CAPÍTULO 17

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Corría al mil por hora, tenía que llegar al encuentro con Serafina. Tenía que rectificar que no había enloquecido y que la llamada que recibí no era más que una broma. Tenía que comprobar con mis propios ojos que ella aún seguía con vida.

Llegué al hotel, tomé el ascensor y fui directo a su habitación. Cuando me posicioné frente a la puerta, di un respiro y luego la abrí y me encontré con el rostro de mi querida Serafina.

DOS DÍAS ANTES

Desperté recostado sobre mi cama, ¿Cómo logré volver? ¿Es que acaso todo había sido una pesadilla?

Eso creí hasta que me levanté y bajé al primer piso en donde me encontré con aquella extraña mujer de cabellos platinados.

—Que bueno que despiertas— dijo la chica acercándose a mí.

—¿Qué… qué pasó?— pregunté algo confundido.

—Esto es sencillo— habló Mason —Escapaste a mitad de la noche, fimos a buscarte y nos encontramos con esta chica y a ti desvanecido en el suelo.

—Como que el escapar de los problemas se te da muy seguido— habló Brigitta.

—Brigitta— Liesel le dio un ligero golpe para que callara.

—Solo digo la verdad— susurró.

—Félix— la abuela salió de la cocina —Tenemos que hablar a solas.

—Claro— me acerqué a donde se encontraba y volvimos a entrar a la cocina.

—Los padres de Serafina me llamaron hoy por la mañana y me dijeron que no habría funeral.

—¿Por qué?

—Ellos no me dieron mas detalles, solo me dijeron que llevarían sus cenizas al cementerio de su familia. Que no te preocuparas en ir, que estaba bien y que descansaras.

—Pero tengo que ir, aunque solo sea para darles el pésame a sus padres.

—Ellos dejaron muy en claro que no quieren verte— me tomó de los hombros —Ellos no quieren verte porque piensan que fue por tu culpa que ella murió.

—Yo… lo sé— hablé decaído —gracias por decirme, si me ocupas estaré en mi habitación— di media vuelta y salí disparado hacia las escaleras.

—Félix— Mason entró a la habitación, yo volteé a verlo y luego sacó una pequeña bolsa de su chamarra —Encontré tu celular el día que escapaste, pero se había roto, así que decidí arreglarlo— se acercó y me dio la bolsa.

—No te hubieras molestado— tomé la bolsa y saqué de dentro el celular.

—No fue nada— sonrió.

—Claro que sí, iba a comprar otro. Creí que había perdido este— pulsé el botón de encendido, pero no prendió. Me levanté de la cama y tomé mi mochila para sacar mi cargador. Lo conecté a la luz y dejé que cargara para poder encenderlo.

El caminó hasta el armario y lo abrió —Ya que no tienes ropa y esa que estas usando te queda justa. Me tomé la libertad de comprarte esto.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora