CAPÍTULO 44

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5 de marzo de 1998
Alemania

—El lobo hembra está por nacer— habla la anciana de la manada —Por fin nuestra maldición se romperá. Por fin nuestra manada podrá tener desendencia.

—Pero sacrificar a un recién nacido no ayudará en nada con la maldición. ¿Y si no es una maldición? ¿Si las mujeres no pueden embarazarse por algo que comen o beben?— cuestiona el Alfa de la manada.

—No. Nuestros antepasados así lo dictaron en la profecía. El lobo hembra tiene que morir por el bien de la manada.

—Pero yo no permitiré que mates a mi hijo— dice el hombre.

—Esto no es decisión del Alfa. El consejo toma la última decisión y eso está decidido desde antes de que tú tomarás el liderato.

No lo permitiré. Madre—  el Alfa cedé a su lobo.

En cuanto el bebé nazca será sacrificado. Entiéndelo de una vez— la anciana también cedió a su lobo, no permitiría que su hijo tomara desiciones apresuradas. El lobo hembra traería desgracias a la manada y si no era sacrificado, lo que una vez fue conocida como la manda de lobos Blancos del sur, desaparecería por siempre. La poderosa manada no podía desaparecer por culpa de las desiciones del Alfa.

El Alfa no podía hacer nada en este caso. El solo servía para proteger a su manda. Las desiciones siempre fueron tomadas por el consejo y ahora la vida de su futuro hijo dependía de una mala decisión del mismo.

Salió de la habitación y corrió a su casa, en donde se encontraba su pequeña hija y su amada esposa embarazada —Alista tus cosas. Tenemos que huir lo más rápido posible de aquí— el Alfa tomó a su pequeña en brazos y luego se dirigió a la habitación de la pequeña. Saco un  pequeño morral y puso dentro ropa y cosas de importancia para la pequeña.

Su esposa se encontraba en la otra habitación empacando ropa de ambos, del Alfa y suya. De pronto, los dolores de parto invadieron el vientre de la omega. La fuente se había roto, el pequeño bebé estaba a punto de nacer.

—¡MI AMADO!— gritó ella desde la otra habitación —¡VEN RÁPIDO, TE NECESITO!— se sentó en la cama soportando las contracciones.

El Alfa corrió a donde se encontraba y cuando la vio en ese estado corrió a ayudarla. —Mi amada, resiste por favor. Tomó un trapo y se lo puso en la boca — tienes que pujar— le toma la mano.

—Ya estoy aquí— la anciana entró a la habitación —he venido a ayudar con las labores de parto— se acercó a la omega y comenzó a ayudarla.

Después de horas, el pequeño bebé nació —Mi pequeño ¿puedo cargarlo?— pregunta la omega.

No— responde la loba de la anciana.

Envolvió al bebé en una manta y se lo entregó a la mujer beta que la acompañaba a todas partes. —Llévatelo y preparen todo para el sacrificio— la beta asiente y sale de la habitación.

—¿A donde lo llevan? Quiero verlo, abrazarlo.

—No te preocupes por él. Todo esto acabará pronto— la anciana se pone de pie y camina hacia la puerta de la habitación en donde se encontraba el Alfa parado —será mejor que se lo digas de una buena vez o sino será más doloroso para ella cuando se entere por su cuenta— mira a su hijo.

—Puedes solo considerarlo. Tú eres la líder del consejo, todo esto depende de ti. No puedes ser tan mala con tu nieto.

—Dentro de mi desendencia no existen los omegas. Ese omega no es nada mío— camina hacia las escaleras y sale de la casa.

El Alfa se acerca a donde su amada se encontraba —¿Por qué se llevaron a mi cachorro?— cuestiona la omega.

—Ellos planean sacrificarlo por el futuro de la manada— responde el Alfa.

—¿Qué? No a mi cachorro— la omega se pone de pie con dificultad —Tengo que salvarlo de tu madre— lentamente comienza a caminar.

El Alfa le toma el brazo —No podremos hacer nada. Es decisión del consejo y no podremos intervenir.

—Es mi cachorro, no suyo— se suelta y camina un poco más rápido.

—¿Qué harás?

—Voy a recuperarlo y apartarlo de esta manada.

(...)

Mientras tanto, en el corazón de busqué, se encontraba la manada reunida. La anciana tenía al recién nacido en sus brazos, mismo que estaba llorando fuertemente.

La anciana levantó al bebé y lo mostró a toda la manada —Hoy, por fin, después de años. La maldición tendrá su fin. ¡EL LOBO HEMBRA HA NACIDO!

Los tambores comenzaron a sonar y la anciana puso al recién nacido sobre la mesa de piedra y tomó la daga que acabaría con su vida. La muchedumbre solo gritaba de felicidad. La anciana pidió que los tambores cesaran su ritmo y la audiencia guardó silencio.

—¡SACRIFICIO AL LOBO HEMBRA!— gritó, alzó la daga y luego bajo su mano fuertemente para acabar con la vida del pequeño.

Eso último no lo logró. La omega, en su forma lobuna, tomó al bebé en su boca y se lo llevó. —Deténganla— dice la anciana.

Uno de los guerreros tomó su arco y lanzó una flecha, misma que estampó en el abdomen de la omega. Esta no se detuvo y continuó corriendo hasta estar lo más lejos posible de la manada.

Su mate la siguió con el vínculo y luego se reunieron en el lago al que siempre iban. La omega volvió a su forma humana y se dejó caer al suelo con su bebé en brazos. La herida la desangraba y poco a poco se quedaba sin fuerzas. Su amado llegó al fin a donde la omega se encontraba.

—Mi amada— la tomó en sus brazos y luego la cubrió con su abrigo. La nieve cubría el suelo y su amada podría enfermar. Le ayudo a retirar la flecha, pero esta era de plata y la había debilitado demasiado así que le hacía imposible curar su herida por completo.

—Mi amado. Tengo que irme— se pone de pie y toma su transformación nuevamente.

Por favor. Cuida a nuestra pequeña hija y conviértela en una digna Alfa que ocupe tu lugar en el futuro— dice a través del vínculo antes de continuar su camino.

Logró llagar a la frontera, en donde se encontraba la manada de Louisa. La que acogía a todo tipo de Licántropos, omegas, betas e incluso alfas exiliados.

Al llegar al lugar volvió a su forma humana. Esta vez se encontraba bastante débil y no podía mantener su transformación por más tiempo. Tomó a su bebé en brazos y luego caminó lentamente hacia la puerta de la casa de la Alfa de la manada, tocó el timbre y rápidamente Verónica acudió a la puerta.

La omega le estiró al bebé —To... toma a mi bebé y cuídalo por mi— susurra entrecortada. La vida estaba a punto de írsele y tenía que entregarle a su cachorro a una persona que pudiera cuidarlo por ella —No permitas que... ellos... lo encuentren. No... no lo muestres nunca a los lobos negros... del norte ni mucho menos a los... lobos blancos del sur— cuando Verónica tomó al cachorro la omega se dejó caer al suelo —Promete que cuidarás bien de mi cacho...rro— susurró dando su último aliento.

La omega, madre de Félix había muerto frente a la casa de Louisa. —Lo prometo— susurra la alfa mirando al cachorro.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora