CAPÍTULO 33

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16 DE JUNIO DE 2016
ALEMANIA
FÉLIX

¿Dónde?

A si, morí. ¿Por qué ahora?, aún tenía que decirle a Masón que me gusta, pedirle perdón a Verónica y a Charlotte y también ver si Serafina se encuentra bien.

Este lugar es completamente oscuro. Acaso ¿este es el cielo? O es que ¿me encuentro en el infierno?

Félix— una voz me llamaba a lo lejos. ¿Quien podía ser? ¿Era a mi a quien llamaba? —¿Por qué lo hiciste?

Porque ellos mataron a mi padre.

En cuanto escuche mi voz, me di cuenta que las voces provenían de mi cabeza. Todo lo que estaba escuchando eran recuerdos. ¿Qué era esto?

—¿Qué?

De pronto la oscuridad comenzó a irse y una imagen borrosa comenzó a formarse en frente de mi.
Tú maldita especie se ha encargado de matar a los míos durante años—.

—¿De que hablas?.

—¿Acaso no sabes qué existen más como tú?

—Pero yo solo he convertido a Jessica.

—¿Por qué?

—Porque la amo y no quería que muriera—. El hombre se acerca a donde me encuentro —Y también porque te amo a ti, tengo que detenerte. No quiero que te conviertas en un asesino.

—Pero ¿Qué no lo vez? Yo ya soy un asesino, he matado a más de los que te imaginas.

—Por eso he venido a detenerte.

—¿Cómo lo harás?.

—Haciéndote entrar en razón. Tienes que perdonarlos.

—Pero yo no quiero hacerlo.

—Entonces no me dejarás otra opción.

—¿Qué?.

—Voy a matarte.

—No podrás hacerlo porque yo voy a matarte primero— saqué un arma de dentro de mi bolsillo y le apunté al hombre justo en el pecho y sin pensarlo dos veces disparo sin remordimientos. La bala perforó el pecho del hombre, pero este no se retorció de dolor ni mucho menos sangró. Era como si no hubiera recibido ningún daño —¿Qué?— mi rostro se horrorizó —¿Por que tú no moriste? Si yo te perfore el corazón con una bala de plata pura.

—Esto es porque yo soy diferente a esos que tú llamas mi especie—. Se acerca a mi oído para susurrar —Nadie ha podido matarme nunca—. Susurra antes de perforarme el corazón con su mano. —Lo siento— dijo después de retirar su mano de mi.

Esto me hizo dar un brinco y caer al suelo.

Félix— un chico parecido a Masón se acercó a donde me encontraba tumbado —Félix por favor no te mueras, no me dejes solo— toma mi cuerpo y comienza a llorar.

No te preocupes. Prometo que en nuestra próxima vida vamos a ser felices los dos juntos— respondo entrecortado y después de susurrar, una lágrima resbalo por mi mejilla —Per...do...na...m...

Todo volvió a estar en silencio y la oscuridad volvió a hacerse presente. Solo me puse en posición fetal mientras comenzaba a derramar lágrimas. En un punto solo me quede dormido esperando a que alguien viniera a ayudarme.

Las mismas palabras se repitieron unas veinte veces "NO TE PREOCUPES. PROMETO QUE EN NUESTRA PRÓXIMA VIDA VAMOS A SER FELICES LOS DOS JUNTOS". Un sentimiento me invadía, todo lo que mi mente producía eran recuerdos de mis vidas pasadas, vidas en las que terminaba muriendo de una manera trágica gracias a  mi maldición. Todo lo que quería olvidar, volvió a regresar ¿Por qué no había funcionado aquel sello que le había puesto a mis recuerdos?

Ahora sabía en donde me encontraba así que, abrí los ojos, limpie las lágrimas que resbalaban por mis mejillas y me puse de pie. Comencé a caminar para así, encontrarme con mi madre.

—Félix— escuche la voz de Masón a lo lejos —Por favor resiste, no mueras aun— ¿que eran esas voces? ¿Eran fragmentos de alguna de mis vidas pasadas? O ¿es que él también murió? No, ni pensarlo. Ese fue el trato con él , yo moriría y a cambio no dejaría que nada malo le pasara a mi mate, fuera quien fuera él impediría que mi mate muriera.

Ya que yo era su principal amenaza tenía que morir al cumplir la madurez, ya que a esa edad me convertía en un animal salvaje que se satisface en matar a los vampiros, entonces él y yo hicimos el trato de que al momento que yo recuperara mis recuerdos y me convirtiera en una ameniza, él me mataría de una manera cruel y dolorosa.

Y bueno, creo que el momento llegó. A si, creo que esa voz es la de alguna de mis vidas pasadas así que no tengo que poner atención. Debo llegar con ella. Solo ignore la voz y comencé a correr por el larguísimo corredor oscuro, para poder llegar a la sala principal en donde seguramente se encuentre sentada en su trono.

Al llegar a la sala del trono, la vi sentada. Esa mirada profunda se dirigía hacia mi. Una sonrisa apareció en sus labios. Su hijo había vuelto a ella. —Saludos, mi querido hijo.

—Hola, madre— me acerqué a donde se encontraba sentada y le besé la mejilla.

—Estoy feliz de verte nuevamente— sonríe mientras me mira con esos ojos negros. —Espero que ahora si te hayas desecho de esa bruja insolente.

—Yo no pude hacerlo— susurré esperando un posible golpe de su parte.

—Pero ¿Por qué no?— pregunto calmada. Esto no era típico de ella.

—Morí antes de poder hacer algo— respondí.

—Ash, esa maldita maldición ya me colmó la paciencia— exclama molesta.

Si bien, la maldición que la bruja le lanzó a ella la heredé yo, pero en mi caso fue diferente ya que yo tiendo a recordar todo lo que vivía en mi vida pasada a una edad temprana. Así que la última vez sellé mis recuerdos para no recordar nada de eso. En mi primera vida mi padre fue asesinado por los vampiros y yo me volví un asesino para vengar su muerte. Cuando morí llegué aquí y pase al menos unos cuarenta años para volver a nacer, cuando recordé lo que esos vampiros le hicieron a mi padre retomé mi venganza y volví a morir de la misma trágica manera. Connor me mato en cada una de las vidas a las cuales renací, siempre del mismo modo y siempre con las mismas palabras "Por favor, trata de no ser un asesino en tu próxima vida".

Pero en cada una de mis vidas yo tendía a convertirme en un salvaje asesino hasta mi última vida, en la cual mi mate murió por mi culpa. El resentimiento me carcomió por completo y juré no volver a ser un asesino, juré que en mi próxima vida sería feliz con mi ser amado, que acabaría con la maldición y toda esa mierda. Por eso, en secreto, selle mis recuerdos para así, impedir que volviera a cometer el mismo error, pero creo que no funcionó ya que volví a morir.

—Lo siento, madre.

—No te disculpes, no fue tu culpa.

De pronto comencé a sentirme mareado, mi vista se nublaba y mi respiración comenzó a agitarse —Yo... no me sien...to bi...—. Caí al suelo inconsciente.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora