CAPÍTULO 2

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Mi abuela y mis padres se miraron entre sí —Ah si, ahora sube al ático y baja las cobijas que están guardadas en las cajas de madera, los niños saben dónde están así que por favor acompáñenlo— nos mira a ambos.

Nosotros asentimos y subimos las escaleras —Charlo, iré al baño. Tu acompáñalo ¿está bien?— ella afirma y se adelantan.

Mis padres y mi abuela se vieron algo intranquilos así que decidí ver que se traían entre manos, me pare en un lugar donde no pudieran verme y comencé a escuchar lo que decían —¿Cómo pudiste traerlo aquí?, si ellos se enteran que mi hijo está vivo vendrán por él— dice mi madre un poco alterada.

—Verónica, ese niño no es tu hijo y lo sabes— mi abuela la interrumpe.

—Tal vez no sea mi hijo de sangre, pero recuerda que su madre lo abandono siendo un bebé— aclara mi madre.

—Tú sabes bien por qué lo hizo, Verónica.

—Con más razón ese chico tiene que irse.

—No se irá, ese niño renunció a la manada al igual que nosotros.

—Bajen la voz, ellos podrían escucharnos— dice mi padre algo nervioso.

—Esta conversación se acabó— Salí de mi escondite y fui a donde mi hermana y el chico se encontraban buscando las cobijas.

—¿Ya las encontraron?— pregunté. Ellos estaban moviendo unas cajas así que decido ayudarlos.

—A un lado, estas cajas están pesadas— el chico me arrebata la caja que estaba cargando y la pone en el suelo junto a las demás.

—Gracias, pero yo puedo cargarlas— tomo otra caja y la pongo en el suelo también.

Liberamos la caja de las cobijas y sacamos unas cuantas, para poder tenderlas en nuestras camas, bajamos del ático y luego pusimos las cobijas sobre una de las camas y bajamos al primer piso.

—Listo abuela, ya hemos sacado todas las cobijas— dice Charlotte cuando llegamos a la sala de estar.

—Que bien, este año habrá unos cambios— añade mi abuela mirando al chico que se encontraba detrás de mí —Masón comenzó a vivir conmigo hace un par de meses y ahora se está quedando en la habitación que ocupas tu cuando vienes, así que a partir de ahora ustedes dos compartirán habitación— explica.

—No hay problema abuela— añado. Me acerco a donde había puesto la maleta y la tomó —iré a instalarme entonces— comencé a cargarla, subí las escaleras y luego entre a la habitación.

Cerré la puerta y me senté en la cama ¿Era real que yo no era hijo de mi madre?, si así era ¿a quién le importaba encontrar a sus verdaderos padres?, ella y mi padre me criaron como un hijo y eso es lo más importante.

—Voy a entrar— dice Masón abriendo la puerta —la señora Louisa me pidió que te dijera que me ayudes a bajar la otra cama del ático.

—Si, está bien— me levante de la cama y camine hacia la puerta. Subimos al ático y bajamos la cama con un poco de dificultad.

Luego la llevamos hasta la habitación y pegamos la cama que estaba ahí a la pared para poder acomodar la que habíamos bajado.

Me avente a la cama después de que la termine de tender y saque mi celular. Me puse los audífonos y comencé a escuchar música y me puse a leer un libro.

Cerré los ojos para descansar la vista y en un corto tiempo me quedé dormido.

(...)

Un exquisito aroma a cítricos inundó mis fosas nasales, me desperté y me tallé los ojos. Quise ver la hora, pero mi celular estaba muerto, me levante de la cama y busque el cargador en mi mochila.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora