Capítulo 6

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Fogatas vivientes.

MARISA
El amanecer nos toma a los siete muy madrugadores al tener que correr como estúpidos detrás de unos monos que se han robado la comida. Literalmente, Azalea nos despertó cuando escuchó el sonido de unos animales, abrimos los ojos y unos changos ya habían agarrado la mitad de nuestra comida.

-¡¿Quién en su sano juicio deja la comida afuera?! – nos regaña por enésima vez Adrián.

Lorcan está pisándole los talones a un mono y cuando está a una nada de tocarlo se lanza contra él, ruedan varias veces por el suelo antes de estrellarse contra un árbol, el mono es más inteligente y usa a Lorcan como escudo, causando que el moreno se golpee la espalda con el tronco, y para acabarla de amolar el animal emite sonidos chillantes antes de golpearlo y patearlo en el estómago burlándose de él, quien lo ve le parece un niño chiquito, ante mi concepto eso son los monos, niños caprichosos.

¡¿Cómo es posible que un simple mono nos gane y se lleve nuestra fruta?!

El mono que persigo es muy hábil y sube a un tronco que está inclinado, hago lo mismo y me subo en el tronco cruzando los dedos para que no me desequilibre y caiga. Es un árbol de corteza grande y muy inclinado, lo bueno es que sirve como una rampa que ayuda a subir a las copas de otros árboles, sigo con la mirada al pequeño saltamontes imitando sus mismos pasos.

¡¿Cómo puede correr con una fruta en la mano y sujetarse a los troncos?

Cosas de monos.

Se agarra de una liana y como si fuera un mini Tarzán se cuelga de él a otro árbol, hay más lianas, pero no creo que soporten mi peso, ¡Espero que 10 años en la gimnasia sirvan de algo ahora! Veo una rama que pueda ayudarme y salto sin pensar, mis manos se adhieren al tronco y por el vuelo que tengo me da para dar una vuelta completamente antes de soltarme y dirigirme al mono, le logré arrebatar la fruta.

Celebré internamente un instante hasta que recuerdo que existe la gravedad, miro debajo y veo el azul cristal de un río.

-¡¡¡AAAAAAAAAAAH!!! – es lo único que se escucha de mí antes de que caiga sobre el agua.

¡Está heladisima! ¡Madre mía!

Emerjo del agua temblorosa por el impacto helado del agua, me abrazo a mí misma buscando una salida, menos mal que el río es profundo y libre de rocas, de no haber sido así seguramente estaría muerta. Nado a la orilla decepcionada de mí. Me aventé sin pensar en la caída, estoy en el agua heladisima y con mucho, mucho frío. Son menos de las ocho de la mañana y hace un frío de los mil demonios.

-¡¿Qué tal el agua?! – pregunta Santino divertido en la orilla.

Le sonrío falsamente antes de estrechar su mano y me ayude a salir, los demás llegan mirándome con gracia.

-¿Y la fruta? – pregunta burlona Azalea.

Les saco la lengua enrollando mi cabello para exprimirme el cabello, ya que con la caída perdí la fruta y hay dos sopas: está en el fondo del río o se lo ha llevado la corriente.

-No conseguiste la fruta, pero encontraste un magnífico lugar – me dice la rubia señalándome detrás, sigo su mirada y se me va el aliento con la belleza que tengo frente.

Es una cascada de aguas cristalinas y turquesas, rodeados de vegetación de la selva la vuelve un espectáculo, no se le ve el fondo a pesar de que sean cristalinas, si te concentras en el solo sonido del ambiente es relajante; la combinación de diferentes sonidos de animales lo vuelven llamativo; el cantar de un pájaro, el sonido que ejerce los monos, uno que otro animal y el sonido de la cascada.

Los 7 Ancestrales. Náufragos I. Completo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora