capítulo 27

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2016

Costia mantenía su sonrisa mientras miraba al que sería su nuevo marido, la iglesia estaba llena, de gente rara eso sí, el cura era raro, hasta la ceremonia sonaba un poco distinta al de la primera, pero al menos su nuevo marido no era viejo y era igual de rico. La madre de Costia hacía de su papel de madre dramática que lloraba en la boda de su hija, al menos en esta ocasión parecía más en serio, le agradaba la idea de que este era joven y la congregación al que pertenece no contemplaban el divorcio, el divorcio era sinónimo de debilidad, de adulterio y eso era del demonio. En realidad, Costia seguía el juego de esa Secta adoradora de Dios por el dinero de Daniel, lo malo es que su madre que ya era creyente de Dios estaba siendo absorbida por esa gente:

- Lo que Dios ha unido que no lo separe el demonio.

Por unos segundos Costia torció el labio, para esa gente todo con lo que no entraban en sus creencias estrictas era por culpa del demonio. Daniel se empeñó en casarse en su pueblo natal, un pueblo alejado de la civilización, la gente siempre se iba y volvía, siempre volvían, no había alcalde, ahí el único que representaba al pueblo era el mismo que predicaba la palabra de Dios. En las pocas semanas que Costia llevaba ahí presenció hasta dos exorcismos que hizo el mismo cura en la iglesia, tuvo que contenerse para no reírse. En una de las ocasiones, una mujer se acercó al cura gritando:

- Patrañas, usted no es un verdadero siervo de Dios, es un tirano- señaló al cura- usted sí que es el demonio.

El cura señaló a la mujer con el dedo índice:

- Llevaos a la blasfema, necesita una purificación.

Dos hombres intentaros agarrar a la mujer por los brazos, pero esta se intentó zafar. Uno de los hombres impaciente agarró a la mujer y la tiró al suelo, entre ambos le dieron unas cuantas patadas. Costia podía ser manipuladora, ambiciosa, pero ¿permitir eso? Podían matarla, con expresión escandalizada iba a dar un par de pasos, pero Daniel le agarró del brazo, la miró seriamente y negó con la cabeza. Era como contemplar a dos personas distintas, Daniel era demasiado tradicional, cortes, tímido e incluso pensaba que había perdido la virginidad con Costia cuando en realidad lo había dormido, pero ese Daniel, el que estaba en la iglesia contemplando esa escena atroz, tenía una mirada y una expresión muy diferente, era frío, carente de empatía y todo porque estaba convencido de que esa mujer había sucumbido al mal. Costia tragó saliva y miró a su alrededor, todo el mundo miraba la escena con la misma cara y entonces sintió miedo, si iba a socorrer a esa mujer, acabaría igual, así que siguió en su sitio, agachó la cabeza y escuchó como se llevaban a la mujer a rastras:

- El demonio adquiere muchas formas, tenemos que ser fuertes y no dejarle entrar, está en la televisión con sus emisiones violentas, pervertidas y aberrantes, está en los libros, radio y música. El único libro que debéis tener en cuenta- alzó la biblia que tenía en la mano- es el libro de la verdad, solo hay un canal que nos mantendrán a salvo del mal y es el dedicado a nuestro señor.

Costia alzó una ceja, prácticamente le había lavado el cerebro a base de ignorancia, aun así, aun viendo que había niños que crecían llenos de ignorancia, terminaban siendo familias con dinero o mínimo de clase media alta ¿Cómo lo hacían? Eran como los masones. Sí entrar en esa secta chiflada le aseguraba éxito en la vida ¿por qué no? le lamería el culo al señor lo que hiciera falta.

Con el paso del tiempo descubrió que no solo era misas, que no solo era leer la biblia y rezos en la televisión. No podía osar mirar a una mujer, pues se dio el caso de que salió a la luz de que un "feligrés" era homosexual, desapareció después de un "exorcismo" y no volvió a aparecer. Las mujeres en la congregación como los hombres podían salir, pero por la seguridad del pueblo debían ser sometidos a una limpieza y a la mínima muestra de debilidad o sospecha de que habían dejado entrar al diablo los someterían a exorcismos. Por norma general, las mujeres se quedaban en casa, cuidando del hombre que era el cabecilla de familia. Ella debía quedarse en casa y para colmo su madre acabó sucumbida a las palabras del sacerdote, estaba convencida de que iría al cielo. Con el paso del tiempo Costia fue cansándose, sí el dinero entraba en su cuenta, pero de que servía si no se lo gastaban ¿para donarle parte al cura del pueblo? Encontró una forma de escabullirse a los pueblos cercanos, conocer gente, bailar, disfrutar de "las tentaciones diabólicas" donde podía mirar a mujeres y a hombres sin ser señalada como la adultera del pueblo.

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