Capítulo 34

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Sueños pesados

MARISA

Era extraño soñar estar en la isla, aquella vez que soñé con caminar en la isla bajo la nieve inexistente, fue cuando Uslar quería llevarme con Sulien, ahora camino lentamente por la selva con los copos de nieve bajar y cubrir la propia tierra. Me muevo por todo el lugar sin rumbo, hasta que aparecen unas flechas doradas frente a mí, por simple curiosidad levanto mi mano y toco una de ellas, la parte por donde la toqué se desvanece como si hubiera tocado un polvo y se disolviera en agua, pero al cabo de los segundos, regresa a su forma original.

Más flechas aparecen y sin más las sigo, aunque conozco el camino, es el que uso a la cueva, ¿Por qué siempre me lleva a ese lugar? ¿Habrá más cosas que no sabemos?
Llego hasta la puerta de la Cueva, la cual siempre está abierta, la flecha se mete dentro y la sigo, pero cuando llega al centro del estanque se disuelve por completo, ahora sí que no entiendo que pasa.

Giro en mi entorno buscando algo que me dé indicios de por qué estoy aquí o por qué sueño esto. De la nada las paredes empiezan por derrumbarse, una tras otra, dejando los pilares solos, es como si la propia cueva tuviera más pasillos de los que se conocen, al irme acercando a una pared descubierta hay una pared invisible, un vidrio por así decirlo, veo mi propio reflejo ahí. Al alzar la mano y tocar aquella pared, se crean ondas como si fuera agua.

De la nada mi imagen comienza a transformarse, mi figura se vuelve más alta y del sexo contrario, mis ojos se tiñan de un azul profundo que tanto conozco. Los músculos marcados como los lleva él, y esa mirada que tanto me gusta verle, en dos palabras: Lucien Vasseur.

No tengo ni idea de que pinta este maldito en mi sueño, lo odio tanto, odio que su imagen perfecta me robe el aliento, que sea exactamente el físico del hombre de mis sueños. Esa mandíbula cuadrada y maravillosamente marcada es algo que me llama mucho la atención de él. Solo que él no me mira como siempre, con ese egoísmo y arrogancia que carga, su mirada es suave y me da diabetes solo de verle los ojos y boca sonrientes, definitivamente no le queda, prefiero el Fonfe sangrón.

Salto del susto cuando sale de aquella pared, camina hacia mí con una actitud extraña, no, este no puede ser Fonfe.

-No deberías de ser tan curiosa – habla, pero su voz no es la que recuerdo yo, me suena más bien a otra persona.

Sin embargo, no alcanzo a contestarle, pues toma mis hombros y me empuja a atrás, donde me veo a mí misma cayendo de espaldas en el estanque, no puedo moverme ni salir a la superficie, pero puedo ver por la transparencia del agua a Lucien en la orilla con la vista puesta en mí.

Al dar un par de parpadeos veo cómo cambia su figura, deja de ser Fonfe a ser ¿Karlam? Ahora entiendo de donde viene la familiaridad de su voz, mi espalda toca el fondo y me quedo ahí solo observando.

Despierto de golpe con el corazón acelerado, me siento mientras mis manos recorren mi cuerpo en busca de verificar si mi ropa estaba mojada o algo. Está más seca que nada, entonces sí, si fue un sueño. Intento calmarme mientras le doy una ojeada a mi alrededor, me encuentro con la sorpresa de que Fonfe está despierto.

Me da la espalda, sentado en la orilla del refugio con los pies colgando, me quedo observando su espalda como si eso me ayudará a enfatizar puntos ciegos, me sorprende verlo que estira la mano y palmea el suelo justo a su lado, como indicándome que me acerque.

Aun le tengo coraje acumulado por un par de cosillas, pero no tengo derecho a enojarme, no sé por qué siempre tiene una atracción que me llama, aunque sea para gritarnos, siempre quiero ir con él, como ahora, lentamente me levanto y trato de no ejercer mucho ruido, la manta me lo pongo en mis hombros y llego hasta él, donde tomo asiento a su lado, dejando algo de espacio entre él y yo.

Los 7 Ancestrales. Náufragos I. Completo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora