Capítulo 9

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Lorcan en mi corazón

MARISA

Unos rayos de sol en mis ojos me molestan, además de que me queman la piel, lentamente abro los ojos encontrándome que se mueven esos rayos de sol al pasar el viento por las hojas, pongo mi mano frente a mi tapando los pocos rayos que hay antes de despertarme totalmente, un mareo grande se apodera de mi cuando intento levantarme, me vuelvo a sentar poniendo mis manos en mi cabeza tratando de mermar el dolor de cabeza, mis mejillas se sienten pegajosas y empiezo a recordar lo que pasó hace poco. Mis ojos comienzan a derramar lágrimas al recordar a mi amigo tirado en el suelo con una gran cicatriz en el pecho y el resto de nosotros bañados de su sangre.

Escondo mi cabeza entre mis rodillas tratándome de convencer que esto no es real, que muy pronto mi madre vendrá a buscarme para que juegue con ella en la playa, porque esto no es real, nunca tuve un accidente de avión y nunca nadie murió por mi culpa. Nada de esto puede ser real.

Mi respiración empieza a transformarse en un caos, siento como se hincha mi pecho y exhalo ruidosamente, ese dolor agudo que siento en mi pecho no quiere desaparecer, ¡Oh mi querido Lorcan! Donde sea que estés espero que te encuentres bien.

Alguien pone una mano en mi hombro obligándome a sacar la cabeza de mis rodillas, miro sin conocer exactamente quién es. Por un momento pienso que es mi mamá por lo que pongo mi mejor sonrisa.

-¿Mamá? – pregunto esperanzada que sea ella, quiero verla y me diga que nada de lo que pasó fue real, la necesito a mi lado para que me abrace.

-Eh... no, soy Adrián – se pone frente a mí, ayudándome a limpiar mis lágrimas con sus pulgares. – Al fin despiertas, ¿Cómo estás?

-No eres real – le digo con voz rota y sorbiendo la nariz. – Nada de esto es real, ¿Dónde está mi mamá? No eres real, no lo eres – me niego a volver a verlo, si no lo veo no es real.

-Ey, ey ey, tranquila – me lleva a su pecho dejando que agarre con fuerza su camisa y llore. – No soy tu mamá, pero todo está bien, tranquilízate.

Me acaricia la nuca haciendo que el movimiento me relaje y pierdo la noción del tiempo, sabe muy bien lo que hace porque cada que quiero recordar algo de lo que ha pasado sus caricias me distraen devolviéndome completamente a otra dimensión, afortunadamente empiezo a recuperar el aliento y a sentirme mejor, escucho como Adrián me dice cosas relajantes, como ahora que me pide que me imagine un bosque frondoso cálido y los sonidos de los animales que hay ahí, tal cosa me la imagino volviéndome en un estado de hipnosis.

-¿Mejor? – no digo nada, solo asiento separándome, quitando el rastro de pequeñas lágrimas que quedaron bajo mis ojos.

-¿Esto es real? ¿Tú, yo, Santino? ¿Todos los demás?

-Lo somos – me confirma lo que no quería aceptar, me vuelvo a quebrar y regreso a sus brazos, los cuales no dudan en recibirme. – Tranquila, tranquila, sé que es muy duro lo que estamos viviendo, y créeme que algunas veces yo también dudo que sea real, pero lo es y es la vida que nos tocó vivir, sólo nos queda ser fuertes y estar unidos para enfrentar lo que sea que venga.

-¿Y Lorcan? – pregunto con la barbilla temblando y poniéndonos de pie.

–Vamos, tenemos fruta y agua para que puedas disfrutar de una buena mañana – ignora lo que acabo de decir y eso solo me pone peor.

-¿Dónde está? No me mientas por favor – le ruego.

-Él... ya no está con nosotros – mi corazón se hace trizas con solo oír eso, mis piernas no aguantan mi peso y caigo de rodillas, no llego al suelo por el apoyo de Adrián me sujeta firmemente antes de dejarme delicadamente en el suelo. – Tranquilízate caramba, que te va a dar un infarto.

Los 7 Ancestrales. Náufragos I. Completo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora