Una cena romántica fallida

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Ahí estaba mi princesa viéndome con asombro, se veía tan hermosa como siempre a pesar de estar pálida de la impresión por haber descubierto mi verdadera identidad. Cuando empezó a tener una respiración agitada la ayude a sentarse mientras le decía con calma ocultando mi preocupación —Candy... ¿ qué sientes? Contéstame por favor— pero ella no me contesto, es como si no me escuchara, de pronto dejó de verme para tener una mirada perdida mientras se le humedecían sus esmeraldas verdes, al comenzar a derramar lágrimas también empezó a hiperventilar, en ese instante me acerqué al escritorio para tomar el teléfono y le dije a la secretaria que me proporcionara un té para los nervios, también pedí alcohol,  algodón por si se ponía peor mientras veía de reojo a Candy, y por si acaso también ordene traer a un médico esto lo hice en voz baja, ocultando mi rostro ante mi bella dama para que no se diera cuenta de mis intenciones, pero mientras le estaba diciendo a la secretaria de que quería que las cosas se ejecutarán de inmediato Candy ya no se encontraba en la oficina, dejé el teléfono colgado escuchando por último que decía la secretaria: —por supuesto joven... Ocupa algo más...— al salir de la oficina no vi ni rastros de mi rubia solo a la secretaria que señalaba la salida indicándome el camino que tomó mi visita, hice una venía agradeciendo la información no solicitada pero necesaria para poder buscar a Candy, cuando me dirigía a buscarla el oportuno de George se apareció en mi camino para preguntarme:

—William ya firmaste los...

Yo lo interrumpí abruptamente para responderle —ya revisé y firmé los documentos

—¿ya atendió a la señorita Candy?...

—estoy en eso—mientras le daba una palmada en el hombro seguí hablando —hiciste un buen trabajo como siempre... En estos momentos estoy sumamente ocupado, después te busco George— hablé con propiedad y compostura sin desquitar mi frustración con él o con cualquier otra persona, el único culpable de mi mal fortuna soy yo y los sin sabores de la vida solo son consecuencia de mis propios errores.

Al salir de la empresa no vi por ningún lado a mi amada, sin perder más tiempo empecé a buscarla por las calles sin tener buenos resultados, tomé el coche esperanzado en encontrarla, sintiendo como aumentaba mi desesperación conforme pasaba el tiempo, no la veía por más que buscaba, con formé pasaban las horas esta ciudad cada vez me parecía mas inmensa y pensar en que mi pequeña esta sola por estas calles frías me provoca migraña, realmente me preocupa su bienestar y más por que la última vez que la vi estaba muy perturbada, más tarde decido ir a nuestro hogar, estacione el coche a unas cuadras de la casa pensando que si ella ve el coche en la casa no quiera ni acercarse. Al entrar a nuestro hogar vi que todo estaba en penumbras y desolado de la misma forma que me siento yo, la busque por todas partes de la casa pero no estaba.

Esta desesperación me está sobrepasando, es algo que no puedo permitir debo conservar la calma, es muy fácil decirlo pero hacerlo me cuesta horrores. Por inercia saqué de la bolsa interior de mi sacó una cajita que al abrirla mostraba el anillo de compromiso que perteneció a mi madre, nunca le pedí a Candy que sea mi novia por que no me siento como un chiquillo que no sabe lo que quiere de la vida, yo soy un hombre que ansia entregar está joya a la mujer que ama para convertirla en su prometida para que en un futuro sea mi esposa y la madre de mis hijos, vivir juntos por el resto de la vida para protegerla, cuidarla, amarla y hacerla feliz, pero parece que ya no podrá ser, fue todo un desastre, mi planeada cena romántica, se convirtió en una cena fallida, de romántica no tiene nada más bien es trágica.

No puedo dejar que está angustia me carcoma el alma sin antes encontrarla sana y salva. Tengo que volver a salir para buscarla y no parar hasta dar con ella, teniendo fe en mi buena suerte como aquella noche en que el miserable de Neil engaño a Candy tendiéndole una trampa vil, con estos pensamientos deposité el anillo de mi madre en la mesa.

Y si, te digo que siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora