Déjate de juegos

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—Has vuelto. —eso fue lo primero que se le vino a la mente como saludo. Era evidente que no iba a saludarlo de vuelta, menos aún cuando probablemente estaba hablando con la nada. Suspiró y miró hacia donde JiMin estaba comprando fruta, buscándole y deseando que regresase en silencio. Una vez que descubrió que su amigo estaba cordialmente manteniendo una conversación larga con el dueño del puesto devolvió su atención a la figura que continuaba quieta delante de él. —Creía que ya no te volvería a ver más. —la sonrisa se alargó en los labios de su visitante.
—La verdad es que nuestro último encuentro no fue muy amistoso...—contestó con una sonrisa abierta. JungKook no pudo evitar sonreír a su vez ante aquél comentario conociendo lo que había ocurrido hacía un par de días.
—Aparte de querer pelearme contigo por haberme robado algo y después tú salir huyendo como si nada...—describió sin muchas ganas de continuar con aquello.
—Primero: era cuchillo, no el tuyo. Segundo: no salí huyendo de la pelea. Podría haber acabado contigo en menos de lo que crees. —JungKook se rió entonces, realmente se rió. Unos segundos después entendió que debía parecer un psicópata riéndose con nadie alrededor, así que decidió cortar su pequeña carcajada y quedarse mirando la pared del edificio de en frente. El misterioso cantante del bar se quedó callado también por unos segundos y después se acercó a él con delicadeza y como si sus pies no pesaran nada.
—Te estoy investigando, lobo. —le dijo en un susurro que hizo que todo el vello de su cuerpo se crispara, incluida su cola. Aquella voz grave y ese estúpido parecido a TaeHyung le estaban volviendo loco de nuevo, pero aún así intentó mantenerse quieto e impasivo —No sé qué haces aquí tú solo, sin familia, sin trabajo... Únicamente con el propósito de asesinar y no sé muy bien a quién. —le desveló de manera enigmática. JungKook se mantuvo en silencio. —Sé que conseguiste mi cuchillo porque estuviste aquella noche en el bar. Vi tus armas de fuego humanas, vi como te acercabas a un grupo de humanos e incluso noté cómo intentabas desaparecer del lugar. —JungKook se quedó pensativo unos segundos. Si aquello era una visión, encajaba muy bien con los últimos acontecimientos que se habían producido. Incluso estaba haciendo algo que anteriormente sus espejismos jamás habían hecho: le estaba amenazando.
—Al principio creí que me recordabas a alguien que perdí, pero sólo estaba cegado por los recuerdos. Te pareces, pero no eres él. —se alejó con una mueca en los labios. —Ahora que he abierto los ojos, no los apartaré de ti. Sé que escondes algo y creo saber lo que es. —con un ligero asentimiento dijo:
—Eres ahora mi objetivo, lobo. Está en tu mano continuar con lo que sea que haces o dejarlo por tu propio bien. —y con aquello se alejó andando por el gentío y las calles concurridas, como si no le acabase de declarar la guerra. Respiró hondo una vez que lo hubo perdido de vista y esperó por JiMin. El hada no tardó en regresar con una sonrisa triste en sus labios y JungKook decidió por el bien de ambos, no mencionar lo que sea que acababa de ocurrir.
Creía que aquello podría ir a peor si volvía a mencionar la aparición de aquél personaje, más aún ahora que le había declarado que estaba en su punto de mira. Y también creía que JiMin no se encontraba en la mejor situación actual para mencionarle lo que había pasado.
Respiró hondo cuando le vio caminar de vuelta a su lado. El hada le sonrió con pena y JungKook optó por ignorar el gesto. No podía hacer otra cosa, había momentos en los que no sabía mentir, no podía hacerlo.
—¿Pasa algo? ¿Has hablado con alguien? —le preguntó, como siempre leyendo su mente. JungKook entonces se encogió de hombros y sin decir nada continuó caminando.
JiMin entrecerró sus pequeños y alargados ojos, no convenciéndole del todo su actitud pasota. No entendía que JungKook pudiese ser tan descuidado con lo que ocurría a su alrededor o lo que sucedía dentro de su cabeza. Era la clase de persona que no pedía ayuda hasta que no estaba en su último respiro. Eso enfurecía mucho a JiMin, en la mayoría de los casos, pero también le quería y mucho. Sabía que aquello era algo que debían cambiar o intentar eliminar al completo porque JungKook aguantaba demasiado tiempo sufriendo en silencio. Y para cuando él quería ayudarle o se daba cuenta de lo que ocurría era muy tarde para hacer cambios drásticos y rápidos que fueran efectivos. Más de una vez habían visto al chico tumbado en la bañera de su oxidado hogar con el agua teñida de rojo. Más de una vez había visto el líquido rojizo salir del brazo que a día de hoy estaba tatuado de arriba a abajo. JungKook había tomado muchísimas malas decisiones cuando TaeHyung había muerto y había sido con tan poca edad, siendo tan joven que si JiMin tuviese que cambiar algo en aquella historia sería el momento en el que ocurrió todo. A JungKook de entre a todos los que habían sufrido el incidente era al que más habían destrozado. Le habían arrancado la adolescencia de cuajo, le habían resquebrajado el corazón al presenciar la muerte del amor de su vida en sus brazos y finalmente había tenido que luchar contra su propia mente, que le había indicado continuamente que acabase con todo.
JiMin suspiró y se agarró a uno de los brazos de JungKook, intentando reconfortarse y dejar de lado todos aquellos recuerdos dolorosos. No le servía de nada revivir el infierno pasado. Debía mantenerse en el presente, en la lucha diaria, en las decisiones que hoy importaban y tenían consecuencias directas.
—Bueno...—empezó JungKook notando el extraño acercamiento de su compañero. No solían hacer esas cosas en público, además que simplemente aguantaban el contacto mutuo cuando realmente lo necesitaban, cuando requerían de la presencia del otro para mantenerse con vida. —¿Tú y Nam...? —JiMin entonces alzó la mirada, dejando fuera de su cabeza cualquier pensamiento acerca del lobo y siendo inundada a su vez por el mago.
—¿Qué...? —preguntó sin entender nada.
—¡Oh, vamos!—se quejó Jungkook como si fuera un niño pequeño. —Es evidente que hay algo entre vosotros dos. —le dijo sin tapujos. JiMin no tardó en notar el calor característico en las mejillas y apartó la mirada del lobo.
—Eso no es verdad...—JungKook se echó a reír. —Además...
—Claro que no es verdad. —se quejó de nuevo JungKook con un tono inaguantable. —Si lo fuese, cada vez que estuvieses dentro de esa cabina con Nam tanto tiempo sabría lo que estáis haciendo. —aquello acabó hundiendo del todo a JiMin en su propia vergüenza.
—Nam no siente eso por mí...
—Oh, ¿Pero tú sí? —le preguntó juguetón. JungKook tuvo que cortarse a sí mismo por estar imitando el tono de ese personaje tan característico. No debía hacer aquello y se dió una bofetada interna justo después de darse cuenta.
—No lo sé. —confesó JiMin. JungKook supo en ese momento que se estaba aprovechando de su vulnerabilidad y acabó arrepintiéndose al momento. No había escogido el mejor tema de conversación del mundo, pero es que tampoco podía hablar de ese personaje de abrigo de plumas o tratar sobre la visión de HoSeok del otro día. No ayudaría a JiMin, sino al contrario y era lo último que quería.
Suspiró apesadumbrado sobre sus pensamientos y se dirigieron hacia un puesto en donde había unos bollos que a JiMin y a Nam les encantaban. No era algo que volviese loco a JungKook pero tampoco los odiaba. Se trataban de los típicos mochis que a JiMin tanto le gustaban. Se acercaron y compraron unos cuantos para llevarle a Nam y animarle un poco el día tan oscuro que llevaban. Los guardaron con delicadeza en la bolsa y decidieron mantenerlos dentro hasta que llegasen a la casa. JiMin parecía muchísimo más animado después de aquella compra.
—Mira Kook, —empezó diciendo y aquello hizo que sus orejas se irguiesen y se tensasen al instante. Siempre que las frases de Jimin empezaban por aquél apodo, «Kook» lo que venía a continuación no podía ser bueno. Le miró de reojo y tragó saliva esperando lo peor. —las cosas están un poco inquietas entre los tres y aunque parecemos estar bastante bien no creo que sea momento de pensar en lo que sea que Nam y yo...—negó varias veces con la cabeza intentando quitar de su mente aquellas ideas que comenzaban a formarse. JungKook le observó ahora sin disimulo y con los ojos bien abiertos. —No creo que sea momento de pensar en sentimientos, la verdad. —se cortó a sí mismo y de repente volvió a coger aire para decir algo más—Además, creo que eso es algo que se quedó en Noche de Sol. —terminó mientras bajaba la cabeza lentamente. JungKook juró que de haber tenido orejas su compañero las habría bajado apenado. A continuación suspiró y siguió andando intentando dejar aquellos pensamientos atrás. JungKook sabía que su amigo no era de los que mencionaba algo y al día siguiente ya se había olvidado. Sabía que aquella noche le daría vueltas a sus sentimientos, lucharía contra su almohada y se enredaría entre las sábanas. Era algo que ambos compartían, aunque él se sentía viejo en cuanto a sentimientos se trataba. Hacía tanto tiempo que ya no sentía atracción hacia otra criatura que creía que aquella capacidad estaba rota. Realmente no creía poder amar o simplemente sentirse atraído de nuevo a nadie.
Si bien la etapa de la adolescencia era muy importante para todas las criaturas a él se la habían cortado y partido en dos. Él no diferenciaba entre diferentes períodos de transformación de su cuerpo sino en el tiempo que TaeHyung había estado a su lado y el tiempo en el que éste se había ido. La etapa anterior a su encuentro tampoco fue de color de rosa, siempre perseguido por malos ojos, comentarios despectivos y un miedo continuo a su propia naturaleza. Conocer a TaeHyung había sido el respiro, la puerta abierta que siempre había buscado y, de manera inconsciente, necesitado. De pequeño siempre había sido tan inseguro e incluso en la actualidad lo continuaba siendo. Sin embargo, creía que varias cosas habían cambiado entre ambos JungKooks. Uno de ellos era pequeño y estaba perdido en un mundo demasiado grande que amenazaba con comérselo a bocados, y el otro era un JungKook más grande, cansado del mundo y sin ganas de buscar una razón para continuar en él. El mundo había sido tan maravilloso a su lado, todo había parecido tan fácil. TaeHyung era mágico, fantástico y tan simpático que en pocas semanas acabaron sentados en la mesa de los tres estudiantes estrella de la escuela, una locura impensable para un introvertido como él. Sonrió ante sus recuerdos y de manera inconsciente empezó a mover sus dedos, jugueteando con las yemas y notándolas más gruesas y rasposas que la última vez que recordaba haber hecho aquello. Respiró profundo llenando por completo sus pulmones y después soltó el aire con pesadez. El gesto captó de inmediato la atención silenciosa de JiMin, que continuaba caminando a su lado. Le observó por unos segundos y se abstuvo de comentar nada.
—Bueno, —dijo al fin el lobo para salir de su destructiva cabeza. —cuando decidamos dejar todo esto podría ser un buen momento para indagar sobre esas cosas con Nam, ¿No? —le dijo con un tono sugestivo. Quería que su amigo fuese feliz.
Más de una vez había pensado en ese momento en el que no pudiesen más con sus cuerpos, en el que sus brazos fueran tan enclenques que la simple acción de levantar una pistola fuera imposible. Siempre que su cabeza había dado un vistazo al futuro, imaginando posibles escenarios, siempre había recreado a sus compañeros de viejos. Siempre aparecían Nam y JiMin con canas, ojeras y cuerpos cansados después de tantas misiones y muertes, después de tanta sangre derramada sobre sus manos. Pero sólo eran ellos dos, él nunca aparecía. Con el paso del tiempo se dió cuenta de que su propia inconsciente le estaba induciendo a recaer en su agujero de depresión pues se dió cuenta de que en esos sueños, él no aparecía por una sencilla razón: estaba muerto. Su propia cabeza creaba un futuro en el que no se veía a sí mismo. Imaginaba a sus dos compañeros, por fin juntos, pero sin él. Siempre se decía que era mucho más probable que se hubiese matado a sí mismo en ese hipotético futuro antes que haber sido asesinado por cualquier humano.
—Supongo, si algún día dejamos de hacer esto...—le contestó JiMin con un tono esperanzador. JungKook le observó con mirada crítica y con algo de envidia.
La esperanza era algo que ya no creía que fuese a sentir jamás, no cuando acababa tan dolido después.

Akuana [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora