Somos novios

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Su hermoso cuerpo de mujer se desplazaba con perfectos movimientos que la hacían verse como una verdadera diosa. La deje ganar y al llegar a su lado escuchaba su risa jocosa mientras me decía —se vio muy lento señor Albert , cómo te gané merezco muchos premios y te voy a cobrar muy caro...

Me río con ella y le respondo en un murmullo —sólo te di ventaja pequeña gacela

Al decirle eso ella se sonrojó pero lo disimulo riendo con alegría. A partir de ese instante ella se veía radiante como el sol deslumbrante, viéndome a cada momento sin apartar su mirada de mi persona, será que debía evitarla pero no lo hice en vez de eso yo también buscaba su compañía.

Estaba parado al lado de la mesa sirviendo limonada en dos vasos mientras que mi hermosa musa estaba sentada, después me acerque a ella para ofrecerle el vaso, lo tomó sin perder la oportunidad de acariciarme los dedos mientras reía de manera coqueta, al sentarme a su lado le tomé la mano por debajo de la mesa después acerque mi rostro al de ella y la besa despacio en la comisura de sus labios diciéndole —Me encantan tus risos son tan brillantes como los rayos del sol y suaves como el pétalo de una flor

Me contestó con las mejillas rojas como las manzanas de temporada —lo dices de verdad... aunque con el paso del tiempo se alborotan, mira ya se me pasaron a la cara

—Yo opino que todo en ti es perfecto, tus cabellos rubios enmarcan muy bien tus ojos verdes y tu naricita respingada

—¡En serio!

—sí, pero si te molesta tanto quizás yo pueda ayudar a acomodar tu cabello rebelde como su dueña—al decir esto le acaricie su mejilla izquierda para llegar a uno de sus rizos y se lo pase por la oreja sin perder oportunidad de pasar mis dedos por su cuello después por su espalda para finalmente abrazarla por completo tomando con mi mano su pequeña cintura. Así estuvimos por un buen rato mientras veíamos como los demás se divertían al mismo tiempo que mi bella rubia me acariciaba la rodilla con su pequeña mano también por debajo de la mesa y yo cuando estaba seguro de no ser visto le daba pequeños besos en el hombro.

Terry no está aquí y en ningún momento es mencionado, en cambio los coqueteos disimulados entre mi adorable Candy y yo son cada vez más seguido y más arriesgados, pareciera que ella no puede estar lejos de mí, que se acerca lo más que puede rozándome con disimulo mis manos, los brazos, la espalda y cuando ella está segura de que nadie la ve se atreve a agarrarme las piernas lo peor de todo es que yo hago lo mismo le acarició sus risos sueltos, sus mejillas, su cuello, su cintura, mientras veo como disfruta cada roce que le hago.

Más tarde el doctor Martín se retiró llevándose a los niños. Nosotros nos quedamos a limpiar el desorden después nos despedimos de Archie Annie y Paty.

Candy, Poupée y yo nos fuimos a casa. Al estar dentro Candy se arrojó a mis brazos y me empezó a besar con ansias mientras yo correspondía a sus deseos. La cargue para llevarla a nuestra habitación mientras ella me acariciaba el pelo, me besaba el cuello y de vez en cuando me mordisqueaba la oreja provocándome el placer de sentirla tan cariñosa. Después de quitarle el vestido y deshacerle la trenza me paré de la cama para admirar su belleza cubierta únicamente con la tela traslúcida de su camisón interior que esta adornada con encaje en la parte superior e inferior de la tela, no puedo apartar mi vista de su cuerpo y de esa ropa que cae delicadamente en sus torneadas piernas que a mi parecer es la prenda más sexy para hacer resaltar el hermoso físico de Candy.

Mientras buscaba la camisa de mi pijama ella se sentó provocándome pensamientos lujuriosos al verla sentada entre sus pies con sus manos entrelazadas en su regazo y su cabello rizado le caía en los hombros desnudos rozando ligeramente sus pechos redondeados. Ella empieza hablar de manera inocente

Y si, te digo que siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora