CAPÍTULO 48

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NARRADOR
Agna partió de la casa de Connor hacia el lago de las almas. Ahí podría acudir ante la actual diosa luna para exigir su trono. El que le correspondía desde su nacimiento.

—E aquí a su nueva reina— dice la madre de Félix después de ponerle la corona.

Agna se puso de pie y todos los presentes se inclinaron ante ella. La luna comenzó a brillar a su máximo esplendor, su hija al fin había vuelto a casa y estaba contenta por eso.

Al término de la coronación, Agna volvió a su cuerpo y regresó a la casa de Connor.

—Iré a buscar al resto de los cinco. Mantén a Félix aquí hasta entonces.

—Ten suerte y cuidado en tu camino— después de decir eso, Agna salió de la casa y comenzó a correr en dirección a la manada de lobos blancos del sur. En donde se encontraba una de los cinco.

No tardo mucho en llegar, su velocidad era impresionante. Después de todo ella era una hibrida. Al llegar a la manada fue directo a la casa del Alfa, en donde seguramente también estaría la anciana.

Tocó el timbre de la puerta y espero a que la abrieran —¿Quién eres?— preguntó la anciana en cuanto vio a Agna.

—La diosa luna, pero usted ya debe saberlo— entró a la casa sin autorización y luego fue a sentarse al sillón.

—Espera, no puedes entrar así a las casas ajenas. No sé quién diablos te crees para venir a jugar con cosas serias como la diosa luna.

Agna solo comenzó a reír y se pone de pie —¿Acaso la Luna no se lo dijo? Se supone que usted es la anciana a la que la Luna solo puede hablarle.

—Si, lo hizo. Pero no puedes asegurar que tú seas la diosa luna, una mestiza no puede ocupar ese cargo tan importante.

—Si que puedo. Yo soy la primogénita de la anterior diosa luna y es mi derecho como su hija— se acercó más a ella y cambió el color de sus ojos.

El color que solo los descendientes de la Luna podían tener. Un color negro, uno que te penetra y puede llegar a ver hasta el último rincón de tu alma.

La anciana, al verlos, se arrodilló —Su majestad, por favor perdone mi falta.

—Lo haré— Agna se sienta de cuclillas para poder verla al rostro —Pero tendrás que entregarme a tus prisioneros, a la chica alfa que es seguidora de tu nieta. A tu nieta y al chico que las acompaña. Si no lo haces te condenaré al exilio.

—¿Por qué la diosa luna querría a unos traidores?

—Porque no lo son. Tu hijo tenía razón, pero no quisiste escucharlo. La "maldición" que tu manada tiene no es a causa del lobo hembra, sino que todo este tiempo ellas estuvieron consumiendo esa hierba extraña que tu misma les diste.

—Pero ¿Cómo? Ese hombre dijo que esa hierba las ayudaría a quedar embarazadas.

Agna soltó un suspiro —Ese hombre te mintió y te utilizó para matar a Félix. Ahora— se pone de pie y comienza a caminar hacia la puerta —Por favor llévame a ese lugar— abre la puerta y sale de la casa.

—Si— susurra la anciana, se pone de pie y comienza a caminar a su lado.

—Se que rechazaste a tu nieto solo por ser omega así que tienes que cambiar eso. Nadie es mejor o peor solo por el rango que ocupa. Los alfas están para proteger a la manada al igual que los omegas.

—Pero así es como lo dictan los antepasados. Los omegas siempre serán débiles y sumisos ante el alfa.

—No siempre fue así. Antes de mi nacimiento las razas, Vampiro y Licántropo, convivían en armonía. Los omegas ocupaban la misma posición del alfa al igual que los betas. Pero un día ese régimen cambió por un accidente mío. Comencé una guerra entre las dos razas y cambie el orden de las manadas. Me repugnaban los omegas así que los convertí en unos débiles que tenían que ceder ante el alfa.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora