrimas para guardar mi dolor y sonreí frente a mis seres queridos. A pesar de mi fatídico desenlace no tenía ningún derecho de arruinar la fiesta donde todos se la estaban pasando bien. Ver a mis madres disfrutar de un tiempo libre mientras los niños corrían despavoridos por toda la casa me hacen sentir menos melancolía. Y me aferró a la ilusión de volver a ver a mi príncipe para ya no separarme nunca más de él. Mis madres y los niños pasaron unos días agradables en la mansión Andrew junto a mí.

Y si, te digo que siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora