Capítulo 14

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Los cazadores cazados

MARISA

El día de hoy se ha pasado muy veloz, tanto que hay un hermoso arrebol al fondo, el océano refleja los colores del cielo convirtiéndose en uno sólo. Siempre he tenido una obsesión por admirarlo, pues es un espectáculo que nos regala la naturaleza cada día y casi nunca somos agradecidos con lo que nos ofrece. Cuando estaba en la ciudad no lo disfrutaba y ahora que pasó el accidente, empiezo a arrepentirme de ignorarlo casi siempre.

-Es una pérdida de tiempo - hablan a mi espalda.

-Hablar contigo si es una pérdida de tiempo - añado con simpleza, escucho una risa antes de que mi campo de vista sea invadido por un imbécil arrogante, pongo una mueca de disgusto al ver cómo me tapa con su asqueroso cuerpo musculado (sarcasmo) mi bello panorama de un dulce atardecer.

-Te confesaré algo - se sienta de pies cruzados y espalda recta, yo estoy con los pies estirados y con las manos detrás usándolo como recargadera, la punta de mis pies casi tocan los de él, por lo cual los muevo un poco para evitar tocarlo por completo. - Eres la única que me cae un gramo de bien - hace un movimiento con sus dedos indicando que es pequeño.

-Vaya, que afortunada - inquiero con sarcasmo.

-Solo que a veces me la pienso cuando empiezas con tus gritos - ruedo los ojos, de verdad que no entiendo de qué habla, según yo hablo normal y él dice que grito, es francés, seguramente es por eso, es tan delicado.

-No cambiaré - le digo seriamente. - No me importa si no te gusta oírme, soy así y no dejaré de ser ni por ti, ni por nadie - hasta este punto ya no me molesto en ponerle filtro a mis palabras, él se ha ganado el derecho de estar a la defensiva todo el tiempo.

Levanto la vista a él y me llevo la sorpresa que lo encuentro con una sonrisa de oreja a oreja, es sumamente extraño verlo de ese modo, su cara siempre la he visto seria y el verle una sonrisa socarrona la desfigura por completo, no parece el tipo de setenta años que se mantiene amargado las 24 horas, sino que parece un chico guapo que enamora con sonrisas. Creo que ahora entiendo por qué no sonríe muy a menudo.

-¿De dónde eres? - me pregunta cruzándose los brazos.

-USA - respondo, no es mentira, vivo ahí, pero nací en el país vecino.

-Ya veo - saca una fruta de su bolsillo del short, es un mango, parece que ya le cortó de una parte, quita toda la cáscara con lentitud para dejar el mango desnudo, de solo ver la fruta me da hambre, ya llegó el punto en el que comer frutas comienza a hartar, no quiero decirlo en voz alta pero necesito carne.

Siento que han pasado al menos 1000 años desde que probé la carne por última vez, desvío la mirada tratando de controlar mi estómago ¿No les ha pasado que tienen tanta hambre que les da ganas de vomitar? Es sumamente extraña la sensación y definitivamente no es la mejor del mundo.

Me sienta mal que me ponga estrictamente con la comida sabiendo que sobrevivimos a tal accidente, y no sé si seremos los afortunados de naufragar en una isla, solo que a veces el hambre nos hace ser otro tipo de personas, en otras circunstancias me imaginaba a mi misma caminar por mi casa asaltando el refrigerador, seguramente tomaría el recalentado y lo habría puesto en el microondas y pum, comida preparada para hambrientos.

Por andar pensando en comida escucho mi pobre estómago manifestar mi hambre, provocando que mis mejillas se enrojecen, desvió la mirada del francés a cualquier otro lado, suficiente vergüenza ya he pasado con él como para tener que soportar otra más de su burla.

-No sé quién es más gritón, tú o tu estómago - añade con una pizca de burla, típico de él.

-Cállate - sisieo con la mirada apenada en mis pies, solo escucho unos sonidos extraños ya continuación veo como me tiende la mano con la mitad de su mango, así que los sonidos extraños era que partió la mitad de su mango para... ¿mí? Volteo sorprendida ante su gesto inesperado, ¿le habrá picado algo? - ¿Gracias? - lo recibo con una cara de horror.

Los 7 Ancestrales. Náufragos I. Completo ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora