Rojo carmesí

570 29 23
                                    

Brusca se despertó con un escalofrío cuando Heather rozó sus helados pies contra los suyos.

—¡Joder! —exclamó la vikinga medio dormida—. ¿Te quieres quedar quieta?

—¿Qué? —se defendió la bruja indignada—. ¿Acaso molesto a la señorita? Creía que a los humanos os gustaba estar calentitos.

Brusca le dio un codazo en las costillas cuando Heather, solo para fastidiarla, intentó ponerse encima de ella.

—¡Estás más fría que un muerto y ya te dije que si querías dormir en la cama tendrías que ponerte algo en los pies! —le recordó Brusca furiosa.

—¿Dormir con calcetines? Tú estás loca. Además, piensa que puede ser mucho peor —dijo Heather con voz enigmática y la abrazó por la espalda, apretando sus senos por encima de su túnica y acercó su boca a su oído—. Podría estar en pelotas.

—¡Me cago en la puta, Heather!

Brusca se agitó para que la soltara y salió de la cama mientras la bruja se reía. Encendió la vela que tenía junto a la cama e iluminó a la bruja, quién puso los ojos en blanco al ver su cara de pocos amigos..

—Eres una exagerada, Brusca.

—Haces esto para tocarme el coño, Heather —le achacó Brusca con las mejillas encendidas—. ¡Estoy harta!

—Podrías molestarte un poco y pedirme una cama, ¿no crees? ¡Qué menos que darme una para mí sola!

—Ya sabes de sobra que Alvin no quiere darte nada porque que nadie se fía de ti. Bastante que te dejan dormir conmigo y no en una celda.

Brusca cogió la manta más gorda que había sobre la cama y se tumbó en el suelo para dormir sobre la esterilla de paja en la que había estado durmiendo Heather.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que no voy a entregaros? —insistió ella molesta—. ¡No os estaría ayudando si esa fuera mi intención!

Brusca se puso la manta sobre la cabeza y la bruja soltó un suspiro de frustración. En realidad, Heather no era mala gente, solo un poco egocéntrica y creída, pero era cierto que no había dado todavía ningún indicio de querer traicionarlos. Cuando Brusca la pilló su primera reacción había sido intentar huir, como venía a ser lógico. Tras haberla cogido de sus muñecas y revelar su identidad, Heather reaccionó dándole un rodillazo tan fuerte en la cara que le rompió la nariz. Brusca casi se desmayó en ese momento, pero se agarró con tal vehemencia a la idea de que Heather era su última oportunidad de encontrar a Hipo y a Astrid y que, además, esa bruja se suponía que estaba trabajando para Le Fey, que ni de puta coña iba a dejarla escapar. Mareada y con la mano contra su palpitante y dolorosa nariz para cortar la hemorragia, corrió tras ella hasta la aldea Berserker. Cuando Brusca llegó tambaleándose, la bruja ya estaba corriendo casi en el puerto. Heather, al igual que Astrid, estaba en mejor forma que la media y, por supuesto, que la vikinga; así que Brusca decidió recurrir a lo fácil:

—¡Atrapad a esa tipa! ¡A la del pañuelo en la cabeza! ¡Es una bruja espía!

Los Berserkers la observaron confundidos; pero, por suerte, Camicazi, quien había salido del Gran Salón Berserker para ir a buscarla, dio la voz de alarma a Dagur. Consiguieron atrapar a Heather antes de que esta consiguiera soltar una barca que la llevara a mar abierto. La bruja chilló y pataleó mientras los Berserkers la arrastraban hasta el Gran Salón, aunque, para sorpresa de Brusca, no ejerció ningún tipo de magia. Brusca quiso ir tras ellos, pero Camicazi no se lo permitió, insistiendo que era más importante que fuera a ver a la galena para que le curara su nariz. Fue inútil que Brusca insistiera que era ella la que había descubierto a la bruja y que tenía que interrogarla; la bog-burglar sencillamente cogió de su muñeca y la llevó hasta una pequeña casita donde una mujer de mediana edad estaba preparando sus mejunjes. La dejó sola con esa mujer que se llamaba Brenda y, como todo Berserker, tenía más mala hostia que buenos modos y un sentido del humor más que cuestionable. Estudió la nariz de Brusca con atención y, cuando la vikinga pensó que iba a lavarle la sangre que se había empezado a secar, sencillamente la cogió y, sin darle siquiera tiempo para prepararse, se la recolocó en su sitio. Brusca soltó un alarido y las lágrimas de dolor resbalaron traicioneras por sus mejillas.

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora