CAPÍTULO 35

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FÉLIX

De nuevo desperté en ese lugar oscuro al que odiaba ir. Como siempre, me puse de pie y comencé a caminar en la misma dirección —Hola— saludó aquella mujer.

Yo solo la mire y seguí caminando para poder llegar a donde las personas llaman: “el purgatorio”, en donde permanecería ahí hasta mi próxima vida.

—Preparen el reanimador. Lo estamos perdiendo— unas voces comenzaron a escucharse en mi cabeza. Sentía un pequeño mareo, pero yo continué caminando para poder llegar —No está funcionando, más potencia— después de escuchar eso el mareo se hizo más fuerte hasta que volví a perder la noción.

Cuando logré volver en si. Comencé a escuchar un pitido que se repetía múltiples veces. Abrí los ojos para poder ver, ¿En donde me encontraba?

Lo primero que vi al despertar fue un techo pintado de color blanco. Luego giré mi cabeza para poder identificar mejor el lugar y vi a Mason durmiendo en un pequeño sillón que estaba junto a la pared.

¿Qué? ¿Por qué estaba aquí y no en el purgatorio?

Miré mi cuerpo, mismo que estaba lleno de vendajes y tenía un montón de aparatos conectados a él. Traté de ponerme de pie, pero mi cuerpo estaba lleno de dolor. Solté un pequeño quejido, mismo que hizo que Mason despertara.

—¿Qué haces?— preguntó, se puso de pie y se acercó a donde me encontraba —No puedes moverte, tienes que recuperarte primero.

—¿Qué hago aquí? ¿Por qué no estoy muerto?— mi cabeza parecía que explotaría si no recibía una respuesta. —¿Dónde está Connor? Necesito hablar con él.

No era casi como si no comprendiera porque no había muerto, sino que temía mostrar ese lado salvaje de mi frente a Mason de nuevo. Quería preguntar el porqué no había sido capaz de matarme como habíamos acordado.

—No te entiendo, ¿Quién es Connor?

—Mi tío. Necesito que venga.

—Ya veo— me miró extrañamente y luego se dirigió hasta la puerta —le diré a tu madre que lo llame— salió sin decir palabra.

Yo solo me quedé esperando a que volvieran mientras miraba con más detenimiento los enormes moretones que estaban en mi cuerpo, mis muñecas también estaban marcadas con moretones y pequeñas cortadas que casi sanaban.

Al poco rato de que Mason salió de la habitación, regresó, pero esta vez venía acompañado de Verónica y un médico —Que bueno que despertaste— dijo la mujer acercándose a mi. Yo solo me limité a sonreír y mirarla.

—¿Cómo te sientes?— preguntó el médico comenzando a examinar cada parte de mi cuerpo —¿Duele?— preguntó tocando una de mis costillas. Yo negué con la cabeza y él siguió revisando.

En cuanto terminó su revisión, tomó sus cosas y salió de la habitación —Félix, hijo— volvió a llamarme la mujer. —Mason me dijo que querías hablar con tu tío Connor. ¿Quién es él? Tú no tienes ningún tío con ese nombre— me miró extraña.

Mierda. Había olvidado que ellos no sabían nada sobre mi maldición. Ni mucho menos conocían la identidad de Connor. Solo tenía que fingir que me equivoqué.

—Lo siento, yo estaba un poco alterado— dije mirándola —me confundí— pero que mentira tan más estúpida. Ni siquiera sabía si me creería, siempre había sido un total fracaso para las mentiras.

—Está bien. Te dejaremos descansar entonces— se dio la vuelta y salió de la habitación, Mason sonrió y también salió.

(…)

Durante las siguientes dos semanas estuve hospitalizado. Mason me visitaba todos los días, algunas veces no charlábamos y solo me miraba tiernamente; otras, en cambio, platicábamos hasta que anochecía, hablábamos sobre cosas triviales. Aunque en todas mis vidas él ha sido mi Mate, en todas mis vidas él ha sido diferente y obviamente en esta vida no conocía nada sobre él.

Hice las paces con mi madre y con Charlotte, la abuela solo me había visitado dos veces. En cuanto a Serafina, ella no me había contactado desde el accidente. Ni siquiera había recibido una llamada suya. Cuando preguntaba por ella simplemente cambiaban el tema o lo evadían. Había muchas razones por las cuales no querían decirme nada y estaba bien, respetaba las decisiones de mi mejor amiga, pero en serio necesitaba una visita suya.

El médico  dijo que me darían el alta en dos días, entonces me emocioné. Por fin podría hacer otra cosa que no fuera estar en cama viendo televisión.

—Hola— saludó Mason cuando entró a la habitación, yo solo sonreí —¿Cómo te encuentras?

—Mejor que al principio— dejé que una risita se me escapara.

Mason fue por el pequeño banco que estaba junto a la ventana y lo puso junto a la cama para quedar cerca de mi —Me alegra escucharlo— sonrió y tomó mi mano.

—Y tú ¿Cómo has estado?

—No puedo quejarme. Louisa me obligó a volver a la manada. Tuve que empacar mis cosas y volver, ya que no tenía más opciones, así que de ahora en adelante la habitación es solo tuya.

Lo miré y sonreí —¿Debería agradecerte?

—Por supuesto, ahora que no estaré tendrás más espacio para ti y también más privacidad.

—¿Crees qué tendré privacidad? Mi madre siempre estará vigilándome y créeme cuando te digo que no me dejará ir a ningún sitio por mi cuenta. No es como si me permitieran hacerlo antes, pero ahora me mantendrán prisionero— reí.

—Me encanta tu sonrisa— me ruboricé al escuchar eso. Lo miré, él se levantó del pequeño banco y se acercó hasta mis labios para besarlos de una manera dulce y delicada, como si llegasen a romperse. Yo solo correspondí su beso y me dejé llevar por su aroma.

El beso no fue largo, pero me hizo sentir un mar de emociones el poco tiempo que duró.

—Buenas noticias— una de las enfermeras que se encargaba de suministrar mis medicamentos entró a la habitación —El médico decidió que te darán el alta hoy— dijo feliz.

Yo miré a Mason y él a su vez me miró a mi, ambos sonreímos y luego miró de nuevo a la enfermera —¿de verdad?

—Si— la enfermera asintió —tu recuperación ha sido excelente y dijo que podías regresar a casa cuanto antes. Ya llamamos a tus padres y vendrán por ti en un par de horas más.

Me alegraba saberlo, al fin podría volver a la manada, ir a visitar a Serafina y también comer todo lo que se me antojara, eso era lo mejor de todo. Esperé junto a Mason unas dos horas, hasta que por fin mi madre llegó, acompañada de la abuela, mi padre y Charlo.

Antes de regresar me cambié la ropa, por una cómoda y ligera. Luego las enfermeras que estuvieron atendiéndome, se despidieron de mí y, finalmente, salí del hospital ayudado por Mason. Subimos al auto y regresamos a la manada.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora