Lecciones olvidadas

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TaeHyung mentiría si dijera que no pasó una noche fría y aislada.
En un inicio había pensado que JungKook le acompañaría a su cuarto, le acurrucaría y le protegería de la helada noche. Pero no fue así, porque su recién presentado compañero vital tenía que pasar su luna llena con los suyos. Que la aldea estuviera en la etapa de apareamiento sólo le ponía aún más de los nervios. Sin embargo, no se quejó y regresó a su cuarto con Jin, con el que sólo compartió algunos comentarios esporádicos.
No tenía una buena relación con él, si la comparaba a la que habían compartido en el colegio. Pero tampoco es como si ambos hubiesen intentando remediarlo. TaeHyung de cualquiera de las maneras no podía evitarlo: Jin le había sacado de sus casillas hacía años y el chico no parecía querer hacer nada para arreglarlo. Que en un inicio no quisiese pelear contra los humanos como todos habían decidido lo sintió como una traición. En cierta manera entendía que Jin tuviera miedo a todo por lo que había pasado y las cosas que había visto durante la pelea, pero eran ya adultos. TaeHyung no entendía por qué su amigo no quería luchar y eso le enfadaba hasta niveles insospechados. Pero no le había reclamado nada. Él no era quién para mandarle al mayor qué hacer o no hacer, simplemente había generado que su relación se helase con el tiempo, volviéndose un monótono intercambio de frases triviales.
Aquella mañana, sin embargo, lo importante no fue que Jin le despertara para recibir a su pequeño (gran) lobo sino que los licántropos regresaron a la aldea con una incógnita que era muchísimo más importante que la anterior. TaeHyung jamás se habría esperado que ellos tuvieran el tiempo de confabular sobre aquello sin haber dormido ni descansado nada. Al parecer no paraban de comentar sobre la carta extraviada del señor Jeon.
JungKook al entrar en el conjunto de casas ni le dirigió una mirada, ya que el chico estaba completamente rodeado de los suyos (y tal vez un poco atosigado también). TaeHyung no le dió importancia y supuso que no le habría visto. Sin pensarlo demasiado decidió seguir a los lobos e intentar enterarse de lo que estaban hablando.
—¡...pero eso es imposible!—se quejó el padre de JungKook que sólo tenía una toalla en la cintura. Casi todos los chicos y chicas estaban medio desnudos, como si no hubiese criaturas no-licántropas en la aldea. De cualquier manera, a TaeHyung no le molestó, debía admitir que eran una delicia para la vista (o tal vez era él, que tenía cierto gusto por los lobos).
—Mi padre os envió una carta con toda la información sobre para lo que veníamos.—intervino JungKook con una voz aguda y juvenil.
—Sí, ya lo habéis dicho, pero no llegó nada aquí. —respondió uno de los lobos rubios.
—¿Y por qué nos dejasteis quedarnos aquí? —preguntó el señor Jeon sin comprender todavía. No entendía absolutamente nada.
—Sois los primeros que nos visitan después de lo que ocurrió en la escuela. Llevamos incomunicados con el resto de aldeas desde entonces.
—¿Y por qué eso es así? —dijo TaeHyung entonces con una voz grave que hizo que todos los lobos presentes se apartasen. El chico caminó confiado y con una mirada afilada en sus ojos. Éstos no paraban de enfocar al lobo de ojos dispares que había decidido no hacerle caso. En cuanto le encaró sonrió manteniendo su mirada seria y le dió un beso en la mejilla, delante de todos los presentes, por si a alguno se le ocurría robar a su lobo, aunque lo que pasó la noche anterior fue bastante revelador sobre la relación que mantenían.
Nadie le respondió a su pregunta, como si no tuviera voz ni voto en aquello. Suspirando apesadumbrado y considerando a todos aquellos lobos como idiotas sonrió con sorna. No se iba a dejar amedrentar por un grupo de perros que no parecían saber unir los cabos (o tal vez él era un poco paranoico y llevaba varios años con lo mismo).
—La mayoría de las criaturas dejaron sus comunicaciones terrestres con otras por miedo a los humanos. La únicas que eran fiables eran las sirenas y también consiguieron interceptar su elaborada mensajería. ¿Qué os hace pensar que no fueron humanos los que se llevaron la carta del señor Jeon? —todos le observaron, algunos asintieron y otros empezaron a negar.
—No hay humanos cerca de nuestra aldea.
—No, puede que cerca de la vuestra no, pero sí de la nuestra. —entonces el señor Jeon abrió los ojos de manera desmesurada. Su base estaba bien escondida y custodiada por criaturas todas las horas del día y de la noche. Aún así, TaeHyung no descartaba que la razón por la que no habían tenido ningún percance con ellos (a pesar de estar matándoles) era porque les tenían controlados y vigilados. TaeHyung nunca había descartado ninguna posibilidad y además había pertenecido por mucho tiempo al Cuerpo de Exploración y de Ataque. Sabía lo que estaba diciendo.
—Pero si insinúas eso... Nuestra aldea estaría en peligro. —soltó uno de los lobos rubios, el menor de los dos. TaeHyung negó de nuevo como si estuviese hablando con paredes. Su gesto fue un poco borde.
—No, vuestra aldea no. No creo que los humanos sepan vuestros nombres o el de vuestra aldea. Pero lo que sí estoy seguro es que se pondrán a investigar como locos sobre los Hijos de la Luna. —todos los presentes asintieron ante sus palabras y suspiraron aliviados. La carta iba dirigida a una persona y a una aldea, pero no ponía la dirección, por lo que los humanos no podrían localizarla en un mapa si no conocían de esa aldea con anterioridad. El señor Jeon por otro lado perdió el color de su cara y se metió en una de las casas apesadumbrado. TaeHyung supuso que iría a vestirse de nuevo. Su hijo le siguió poco después, sin decir nada.
TaeHyung frunció el ceño ante la poca atención por parte del lobo. Esperaba que el chico estuviese encima de él todo el día, porque realmente era lo que quería, que no se separase de él, pero parecía que tenía cuestiones más importantes que tratar.
Con el paso de los minutos y los nervios activos el resto de licántropos fueron abandonando el lugar dejando a un akuana solitario y serio en medio de la hierba. Sin saber qué más hacer y al ver que nadie había querido hacer más preguntas se acercó a un árbol con el tronco grueso y doblado. Perfecto para hacer despertar a su cuerpo entumecido de la noche anterior. Era cierto que desde que había sentido que sus tatuajes volvían a brillar sua músculos habían despertado y estaban un poco entumecidos, como si hubiesen estado dormidos por demasiado tiempo. Mientras saltaba de rama en rama, jugando con su fuerza y equilibrio pensó en todo lo que había pasado. Era cierto que el brillo, el cambio de cabello de JungKook y cómo el chico relució con la luz de luna eran signos claros de que era un Hijo de la Luna pero, TaeHyung había estado inquieto sobre su posición en todo aquello. La conexión que había sentido esa noche con el cuerpo y sistema de JungKook había sobrepasado cualquier cosa que jamás hubiera sentido, cualquier sensación que jamás hubiese compartido con otra criatura. Era una conexión que superaba lo terrenal, como si pudiese sentir su malestar o su bienestar.
Era extraño.
Pero reconfortante a la vez.
Como escuchar el latido de un corazón junto al tuyo. Como sentir una respiración tranquila al lado de la tuya. Como si le envolviese un calor compartido.
Era tan raro y apasionante. Estaba emocionado y asustado a partes iguales porque, si era cierto que estaba hasta ese punto conectado con su amigo (porque, de momento, eso eran), no sabía que consecuencias podría conllevar. Si él se cayese del árbol sobre el que estaba, ¿Haría daño a JungKook también? Si el sangrase, ¿JungKook sangraría también? Estaba demasiado aturdido con sus pensamientos y casi no escuchó un pequeño siseo que provenía de suelo. Sacudió su cabeza y miró hacia abajo, vislumbrando a un JiMin con el pelo rubio descolocado y una sonrisa cansada. Parecía que hubiese estado corriendo por un largo rato.
—Ah...por fin. —dijo con un suspiro.
—¿JiMin? —preguntó sin entender TaeHyung.
—¿Puedes bajar aquí, TaeHyung? ¿Por favor? —su respiración era entrecortada y pudo sentir cómo el chico estaba sudando. Hacía una buena temperatura aquél día.
—¿Que ocurre? ¿Está todo bien?—preguntó un poco agitado cuando sus pies dieron con el suelo.
—Sí, sí, es solo que...—cogió aire—eres muy rápido...
—Ah...—dijo entonces poco sorprendido—gracias. —de quedó callado entonces y observó a JiMin. No eran cercanos y estaba seguro que no quería preguntarle cómo se encontraba. Tampoco pensaba contestarle a una pregunta tan estúpida. —¿Para qué me querías?—dijo impaciente. JiMin sonrió como esperándose aquella respuesta y se estiró cuando recuperó al completo el aliento.
—Tú controlaste la sangre, ¿No?—aquella pregunta dejó helado a TaeHyung. No sabía qué era lo que quería JiMin con eso. Además, en esos seis años no había podido controlar ni una gota que no fuera agua dulce. ¿Qué le hacía pensar a JiMin que él...?
—Sé que perdiste parte de tus poderes en el incidente...—empezó a desarrollar sus ideas—y sé que es una habilidad que es incluso más exclusiva que la de Nam...—TaeHyung asintió. Al menos el chico había pensado un poco antes de ir a por él. —Pero ayer brillaste y te reconectaste con tu elemento.
—Fue más como recuperar una parte que me faltaba.
—Exacto. —dijo JiMin sonriendo.
—De cualquier forma, ¿Para qué me necesitas? —contestó un poco borde. JiMin entonces sonrió avergonzando y se giró para mostrar su espalda. Ahí se encontraban sus ocho pares de alas, o lo que quedaba de ellas. La mitad de sus alas, las ocho de la derecha estaban más o menos bien, un poco resquebrajadas por las puntas, pero las ocho de la izquierda estaban destrozadas y de un color horrible. Se notaba que estaban completamente inutilizadas ya que el hada no podía ni levantarla para enseñársela.
—¿Crees que podrás hacer que vuele de nuevo?

Akuana [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora