Capitulo 31

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¿Quién es Azalea Maslova?

MARISA

-¡Adrián haz algo! - le grita la pelirroja cuando ve a Azalea retorcerse como gusano en el suelo, apenas en incontables ocasiones grita del dolor o cierra los ojos con fuerza.

-No podemos hacer nada y lo sabes - mira a la pelirroja con una mueca de tristeza.

-Resiste Az - soy yo la que sostiene su cabeza, para que no se lastime con la dura piedra.

-Que pare, que pare - suplicaba ella entre sollozos, se escuchaba que le dolía hasta el alma, sinceramente eso me partía el corazón.

-Puedo ayudar - habla una voz a nuestra espalda, esa voz es del guardián de la isla. - No puedo hacer nada para aliviar su dolor, pero pueden ir a un lugar seguro.

-La cueva - adivino.

-Llévanos por favor - le pide Lorcan.

-A sus órdenes, Ancestrales - inclina la cabeza en señal de respeto a nosotros, rasga la tierra con una pata y al dibujarse esas líneas doradas a nuestra mano derecha se crea un rectángulo de color dorado, a sus alrededores había ligas doradas que parecieran tener vida propia y se mueven a cualquier lado, de la nada esa cosa se mueve y nos traga a todos.

No sabría explicar exactamente los miles de sensaciones que pasan por todo mi cuerpo cuando nos atraviesa esa gran pared. Es como si nos absorbiera un remolino, no hay sonidos pero todo está iluminado por un color dorado.

En un abrir y cerrar de ojos ya estamos dentro de la cueva, en la misma posición en la que estábamos en el acantilado, literalmente cuando llegamos a la cueva, siento todo mi estómago revuelto, como si hubiera estado en la montaña rusa más rápida del mundo, tomo mi estómago y me quejo al sentir que quiero expulsar el almuerzo. No soy la única, los chicos a mi alrededor también lo hacen.

-Nota para el futuro: no viajar con Karlam, nunca - habla Santino poniendo una mano en su boca en señal de que quiere vomitar.

-Se acostumbrarán - habla con tranquilidad el leopardo.

Acomodo la cabeza de Azalea en mis muslos mientras el dolor la vuelve a retorcer, en eso la estatua de color verde da un destello grande, la estatua es de una mujer de edad adulta con un rostro de un zorro.

-¡Mi niña! - el espíritu de esa estatua cobra vida y se desliza por el estanque hasta llegar a la rubia, se sienta sobre el agua –aprovechando que es un espíritu, no se puede hundir– dejamos que se acerque, sabemos que no le hará daño, con cariño pone una mano en su mejilla y la mira como si fuera su hija, la mejilla de Azalea brilla e inmediatamente eso le baja el dolor. - No puedo quitarle su dolor, pero puedo ayudarle a soportarlo - alza la vista a mí.

-Lo que sea que puedes ayudarla, está bien - dice Bedelía acercándose, le toma una mano y se la aprieta ligeramente para que sienta su apoyo.

-Resiste, mi dulce niña, estás convirtiéndote en un ancestral por completo - Azalea vuelve a cerrar los ojos y su espalda se arquea del dolor.

-No... creo... poder resistir - habla con dificultad, noto como sus dientes han cambiado de forma, sus colmillos han crecido y su cabello empieza a teñirse de un color naranja, solo que el proceso es muy lento.

-Ese es el problema, te resiste a dejar que la piedra te transforme, no te opongas y déjalo hacer su trabajo - esas mismas palabras las había escuchado del hombre gato el día del accidente aéreo – el cual hemos descubierto que no fue precisamente un accidente–.

-¿Cuánto - una gota de sudor le baja por la frente, y traga grueso. - cuánto tiempo... tardará esto?

-No mucho - le contesta el aprendiz con dulzura.

Los 7 Ancestrales. Náufragos I. Completo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora