La niña sin estrella (Parte II)

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Isla Mema era un lugar frío y gris.

Quizás no tan frío como su Siberia natal, pero su cielo siempre estaba cubierto de nubes densas y grises y, según Thror Hofferson, llovía trescientos cincuenta y cinco días al año. Asta no había estado familiarizada con la lluvia hasta que había llegado al continente; pero, a diferencia de los humanos que ponían caras largas cada vez que llovía, Asta se sentía eufórica y feliz. Quizás fuera por su propia naturaleza mágica, influenciada siempre por la presencia del agua, pero a Asta le encantaban las tardes en las que podía pasear bajo la lluvia, aunque la anciana señora Hofferson siempre la regañaba por volver empapada a casa.

—¡Un día cogerás una pulmonía y yo no voy a mover un dedo por cuidarte, jovencita! —exclamaba molesta mientras Asta se secaba junto al fuego con una sonrisa burlona.

La señora Hofferson era la mujer más gruñona y terca que Asta había conocido nunca. Al principio, cuando llegó a Isla Mema, había reiterado una y otra vez que ella no necesitaba a ninguna niñera, aún sufriendo dificultades para levantarse o moverse libremente por la casa. Asta había ganado experiencia tratando ancianos durante el tiempo que había trabajado de galena y, en verdad, lo que la señora Hofferson verdaderamente necesitaba era compañía.

Estaba aliviada de que la oferta de Thror Hofferson no hubiera sido una treta para engañarla y aprovecharse de ella, aunque solo había que ver la cara de Thror para descubrir que no solo era un mentiroso terrible sino que además era un hombre honesto y de muy buen corazón que sufría mucha presión por su posición y la delicada situación que la aldea sufría a causa de los dragones. Thror era la mano derecha del Jefe, general de los ejércitos de Mema y un guerrero reputado y mordaz, por lo que tenía muy poco tiempo para atender a su madre como él consideraba que se merecía y, para marear más la perdiz, también contaba con una prometida a la que atender.

Asta solo se relacionaba con la señora Hofferson y, puntualmente, con Thror. El vikingo había demostrado ser demasiado curioso y Asta no se sentía en absoluto cómoda hablando de sí misma, más cuando debía ocultar su identidad mágica en todo momento. Apenas había usado la magia desde que había llegado a Isla Mema y se sentía extraña e incluso avergonzada por haber descuidado tanto su aprendizaje, pero no podía arriesgarse a que volviera a sucederle lo acontecido en los últimos meses con las völvas y los humanos. Tenía una necesidad imperiosa de sentirse aceptada y deseaba que Isla Mema fuera un lugar en el que pudiera quedarse a medio o incluso largo plazo.

Además, le gustaba su trabajo.

La señora Hofferson era una patrona exigente, pero Asta era una mujer activa y resolutiva. Es más, mostró ser tan eficiente en su trabajo, que la señora Hofferson no tardó en dejar de quejarse de su presencia y su trato fue suavizando hasta el punto que ambas mujeres parecieron entenderse como si se conocieran de toda la vida. Asta se sentía cómoda con esa mujer gruñona, inteligente y sabia, con mil y un anécdotas que contar y con una vida marcada por la tragedia de haber perdido a su marido y a todos su hijos en la guerra contra los dragones. La devoción que la señora Hofferson sentía por su hijo era abrumadora, puesto que, aunque la primera impresión demostraba que no era una mujer especialmente cariñosa, siempre estaba pendiente de Thror y de su bienestar. El vikingo procuraba poner siempre su mejor cara pese a su evidente estrés y el cansancio y a Asta le fascinaba como un hombre tan grande y de aspecto tan bruto pudiera contar con tanta ternura y bondad.

A causa de su tirante viaje hasta Isla Mema, Thror había tenido el detalle de darle su espacio y no volver a abordarla con un montón de preguntas. Ella se esforzaba en ocultar su nerviosismo cada vez que estaba a su alrededor y sentía su corazón acelerarse cada noche que él regresaba a casa. Asta se sentía como una tonta por sentirse como una adolescente cada vez que Thror estaba cerca y se reprendía a sí misma por sentirse atraída por un hombre que estaba comprometido con otra.

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