CAPÍTULO 7

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El sol de la mañana comenzaba a salir, la luz atravesaba por los huecos de las ramas de los árboles y una espesa neblina comenzaba a subir.

Retrocedí e inundé mi rostro de horror. —Félix— se acercó a mí y me tomó de los hombros.

—Suéltame— susurré mientras miraba al suelo. —¡QUE NO ME TOQUES!— volteé a verlo con los ojos inundados en lágrimas.

—Pero, Félix…

—No me oyes— apliqué fuerza y me solté de él —No quiero ser un monstruo— me toqué la cabeza y me dejé caer al suelo.

—No eres un monstruo— se arrodilló y me abrazó —Jamás pienses eso.

—¿No lo soy? Entonces explícame lo que soy— mostré una cara seria y contuve el llanto.

—Eres el ser más perfecto que puede existir.

—No me vengas con rodeos ahora— me levanté del suelo y comencé a caminar —No me digas cosas estúpidas como esa. No me colmes de elogios como si fuera normal ser un maldito lobo.

—Para mí si lo es— se posicionó detrás de mí y comenzó a liberar ese irresistible aroma a cítricos —Cuando te vi por primera vez supe lo que eras, e incluso cuando quise alejarme de ti, tú aroma a manzanilla hacía imposible que me alejara un centímetro— me giré para poder verlo —Cuando descubrí que era imposible alejarme de ti, procuré cuidar de ti y a donde fuera que ibas, yo te seguía para decirle a los demás que tú eras mío.

—¿Tuyo? ¿Por qué sería tuyo?

Se acercó a mí y me tomó de las manos, aplicó fuerza y me cargó en su espalda —Te contaré de camino a casa.

—Espera un segundo, yo no quiero volver ahí.

—¿Por qué no?— comenzó a caminar.

—No quiero ver el rostro de la mujer que me mintió.

—Verónica tuvo sus motivos para mentirte.

—Lo sé, pero esto no fue una simple mentira.

Se detuvo por un instante —Vayamos a desayunar, yo invitaré— continuó caminando.

Al salir del bosque, llegamos hasta el vecindario y la mayoría de los vecinos ya habían comenzado a iniciar sus actividades —¿Ellos también son como tú y yo?

—Si.

Los demás solo miraban a Mason con inferioridad e incluso algunos agachaban la cabeza y entraban de nuevo a sus casas. Cuando llegamos a la casa de la abuela, me hizo entrar y me sentó en el sillón para que lo esperara.

Subió al segundo piso y fue por sus cosas y entre ellas traía mi libro. —¿A dónde quieres ir? Conozco un lugar donde preparan los mejores weckles de todo el suroeste.

—Ajá, como sea— me puse de pie y caminé hacia la puerta de la casa —Quiero estar lejos de este lugar.

Ambos salimos de la casa y entramos a su auto —Bueno, entonces te llevaré a desayunar al mejor lugar de todos— se arrancó y comenzó a manejar al centro de la ciudad.

Cuando llegamos, ambos bajamos del auto y me escoltó hasta llegar al lugar del que me había hablado todo el camino. A simple vista, la fachada le daba un toque rústico y llamativo. Al entrar, el aroma a pan recién horneado inundaba por completo el lugar.

Luego de pedir la orden, Mason fue a donde me había sentado y se sentó al frente mío —¿Y bien? ¿Qué te parece este lugar?

—Pues a simple vista no esta mal— evitaba mirarlo, así que miraba con mas detalle cada centímetro del lugar. No quería aceptar frente a él que era el mejor lugar que había visitado en todos estos años.

—Espera, que el pan aquí es el mejor— sonrió, su cara estaba llena de felicidad. Era igual que un niño mostrándole a su padre su mejor hazaña.

Bueno, no podía negar que el aroma era exquisito y, saber que el pan que comería estaría recién salido del horno, me daba mil años de vida. —Como sea, ¿A que hora traerán el pan?, muero de hambre— me crucé de brazos y esperé por un largo tiempo.

En menos de lo que esperé, una joven con un delantal color azul, nos llevó algunas piezas de pan y también algo de leche tibia —Aquí tienes, lo mismo de siempre— la chica habló como si conociera al chico que estaba sentado al frente —Si se te ofrece otra cosa solo dilo y lo traeré.

—Karla— la llamó antes de que se fuera —¿Puedes preparar un streuselkuchen para Félix?— me miró felizmente.

—Si, claro— añadió antes de irse.

—Ahora me dirás ¿A qué te referías cuando me dijiste que era tuyo?— lo interrogué.

Se encontraba comiendo un pedazo de su espolvoreado panecillo y cuando me escuchó preguntar eso, se atragantó con el bocado que tenia en la boca. Tosió y luego le dio un enorme trago a su vaso de leche —¿Qué?— me miró sin comprender a que me refería.

—Por la mañana tu me dijiste que era tuyo, ¿Qué quisiste decir con eso?— lo miré serio.

—Ah, era eso— se expresó relajadamente. —Pues verás. Los licántropos tenemos solo una pareja para toda la vida y esta recibe el nombre de Mate. Los licántropos nos vemos en la necesidad de encontrar a nuestro Mate porque es como un impulso que, involuntariamente, tenemos.

—Ya veo, y ¿Qué tiene que ver lo que te pregunté con esto que me acabas de decir?

—A lo que me refiero es que tu eres mi Mate.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora