Heno

618 29 22
                                    

Brusca Thorston no había nacido para ser líder de nada.

O eso le habían dado a entender durante toda su vida.

Su destino parecía haber sido escrito en base a que no tenía un pene colgando de entre sus piernas: nacer; crecer hasta que se le bajara la regla; entrenar para matar dragones y en la lucha; aprender lo que toda futura esposa debía saber para llevar una buena casa y cuidar de su esposo; después, para contradecir su entrenamiento anterior, aprender a entrenar su propio dragón; ayudar a su madre en el oficio de costurera que quizás algún día heredaría; casarse y, por supuesto, tener muchos hijos.

Brusca, sin embargo, jamás le había gustado que le dijeran lo que tenía que hacer.

Era desobediente por naturaleza, no lo podía evitar.

Su hermano también era igual, supuso que por todo el rollo de ser gemelos.

No obstante, a ella siempre se le había instado a someterse a medida que iba creciendo, mientras que a Chusco le habían dado la libertad para que siguiera siendo el palurdo con mentalidad de dos años que había sido siempre. Por esa misma razón, Brusca se había visto obligada a madurar en contra de su voluntad, aunque ella también deseara con todo su ser hacer el idiota y lo que le saliera del coño.

Aún así, tras dos meses escondida con dos imbéciles como Chusco y Mocoso era imposible que Brusca no se sintiera obligada a tomar las riendas de todo y mostrar una madurez que ni su hermano ni su ex amante habían demostrado poseer. Se habían escondido en una isla localizada bastante al norte de Mema, ocultos en un frondosísimo bosque que los refugiaba de la nieve, aunque no del frío. Era Brusca la que se encargaba de cazar, pescar y cocinar mientras los otros dos gilipollas dormían y comían más de lo debido. Los dragones incluso parecían más predispuestos a acompañarla y ayudarla que ellos.

Brusca no estaba muy segura de por qué ejercía de madre de esos dos imbéciles. Supuso que porque no tenía a nadie más y ni otro lugar al que ir. Los tres eran buscados por todo el Archipiélago, aunque si todavía no los habían encontrado se imaginó que sería porque Le Fey y Thuggory no se habían esmerado especialmente por encontrarlos. Total, prácticamente todo el Archipiélago estaba sometido a la voluntad de la reina, por lo que si salían de allí era fácil que cualquiera los atrapara.

Brusca se revolvió dentro del saco que inútilmente la protegía del frío. La hoguera que habían encendido durante la cena se había apagado durante la noche y se había despertado por el castañeo de sus dientes, cuando apenas se apreciaban las luces del amanecer. Chusco y Mocoso seguían roncando plácidamente, acurrucados contra Vómito, Eructo y Colmillos respectivamente. Por lo general, Brusca también solía dormir junto con su dragón, pero la noche anterior había vuelto a discutir con su hermano y había decidido mandarle a la mierda durmiendo apartada de ellos para variar.

Las cosas no les estaban yendo demasiado bien.

En el pasado, los tres habían formado un gran equipo junto con Patapez y bajo el liderazgo de Hipo. Brusca había llegado a arreglar las cosas con Mocoso antes incluso de la boda de Hipo y la falsa Kateriina y, aunque las cosas con su hermano nunca habían sido sencillas, ambos se habían tolerado hasta cierto punto. Ahora, sin embargo, aquella vida en Isla Mema quedaba tan lejos que parecía más bien un producto de su imaginación que un vago recuerdo.

¿Cuando empezaron a torcerse las cosas? ¡Ah, sí! Justo después de noquear a Le Fey para ayudar a Hipo y a Astrid a escapar de Isla Mema. La batalla de la boda había sido una salvajada: amigos, vecinos, aliados, hermanos, padres, madres, hijos... todos enfrentados en dos bandos diferentes: el de los Gormdsen y el de los Haddock. Brusca quería pensar que algunos se encontraban todavía bajo la influencia de Le Fey, pero con el tiempo se dio cuenta que era muy difícil saber hasta qué punto Le Fey manipulaba mentalmente a sus víctimas. Estuvieron a punto de ganar la batalla, pero entonces Le Fey recuperó la consciencia y todo se fue a la mierda. Por una razón inexplicable, una parte de los aliados de los Haddock perdieron la capacidad de controlar sus cuerpos, quedándose inertes y sometidos a los ataques de sus contrincantes.

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora