CAPÍTULO 39

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25 de febrero de 1558

ALEMANIA

 

NARRADOR

—Al fin logramos encontrar a los malnacidos que mataron a Karl— dijo Alfons a Félix, mismo que se encontraba sentado en su escritorio.

—¿A si? ¿Dónde es que se encuentran?— cuestionó el chico.

—Pues según mis informantes. Es un grupo de aproximadamente 30 sujetos incluyendo mujeres y niños, se encuentran en el suroeste del país, cerca del arroyo.

—Iremos en cuanto antes. Necesitamos vengar la muerte de mi padre y de Rosa— el chico se encontraba satisfecho, se había pasado los últimos tres años persiguiendo a los asesinos de su familia y ahora que los tenía, a un paso de él, no iba a dejarlos ir tan fácil. —Y ¿Beatrisa? ¿Qué es lo que hace?

—Jugando en el jardín con sus muñecas. No ha dejado de preguntar por ti.

—Dile que iré a verla en cuanto pueda. Ahora tengo que terminar de arreglar estos asuntos— bien, la vida de Félix había cambiado para bien, o al menos hasta ese momento. Se había dedicado a continuar el trabajo de su padre, había entrado en la industria del comercio y ahora estaba ocupado atendiendo esos asuntos. Aunque claro, aún no se olvidaba de su venganza.

—Si— Alfons susurró antes de salir de la pequeña oficina.

—¿Estas ocupado?— Franz entró a la pequeña habitación para saludar a su amado.

—Un poco— Félix dejó de lado lo que estaba haciendo para ponerse de pie y saludar a su querido esposo. —Pero para mi amado tengo tiempo de sobra.

—¿Es eso así?— Franz le tomó de la cintura y se agachó a la altura de Félix para besarle los labios. —Entonces, ¿Por qué no dejas eso para otra ocasión y sal conmigo para dar un paseo?

—Está bien. También iré a ver a Beatrisa— la pequeña se había convertido en una hija para él, aunque Félix no pudo haberse convertido en padre a los diez años, ¿verdad? Entonces sólo llevaban una relación de Hermano mayor/ hermana menor.

—Entonces vamos— Franz le tomó la mano y ambos salieron de la oficina. Después caminaron hasta la puerta del jardín y salieron para buscar a la pequeña.

Después de un rato de estar caminando por el enorme jardín de la mansión, encontraron a la pequeña jugando sola con las muñecas de porcelana que Félix le había obsequiado en sus cumpleaños pasados. La seguridad de la pequeña era la prioridad de Félix, así que puso a diez hombres para cuidarla las 24 horas del día.

—Pequeña Beatrisa— Félix la llamó en cuanto llegó a su lado.

—Félix, estás aquí— la niña se levantó del suelo en donde se encontraba jugando y corrió hacia donde Félix se encontraba. —Creí que no te vería nunca más.

—No exageres solo han pasado dos días desde la ultima vez que nos vimos— Félix se agachó a su altura —Es por eso que te traje este obsequio— sacó de dentro de su saco un pequeño frasco de jalea —Lo han traído de altamar y es delicioso.

—Gracias— la niña agradeció y le dio un abrazo.

—Por cierto, tendré que salir por un tiempo, así que pórtate bien, ¿De acuerdo?

—Como siempre— respondió sonriente.

Félix le acarició la cabeza y dio media vuelta —Entremos a la casa, es hora de comer— comenzó a caminar de la mano de su amado, mientras que la pequeña caminaba detrás de ellos, escoltada por los guardias que Félix había puesto para su cuidado.

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