El escape fallido

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Astrid le estaba evitando.

Hacía una semana desde que se habían besado y la bruja estaba decidida a no dirigirle la palabra y a rehuir de él como la peste. Siempre que iba a buscarla para hablar de lo sucedido la bruja estaba acompañada o «demasiado ocupada» para atenderlo. ¡Aquello se estaba volviendo ridículo! Hipo necesitaba hablar con ella, sobre el beso y las consecuencias que ello había traído: ahora podía hablar con los dragones.

Desde que conoció a Astrid, Hipo había envidiado su don. No es que lo hubiera necesitado hasta entonces, ya que podía entenderse más o menos con ellos, sobre todo con Desdentao. Pero desde lo del beso y suponiendo que hubiera sido la causa de que ahora pudiera hablar con ellos, su fascinación hacia los dragones había aumentado más si aquello era posible. Sin embargo, era complicado no descentrarse al escuchar tantas voces en su cabeza y eso que no todos los dragones estaban en Mema debido a la temporada de incubación.

No obstante, aquella locura de situación se compensaba con que ahora podía hablar con Desdentao. El dragón, aún menos contento que él por el asunto de su beso con Astrid, acostumbraba a ser impertinente y demasiado sarcástico cuando estaba de mal humor, pero también mostraba una personalidad afable e incluso sabia la mayor parte del tiempo. El dragón había manifestado su euforia por poder entenderse verbalmente con él, pero Hipo no sabía si era una ventaja de que el dragón no tuviera pelos en la lengua.

No, en serio, deja de mirarme todo el rato —se quejaba el dragón una noche mientras Hipo le observaba comer fascinado—. Esto es casi peor que cuando nos conocimos y entonces ya eras bastante pesado.

—¡No seas tan quejica! Nunca he tenido la oportunidad de hablar contigo y quiero aprovechar esto mientras pueda —insistió Hipo.

Ya, ¿pero tiene que ser mientras como? Es sumamente incómodo.

—Nunca te has quejado.

Porque no podías escucharme.

Hipo soltó una carcajada y el dragón puso los ojos en blanco para después seguir comiendo.

—¿Qué debería hacer con el tema de Astrid? Haga lo que haga, me evita y creo que es necesario que hablemos de esto —comentó a la vez que señalaba a ambos.

Si quieres puedo arrancarle la cabeza de un mordisco.

—Desdentao...

Sí, ya, el vínculo y que tampoco está bien, pero me gusta fantasear con eso.

Hipo suspiró por la tozudez del dragón. Desdentao no soportaba a Astrid y había demostrado no ser un gran confidente en todo lo relacionado con ella y las brujas.

—¿De verdad no sabes decirme nada más de las brujas?

¿Además de ser las criaturas más traicioneras sobre la faz del Midgard? No.

—Desdentao...

¿Qué? Te lo dije el día que la conociste y te lo repito ahora que me puedes escuchar: no te fíes de ella. Es peligrosa y por tu idiotez estás vinculado con ella. Y, en consecuencia, me afecta a mí también porque ya no salimos a volar como antes. Lo cual, por si todavía no te lo he dicho, es una mierda —sí, Desdentao se lo había recordado todos los días desde que Hipo había adquirido el don—. Tenéis que encontrar una solución al tema del vínculo ya y lo último que necesitamos es que te enamores de ella.

—¿Disculpa? ¿Enamorarme de Astrid? ¿Tú eres tonto o qué te pasa? —replicó Hipo ofendido.

¡Oh, vamos! ¡Seré un dragón, pero hasta yo me doy cuenta de que quieres aparearte con ella!

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora