CAPITULO 40

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¿Cuánto tiempo pasaría para que Félix lograra superar aquella tragedia? Su pequeña Beatrisa había muerto bajo las manos de alguien importante para ella. ¿Quién iba a regresársela? Ella era la única persona que lo mantenía cuerdo en esos días de Luna llena, ¿Por qué alguien se atrevería a dañarla?

—Félix, hace dos semanas que no sales. Tienes que salir, ver la luz del sol— su amado se consumía por la muerte de Beatrisa y nadie podía hacerlo salir de la habitación de la chica. La comida que le llevaban permanecía en el plato, intacta, sin probarla.

—No quiero— susurró él, se encontraba en el suelo, mirando el techo. Lo mismo hacía desde hace días.

—Pero tienes que salir, tienes que comer. No quiero que algo malo te pase, puedes enfermar— Franz estaba preocupado por su amado, temía que su salud se viera afectada por la falta de alimento.

—Mi pequeña Beatrisa murió porque yo dejé que ese malnacido la matara— las lágrimas volvieron a inundar sus ojos —murió por mi culpa.

—No pienses eso…

—¡A NO!— gritó —¡ENTONCES ¿QUÉ DEBO PENSAR? ESE CHICO MATÓ A BEATRISA PORQUE YO MATÉ A SU FAMILIA!

—No te acobardes ahora, Beatrisa no hubiera querido que te la pasaras el resto de tu vida encerrado en esta habitación.

—Tú no sabes lo que ella hubiera querido. Ella lo amaba, me lo dijo, pero él ni siquiera se tentó el corazón antes de matarla.  

—Se que duele, pero no por eso tenemos que vivir lamentándonos todo el tiempo, ¿Crees que no me afectó su muerte? Claro que lo hizo, pero no por eso me quedé tumbado sin hacer nada.

Se acercó a Félix, se acostó en el suelo junto a él y le tomó la mano —¿Por qué la vida es tan injusta?

Franz volteó a verlo y le tocó la mejilla —No es injusta, la vida fluye y te pone obstáculos. Unos difíciles y otros no tanto.

—Pero ella ya no estará más, ¿Qué haré? ¿A quien le traeré regalos de mis viajes?

—Eso no es tan importante ahora. Tienes que afrontar que ella ya no estará más con nosotros y seguir adelante.

—¿Cómo haré eso?

—Yo estaré ahí. Yo te apoyaré, pase lo que pase siempre estaré a tu lado.

Félix se giró en su dirección y lo miró —Te amo— susurró.

Franz le secó las lágrimas que habían resbalado por sus mejillas y se acercó a su rostro para besar sus labios —Yo te amo más— pasó su mano por su cintura y le dio un fuerte abrazo —No dejaré que nunca nadie vuelva a lastimarte.

Transcurrieron meses. Félix logró superar la muerte de Beatrisa. Continuó sus viajes y sus negocios y su vida prosperó. En uno de sus viajes conoció una manada de lobos a los cuales les brindó ayuda y en poco tiempo se convirtió en parte de ellos y ellos en parte de su familia.

La vida no siempre está a tu favor, la vida tiende a tratarte miserable, tiende a recordarte lo mierda que es. Félix tenía que continuar sus viajes, regresar a su casa y hacer más negocios. Después de días decidió volver con Franz y Alfons para presentarlos y convivir con ellos. Cuando llegó a la manada, esta se encontraba destruida, con los cadáveres de los miembros en el suelo. Félix se horrorizó y recordó la muerte de su padre, la de Rosa y Arno e incluso recordó la de Beatrisa.

—¿Quiénes pudieron haberlo hecho?— preguntó Franz.

—El aroma que está impregnado en el lugar es idéntico al de los vampiros que aniquilamos aquella vez— respondió Alfons.

—Tenemos que matarlos— susurró Félix —Tenemos que acabar con ellos, con esa plaga que se encarga de eliminar a los que me importan.

Si, él fue un egoísta y su egoísmo se convirtió en un problema para todos. Después de ese día, Félix se aferró a una venganza. Se encargó de aniquilar a los vampiros que mataban inocentes.

Todos los vampiros le temían y se les conoció como “La manada Carmesí”, esa que se encargaba de exterminar a los más débiles y la razón aún nadie la sabía, ni siquiera el mismo Félix sabía el porque lo hacía. Al principio era por cobrar venganza a la muerte de sus seres queridos, pero después solo lo hacía por placer.

—¿Quién eres?

—Soy la mayor amenaza para tu especie— susurró Félix en su oído. Después de un grito de parte del hombre Félix arrancó su cabeza y así, murió.  

—Listo, este era el último— dijo Alfons acercándose a Félix. —Encárguense de quemar los cuerpos— ordenó a los nuevos subordinados de la manada.

—Félix— una voz se escuchó detrás del muchacho, ambos, Alfons y él se giraron para poder ver de quien se trataba —¿Por qué lo hiciste?— la persona que se encontraba detrás suyo era Connor.

—Porque ellos mataron a mi padre.

—¿Qué?

—Tu maldita especie se ha encargado de asesinar a la mía, ¿Esperabas que me quedará de brazos cruzados?

—¿De qué hablas?

—¿Acaso no sabes qué hay más como tú y que están matando a humanos y licántropos?

—Pero yo solo he convertido a Jessica.

—¿Por qué lo hiciste?

—Porque la amo y no quería que muriera— Connor se acercó a donde Félix se encontraba —Y también porque te amo a ti, tengo que detenerte. No quiero que te conviertas en un asesino.

—Pero ¿Qué no lo ves? Yo ya soy un asesino, he matado a más de los que te imaginas— Félix retrocedió un poco.

—Por eso he venido a detenerte.

—¿Cómo lo harás?— lo miró.

—Haciéndote entrar en razón. Tienes que perdonarlos.

Para cualquiera sería fácil hacerlo. Poder perdonar al que te hizo daño, pero para Félix no sería fácil hacerlo.

—Pero yo no quiero hacerlo.

—Entonces no me dejarás otra opción— Connor le tomó el hombro.

—¿Qué?

—Voy a matarte— esa era la mejor solución para Connor, si Félix moría el maldito movimiento que había creado terminaría y todo volvería a la normalidad.

—No podrás hacerlo porque yo voy a matarte primero— sacó una pistola de dentro de su abrigo, le apuntó a Connor justo al pecho y sin dudarlo jaló del gatillo. La bala perforó el pecho de Connor, pero ¿Cómo matas a alguien que es incapaz de morir? Connor no podía morir, al fin de cuentas tenía la sangre de la bruja y él era el único, aparte de ella, que era incapaz de morir —¿Qué?— el rostro de Félix se horrorizó al igual que el de Alfons —¿Por qué tú no moriste? Si yo te perfore el corazón con una bala de plata pura.

—Esto es porque yo soy diferente a esos que tú llamas mi especie—. Se acercó a su oído para susurrar —Nadie ha podido matarme nunca—. Susurró antes de perforarle el corazón con su mano. —Lo siento— dijo después de retirar su mano.

Connor se dio la vuelta y se marchó, no sin antes acabar con la vida de los que ponían en peligro a los demás.

—Félix— Franz se acercó a donde Félix se encontraba malherido —Félix por favor no te mueras, no me dejes solo— tomó el cuerpo del chico y lo sostuvo en sus brazos.

—No te preocupes. Prometo que en nuestra próxima vida vamos a ser felices los dos juntos— dijo entrecortado —Per…do…na…m..— susurró antes de morir.

—Chico— Connor ya había matado a todos, y había dejado a Franz despedirse de su amado —¿Sabes lo que haz hecho? ¿Conoces las consecuencias de tus actos? Morirás como todos ellos— y, al igual que con los demás, perforó su corazón.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora