Capítulo 50

803 54 7
                                    

El primero de los últimos exámenes ya estaba tan cerca, por lo que todos estos días me estuve preparando, estudiando como ahora lo estaba haciendo hasta que llamaron a la puerta.

-Pase -dije sin despegar la mirada de mis libros y notas.

Escuché como la puerta se abría levemente, esperaba escuchar la voz de Camila, Úrsula o cualquiera de las otras chicas.

-Zaira... -mi mano se detuvo de golpe y toda mi atención recayó en esa voz- ¿Podemos hablar?

Volteé la mirada hasta dar con ella, parada junto a la puerta. Parecía... triste. Estaba confundida pero no dejaba de estar alerta.

-Depende... ¿Me gritarás y me tirarás contra algo que pueda dejarme alguna cicatriz? -cuestioné rotando mi silla para enfrentarla pero alejándome un poco por las dudas.

-No... lo prometo.

Se veía desesperada, tratando de calmarse de algo. Debía de admitir que sí se veía mal... estaba pálida, con las mejillas hundidas como si no hubiera estado comiendo bien. Sabía que se estuvo saltando comidas pero no creí que tan seguido.

-Entonces adelante -dije finalmente.

Ella entra y cierra la puerta tras de sí, pero se queda de pie junto a esta y en silencio por un momento, como si no supiera como decirme lo que pensaba decirme.

-Yo... -empieza finalmente-. Cuando empezaron las vacaciones... comencé a sufrir mareos, dolor de cabeza y desmayos repentinos... creí que solo era por estrés y cansancio por el trabajo...

Dejé mi lápiz y la escuché más atentamente. Mamá no era una persona que diría sus problemas porque sí, menos si se sentía mal.

-No hice caso pero... hace una semana fui al hospital y... -su mirada se apaga aún más, su voz parecía no querer continuar-. Me... me diagnosticaron... cáncer.

Apenas pude seguir respirando después de escuchar esa noticia. Me había quedado paralizada completamente, no sabía ni como reaccionar. Ella se quedó callada por un momento pero continuó mientras yo trataba de asimilar lo que me acabó de decir.

-Odio tener esta enfermedad, no solo por mí... Sino porque yo realmente quería empezar de nuevo contigo, quería disculparme contigo de una mejor forma, créeme.

¿Quería disculparse y empezar de nuevo? ¿Estaba escuchando bien? ¿A caso esta mujer es mi madre? La idea de que quiso estar bien conmigo me dejó más sorprendida que la noticia principal. Ella estaba al borde del llanto, trataba de contenerse lo mejor posible.

-Aquella vez... cuando te lastimé con la mesa, me di cuenta de lo mal que estuve haciendo todo. No te merecías nada de eso, realmente nada. Tú no tienes la culpa de mis malas decisiones. Empecé a ir a la psicología y tratar de cambiar para poder ser una mejor persona para ti. Realmente quería... estar mejor contigo. Mi hija.

Escucharla decirme así... Era un choque tan fuerte en mi corazón. Ahora tenía más sentido el que se preocupara por mí, preguntar si había comido y cómo estaba. Hasta ahora no sabía porqué lo hacía, en serio quería empezar a tener una buena relación conmigo. Ya no me trataba mal por esa razón.

-Pero me enteré de esta enfermedad... No quiero que me tengas lástima ahora que lo sabes, quiero ganarme tu perdón por mi esfuerzo propio. Aunque claro... no creo que, para todo lo que te hice, merezca tu perdón.

Ver a mamá llorar es muy fuerte. Ella siempre ha dicho que llorar es de débiles y cobardes, jamás la había visto así y nunca creí hacerlo. Hasta ahora. Ella se acerca y cae de rodillas frente a mí.

-Tu siempre fuiste la mejor hija que alguien podría desear y no aprecié eso... hiciste todo lo que hiciste solo para que yo me sintiera orgullosa de ti, y la verdad es que no... no me siento orgullosa porque no debiste de hacerme caso. Todo lo que dije o quise que hicieras fueron estupideces que nunca tuve que habertelas dicho.

La miré atenta y sin decir nada aún pero tenía un nudo en la garganta y sentía un gran dolor en mi pecho.

-Pero ahora que te veo... en la mujer que te has convertido... la mujer que está frente a mí justo ahora... puedo decirte con sinceridad que estoy tan orgullosa de lo que has logrado, siempre supe que tus notas eran las mejores y que las conseguiste por mérito propio; tus dibujos eran los más hermosos que pude haber visto y nunca debí de tirarlos... ahora es cuando me doy cuenta que tú y esos dibujos fueron los más valiosos que pude haber tenido. Y lo siento... lo siento tanto.

Me levanté finalmente, teniendo la fuerza mental para moverme, y me acerqué a ella.

-Nunca pude conocerte y me arrepiento. No sé ni siquiera cual es tu comida o color favorito, tampoco qué carrera quieres seguir... Me perdí dieciocho años de tu vida y me arrepiento.

Una lágrima resbala de mi mejilla y solté un sollozo sin poder evitarlo, me arrodillé lentamente frente a ella.

-Te hicieron daño y no estuve ahí para hacer algo por ti... viviste prácticamente sin padres... Zaira. Lo siento.

La abracé con fuerza... por primera vez en mi vida... abracé a mi madre... y ella me devolvió el abrazo sin apartarme o intentar hacerlo.

-No te preocupes mamá... yo quiero ser doctora, lo seré y te ayudaré... haré lo que pueda para salvarte.

Ella niega con la cabeza y se aferra a mí llorando más. Parecía aliviada de que la haya abrazado.

-Zaira... me alegra que quieras ayudar y salvar vidas, incluso la mía, pero para esto no hay cura y lo sabes. Además de que tú seguirás estudiando para cuando yo ya me haya ido... -ella se separa y acuna mi rostro entre sus manos limpiando mis lágrimas-. Pero está bien... no merezco que me ayudes... ni tampoco espero que me perdones...

Yo la abracé de nuevo ahogando un sollozo.

-Pero aún así sigues siendo mi mamá...

-Zaira, mi hija... -vuelve a aferrarse a mí y llorar.

Ambas lo hicimos, lloramos desconsoladamente en el suelo de mi habitación, abrazándonos con fuerza y esperando que esto solo fuera un mal sueño.

LA POPULARIDAD NO LO ES TODO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora