Leche caliente con miel (Fin del Acto II)

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Astrid llevaba varios días sin dormir bien.

Sus sueños estaban invadidos de pesadillas que la hacían despertar en mitad de la noche, hiperventilando y empapada de sudor frío. Si no soñaba con dragones arrasando con aldeas, incendios y cadáveres calcinados, su mente reproducía las palizas y torturas que había sufrido de la mano de Le Fey y otras brujas del aquelarre cuando apenas había sido una niña. Se despertaba en mitad de la noche, jadeando y temblando como un Terrible Terror desvalido. Cuidaba de no despertar a Hipo, agradecida de que últimamente tuviera un sueño más profundo que no le desvelara a la primera de cambio y, al no querer rendirse ante de las pesadillas, se levantaba con cuidado y se marchaba a tomar un poco de aire que le ayudara a despejarse.

Aquella noche en el nido, por supuesto, no fue diferente a las anteriores.

Ante la previsión de su regreso al nido, Valka les había preparado una cama hecha a base de hierba y paja en una pequeña cueva apartada donde pudieron dormir más cómodamente que la última vez. A la vista de que Hipo seguía sumergido en la conversación con su madre, Astrid se retiró ella sola a dormir, pero cuando se despertó en mitad de la noche, su novio dormitaba a su lado en un sueño aparentemente tranquilo. La bruja se sintió tentada a despertarle, pero se detuvo a sí misma. No quería preocupar a Hipo más de lo necesario y sabía que la abordaría a un montón de preguntas sobre su estado emocional antes de que ella pudiera formular las suyas, por lo que decidió dejarle descansar y levantarse para despejarse un poco.

Caminó por el corto túnel que llevaba al epicentro del nido y Astrid admiró la belleza de aquel lugar. No cabía duda que la fuente de Freyja que se escondía en el lago había sido la causante de que en aquel lugar hubiera tanta vida y vegetación, aún encontrándose en mitad de un auténtico desierto de hielo. Resultaba incluso irónico que allí hiciera tanto calor que Astrid no necesitara ponerse nada más que una fina túnica encima pese a lo friolera que ella solía ser. Se acercó al borde del precipicio para observar el lago del alfa. No había ni rastro del Bestibestia, aunque había dragones chapoteando felices en el agua. Astrid se sintió tentada a bajar y hacer lo mismo, sobre todo porque quería quitarse la sensación pegajosa causada por el sudor de su cuerpo, pero no era prudente molestar a los dragones. No había que ser muy lista para no reparar que los dragones del nido desconfiaban de ella y, pese a que el vínculo con Hipo suavizaba su olor de bruja, su magia debía ser lo bastante notoria como para que los más salvajes le enseñaran los dientes cada vez que pasaba cerca de ellos.

A Hipo no le había pasado lo mismo, por supuesto. Los dragones pululaban a su alrededor como moscas y Astrid se preguntó si el hecho de que hubiera sido bendecido por Surt había influído en eso. Al fin y al cabo, la mayoría de los dragones eran seres de fuego, por lo que podían ver a Hipo casi como un igual.

—¿No puedes dormir?

Astrid se volteó al escuchar la voz de Valka. La mujer estaba descalza y llevaba puesta una túnica distinta a la de antes, seguramente porque sería la que usaba para dormir. Tenía una sonrisa amable dibujada en sus labios, aunque la bruja estaba de repente demasiado nerviosa como para devolvérsela. No podía negar que se sentía un tanto intimidada por la figura de Valka. Ella había insinuado que no era una gran bruja, pero que pudiera ocultar tan bien su magia suponía un gran dominio sobre su poder y eso la convertía en imprevisible, cosa que ponía nerviosa a Astrid. Hipo también era capaz de ocultar su magia con esa misma facilidad, aunque Astrid la podía percibir gracias al vínculo. Sin embargo, solo había conocido a otra bruja capaz de ocultar su poder sin que ella se percatara y esa había sido Le Fey. Por esa razón, Astrid estaba convencida de que si Odín había escogido a Valka para ser la guardiana de aquel lugar no había sido únicamente por su afinidad con los dragones.

—¿Tú tampoco puedes? —preguntó la bruja de manera cordial.

—Bueno, el reencuentro con Hipo me ha despertado muchas emociones y es complicado pegar ojo cuando una está muy excitada —comentó Valka mientras se colocaba junto a ella en el borde del acantilado, aunque no apartó la mirada de su rostro—. ¿Te encuentras bien? No tienes buena cara.

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