Goma de mascar

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Se supone que debería decir que no, la respuesta era no, la decisión correcta era no y véanme aquí junto a mi rubia.

A pesar de todo, la decisión que es errónea ante la sociedad es precisamente la correcta para nosotros dos. Lo sé, estoy seguro, me lo dijo el universo entero. También, me lo dijo la carita risueña de Candy. Me lo dijo esta felicidad, que se propagó por todo mi cuerpo, lo sentí en cada célula de mi ser, este amor me hace estar en equilibrio con la naturaleza, al lado de ella, todo se ve con más color, con más luz y con más vida.

Ya en el coche, me pregunté ¿por qué esa sonrisa en su cara, que no puede disimular al mismo tiempo que acaricia distraídamente a Poupée?, quien fuera la mofeta que tiene el privilegio de sentir las manos de mi hechicera de ojos verdes.

Habíamos llegado a una casa pequeña, agradable, sencilla y bien distribuida.

──Llegamos a nuestro nuevo hogar ──le dije.

──¡Oh! Albert, es hermoso, es sin duda cuatro veces más grande que el departamento y, querías venir a vivir aquí sin mí, que malo eres ──Me desconcierta su comentario, si supiera realmente lo que quiero no estaría parloteando tan confianzudamente alrededor de mí.

──Lo que verdaderamente importa es que estamos juntos.

sonriendo me contesto── tienes razón

Ya estando dentro de la casa, me dirigí a la cocina para ver que teníamos de comer mientras que ella me agarraba del brazo para detenerme y decirme── ¿Y la nota?

──¿Qué...?

──Dijiste que tenías una nota para mí

──No, yo nunca..., ¡ah! La nota de despedida

──Sí, esa dámela

──No te la voy a dar

──¿Por qué no?

──Porque no quiero y, porque... no pude separarme de ti, ves, estás conmigo, pegada como una goma de mascar ──Reí al pensar en mí bella amiga como un chicle muy, muy dulce. Ella no tomó el comentario de forma amena; si no que se molestó un poco, cosa que incrementó mi buen humor y para hacer las paces le dije──ser dulce es tú estado natural ──¡genial ya sonrió! me gusta verla alegre.

Después de un momento, ella alegó ──sí, pero, yo, quiero leer el recadito que escribiste para mí, así que dámela ─ me lo dijo con su cara de ángel, de manera coqueta movía sus largas pestañas, esa forma de actuar me volvió loco de amor por ella, sin darme cuenta ya la tenía entre mis brazos sonriéndole de manera amable y mirándola embobado, mientras le daba un beso en la nariz.

──Debiste de haber pensado en eso antes de truncar mis deseos de irme de tu lado y, como te dije: no podrás leerla ──la solté perezosamente para ahora sí, dirigirme a la cocina, cuando escuché su voz otra vez── ¿por qué no me la quieres dar, acaso...

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──Debiste de haber pensado en eso antes de truncar mis deseos de irme de tu lado y, como te dije: no podrás leerla ──la solté perezosamente para ahora sí, dirigirme a la cocina, cuando escuché su voz otra vez── ¿por qué no me la quieres dar, acaso me declaras tu amor en esa hoja de papel? ──lo dijo con suficiencia, que me causó una sonora carcajada y en unos instantes ella cambió su rostro de prepotencia a una llena de júbilo, a la vez que reíamos.

──Ya quisieras pequeña revoltosa ──dicho esto en vez de enojarnos, volvíamos a reír felizmente, es un placer ser yo el que tiene la fortuna de verla tan espontánea, de vivir su alegría, convirtiéndola en mi propia felicidad.

Suspiré y pensé "qué mandona es mi hermosa acompañante", pero le gané la partida, se olvidó de la nota, por el momento. Después, viene la revancha de está astuta belleza, la he subestimado, es cierto, debo tener más cuidado si no terminaré a sus pies, corrección más bien que no se dé cuenta que soy su más ferviente y fiel esclavo que está dispuesto a cumplir cualquier capricho que mande la princesa.

Comimos de manera amena disfrutando de la simplicidad de la vida. Después la acompañé a su cuarto, le acaricié el rostro y le dije── descansa, ha sido un día difícil, mañana te veo en el departamento Magnolia a las seis de la tarde para sacar todas las cosas.

La vi indecisa, pero al final terminó abrazándome, poniendo su rostro en mi pecho, me produjo un ligero cosquilleo, creo que me quiere tratar como si fuera un hermoso gatito al que se le tiene que rascar la panza, no puedo evitar reír, me soltó y se separó de mí, para meterse a su cuarto y cerrar la puerta.

Ya en mi recámara, me quité los zapatos, la chamarra y me acosté en la cama, estaba tan cansado, que no me di cuenta cómo me quedé dormido.

Continuará...

Y si, te digo que siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora