CAPÍTULO 32

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—Fé…Félix— susurró Rosa.

Félix corrió hasta donde se encontraba la mujer y luego se arrodilló a su lado —¿Qué pasó aquí?— cuestionó con los ojos llorosos.

—Los… demonios— respondió la mujer con las ultimas fuerzas que le quedaban —Cuida…te mucho— soltó sus últimas palabras antes de morir.

—¿Rosa?— Félix se acercó más al cuerpo de la mujer y luego lo tomó sus brazos —Resiste, por favor no mueras.

—¿Madre?— Franz y Alfons se acercaron también a dónde se encontraba Félix sosteniendo a la mujer.

—Es tarde— dijo Félix —todos están muertos—. Las lágrimas comenzaron a bajar, puso el cuerpo de la mujer sobre el suelo y luego se acercó a donde se encontraba el cuerpo de su padre —Mi padre también murió.

Un sentimiento comenzó a invadirlo, se dejó caer al suelo y comenzó a llorar desesperadamente, su padre, el señor Arno, Rosa, la mujer que lo había criado. Todos habían muerto y él no había estado aquí para protegerlos. La rabia se mezclaba con la tristeza que sentía y gritó antes de ponerse de pie y salir corriendo de ahí.

Se adentró al bosque y comenzó a correr lo más rápido que pudo y, finalmente, se detuvo en medio del bosque, en donde se dejó caer y ahí permaneció durante horas.

Al anochecer, Franz logró encontrarlo. Este estaba rendido, con los ojos hinchados de tanto llorar. Lo cargó en sus brazos y lo llevó de regreso a la casa, en donde lo llevó a su habitación y lo dejó descansar.

Alfons y Franz se encargaron de sepultar los cadáveres. En un lugar cerca del sepulcro de la madre de Félix y, después de haber enterrado a todos, sepultaron a Rosa, a Arno y a Karl justo al lado de Olivia.

Estaba comenzando a amanecer cuando terminaron, los rayos del sol traspasaban por los huecos de las ramas de los árboles. Alfons y Franz regresaron a la casa en donde se encontraba Félix, aún durmiendo.

Ellos solo fueron a dormir ya que se encontraban cansados. Al medio día, Félix despertó, se puso de pie y salió de la casa. La sangre en el suelo se había tostado. De pronto un pequeño sollozo llegó a los oídos del chico y comenzó a caminar hacia donde provenía el ruido. Entró a la casa, y comenzó a buscar por todos lados. Dentro de un pequeño baúl, se encontraba una niña pequeña, llorando gracias al miedo que tenía.

Félix le tocó el hombro y la pequeña niña lo miró con temor mientras que las lágrimas comenzaron a brotar más rápido —No me lastimes, por favor.

—Tranquila— dijo Félix mientras la sacaba de aquel incómodo baúl —Yo no voy a hacerte daño—. Le dio una sonrisa para que la niña confiara en él. —¿Tienes hambre?

—Si— susurró la pequeña.

—Dime primero, ¿Cuál es tu nombre?

—Beatrisa— respondió la pequeña.

—Bueno, Beatrisa yo me llamo Félix y a partir de ahora seremos amigos—. Sonrió nuevamente.

La niña también sonrió —¿En serio?

—Si. Así que ven, vamos a comer algo delicioso— la tomó de la mano, salieron de la casa y caminaron hacia la casa de Félix.

MI OMEGA (En Proceso De Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora