El (no) cumpleaños

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Hipo estaba de un humor de perros.

Por lo general, la gente de Mema conocía al joven vikingo como una persona amable y paciente, siempre dispuesto a buscar una solución a cualquier problema que se le presentara. Tal vez fuera un poco torpe a la hora de interactuar con otras personas, pero nadie podría echarle en cara su predisposición por hacer bien a los demás y sus esfuerzos por vencer su timidez y caer simpático a los demás. Sin embargo, los días posteriores al parto de Faye Haugsen y tras el retorno de su padre de la isla de los Marginados, nadie se explicaba por qué estaba tan taciturno, distante y de mal humor. Nunca lo tomaba con nadie, pero Bocón detectaba su ira en la forma que martilleaba las armas en la herrería, como si el yunque y el metal fueran la fuente de todos sus problemas.

Se había encerrado en sí mismo de tal forma que ni el propio Desdentao podía llegar a él. El dragón sabía que todo aquel mal genio y ansiedad provenían del inesperado pero muy acertado distanciamiento que se había marcado con Astrid. El Furia Nocturna había desaprobado desde el principio las visitas nocturnas que su amigo realizaba a bruja, pero no importaba lo que le dijera o hiciera para detenerle: Hipo siempre hacia oídos sordos a sus advertencias y huía con la bruja. Sin embargo, cuando Hipo regresó a casa la mañana después que Faye Haugsen diera a luz a sus hijas gemelas, estaba tan ausente y deprimido que apenas reaccionó a la voz del dragón cuando se metió a la cama. No obstante, sus problemas de insomnio volvieron como si le echaran un cubo de agua fría y, tras dos horas de dar vueltas en la cama, Hipo volvió a levantarse malhumorado y frustrado.

Y así fue su rutina durante los siguientes días.

Su padre, extrañado por su repentino mal humor, le preguntó qué le pasaba, pero tras un par de respuestas mordaces decidió que era mejor no entrar en discusión con él, probablemente porque pensaría que Hipo estaba todavía resentido por todo el asunto del matrimonio concertado. Bocón también intentó hablar con él, pero Hipo tampoco se abrió con él. Le preguntó en más de una ocasión si su actitud se debía a algún problema que había tenido con Astrid, a lo que Hipo siempre respondía con una mirada fulminante que callaba al herrero al instante.

Aunque Hipo por fin conseguía dormirse por su cuenta, nunca pasaba buena noche. Siempre se despertaba sudoroso, nervioso y desorientado. A veces dormía muy pocas horas porque era incapaz de pegar ojo por los malos sueños que le invadían. Su falta de sueño volvió hacer estragos en su rendimiento y Desdentao le instaba a que volviera a tomar la poción del sueño. Hasta que una noche, tras escuchar la bronca que Estoico le había echado a su hijo tras su decepcionante y somnolienta actitud, el dragón le arrinconó para que tomara la poción y él, de muy mala gana, aceptó.

Esperanzado de que su humor mejorara a la mañana siguiente, Desdentao le sugirió sobrevolar la isla. Su respuesta fue seca:

—No.

¿Por qué no? —replicó el Furia Nocturna desconcertado.

—No estoy de humor —se justificó él mientras se quitaba la ropa de dormir.

Desdentao parpadeó un par de veces, aún sin creerse que aquello fuera cierto.

¿Tú? ¿Sin humor para salir a volar? —se hizo un tenso silencio—. ¿Estás de puta coña o qué te pasa?

—Desdentao, de verdad, cállate —espetó Hipo con rabia contenida.

El dragón golpeó su cola con tanta fuerza contra el suelo que la madera crujió bajo sus pies. Hipo se encaró al Furia Nocturna, quien había sacado los dientes por la ira, pero el vikingo no se inmutó ante su amenazante postura.

Tienes que parar con esta mierda. Ya.

—Ya la he parado, ¿qué más quieres?

Esto.

Wicked GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora