En el ojo de la tormenta

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Astrid había luchado en más batallas de las que podía contar.

Se había enfrentado innumerables veces a los cazadores de brujas y a otros aquelarres que habían cometido la insensatez de declararle la guerra a Le Fey. Había sido una de las pocas brujas, por no decir la única, que había sobrevivido en un combate cuerpo a cuerpo contra Drago Bludvist y sí, había visto morir a muchas de las suyas. En todas aquellas batallas, Astrid siempre había experimentado tensión y nerviosismo, actitud perfectamente lógica y sensata en una bruja de su rango que contaba con demasiadas responsabilidades, pero que siempre había sabido tenerlo todo bajo perfecto control. Entre las suyas se la había reconocido como una guerrera fuerte, calmada y, ante todo, con la cabeza lo bastante fría

Sin embargo, hacía demasiado tiempo que Astrid no entraba en batalla —dado que habían huído tan rápido de la boda de Hipo y Kateriina ni siquiera podía considerar que habían combatido como tal— y le desagradaron los nervios que invadieron su estómago, casi como si aquella fuera su primera vez que iba a la guerra. En realidad, desconocía qué había visto Hipo con exactitud. Su novio estaba tan agobiado por tomar el vuelo que no se había explayado en dar detalles salvo que Thuggory iba atacar la Isla de los Marginados con toda su flota y que su padre estaba vivo y su vida corría peligro.

Astrid no supo cómo reaccionar a lo de que Estoico estaba vivo. ¿Había sospechado que pudiera estarlo? Evidentemente, pero eran suposiciones que nunca había querido hacer con Hipo por miedo a brindarle falsas esperanzas. Sin embargo, Hipo tenía tanta prisa por marcharse del nido de Valka, que ni siquiera se detuvo a escuchar sus preguntas. Es más, él mismo examinó el ala de Tormenta para comprobar si estaba capacitada para seguir el ritmo de vuelo de Desdentao.

—¿Puedes volar a más velocidad de lo normal? —le preguntó Hipo a la Nadder.

Puedo intentarlo —respondió Tormenta convencida.

Hipo pasó sus manos por el ala de la dragona con un fulgor verdoso de magia curativa. Cuando aún poseían el grimorio, su novio había estudiado con detenimiento el arte de la curación, un tipo de magia que se le daba inusualmente bien, probablemente porque requería una capacidad de concentración que él manejaba casi a la perfección. Cierto era que no era capaz de realizar ciertos hechizos curativos que requerían un control exquisito de su magia —hechizos que incluso la propia Astrid tampoco era capaz de aplicar a día de hoy—, pero había sido lo bastante habilidoso como para ejecutar sus pocos conocimientos en los dragones. Cuando Hipo terminó, Tormenta parecía haber recuperado prácticamente todo el movimiento de su ala e Hipo le dio unas palmaditas en su lomo antes de montar sobre su propio dragón.

Astrid subió sobre Tormenta sin cruzar palabra con ella. La tensión entre ambas amigas era palpable, pero no era el momento para entrar en una nueva discusión, más sabiendo que Tormenta no iba a soltar prenda sobre Valka por mucho que le insistiera. La bruja miró hacia donde su ubicaba la caverna donde habitaba la madre de Hipo. Sin lugar a dudas, Valka era una persona peculiar, pero lo que más inquietaba a Astrid era la cantidad de secretos que escondía: por un lado las extrañas circunstancias que rodeaban el nacimiento de Hipo, el cual parecía haber traído consecuencias que ni su novio ni ella misma lograban comprender; por el otro, lo que fuera que se escondiera bajo el lago del nido, protegido ya no solo por ella, sino por aquel dragón alfa. Era indudable que lo que hubiera allí abajo debía estar relacionado con la magia, pues Astrid casi podía saborearla de lo intensa que era, aunque no podía adivinar el qué podía ser.

Al menos estaba segura de que Valka no podía ser una bruja por el simple hecho de haber dado a luz a Hipo, pero que se hubiera dado cuenta de que ella era bruja con solo estudiar su lenguaje no verbal era raro.

Muy raro.

Ella era una bruja y estaba orgullosa de ello, pero no era algo que fuera cantando a los cuatro vientos, más ahora que se había acostumbrado a pasar como humana por casi dos años. Si Valka se relacionaba con brujas, convendría descubrir con cuales, aunque de momento era algo que tendrían que esperar por descubrir. No obstante, Astrid daba por sentado que aquella no sería la última vez que verían a Valka, más sabiendo que si ella era el guardián debían descubrir a toda costa lo que ocultaba bajo esas aguas.

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