"Si hay alguien que aquí se oponga..." (Bodas de Sangre - Parte I)

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Hipo estaba en una nube.

Se había quedado adormilado contra la pared de la cala, con el sol de la tarde acariciándole la cara. La bruja dormía plácidamente en su regazo e Hipo tenía su mano derecha enredada entre sus largos mechones rubios. A primera vista, Desdentao y Tormenta no estaban por ninguna parte, aunque al poco rato los escuchó correr entre los árboles que rodeaban la cala.

Se frotó los ojos y bostezó. La bruja también se removió y entreabrió perezosamente los sus párpados.

—¿Cuánto tiempo llevo dormida?

—Calculo que un par de horas, aunque yo también he dado una cabezado, así que imagino que habrá sido algo más.

La bruja se incorporó con lentitud, aunque sus movimientos eran un poco más ágiles que antes y el color había vuelto a su rostro. Se sentó a su lado, pegando su cuerpo contra el suyo y apoyó la cabeza en el hueco de su cuello.

—¿Cómo estás? —preguntó Hipo abrazándola por los hombros.

—Como si una manada de Gronkles hubiera pasado por encima de mí —se quejó ella—, pero estoy bien. Mejor que bien, en realidad.

Astrid alzó la mirada hacia él y dibujó una sonrisa tímida, pero cálida. Hipo pensó que de poder se habría derretido allí mismo, pero a cambio decidió besarla suavemente en los labios. Sin embargo, los ojos de la bruja se nublaron, como si algo desagradable se le hubiera pasado de repente por la cabeza.

—¿Qué pasa, Astrid?

—Has estado a punto de morir por mi culpa —respondió ella apartándose de él.

—¿Qué? ¡No digas tonterías! ¡Tú no eres responsable de nada! —exclamó Hipo apurado.

—Anya iba a por mí, Hipo —insistió la bruja con angustia—. Y decidió hacerlo a través de ti. Sabía que matándote a ti podría matarme a mí.

—Pero no lo hizo —remarcó él—. Llegaste a tiempo y nos salvaste.

—Sólo la maté —puntualizó Astrid con tristeza abrazándose a sus piernas—. No hice nada más, quedé totalmente inutilizada después de eso, sin magia para poder curarte.

—En realidad, no tengo mucha consciencia de lo ocurrido tras caer inconsciente, pero... sí recuerdo la sensación cálida, como si me estuvieran inyectando la vitalidad a través de la herida —explicó Hipo confundido—. Podía sentirte, Astrid, pero no cómo cuándo siento que utilizas tu magia. Era diferente, como... cuando vimos el vínculo aquella noche.

Astrid arqueó las cejas.

—¿Crees que el vínculo ha podido curarnos? —preguntó la bruja sorprendida por su sugerencia—. Ahora que lo dices... tendría sentido, dado que... aceptando mis sentimientos por ti significaría que tal vez... ¿hayamos podido cerrar el vínculo?

—¿Cerrar el vínculo? —repitió Hipo sin comprender.

—Yo te quiero —declaró Astrid con las mejillas levemente enrojecidas—. Y tú me quieres. No podemos romper el vínculo debido a eso, pero a su vez lo hemos hecho más fuerte. Lo que quiere decir que, de alguna forma, el vínculo nos protege.

—Pero no entiendo, ¿no se supone que el vínculo enlaza nuestras vidas? —cuestionó Hipo—. Si yo muero, tú mueres y viceversa. ¿Por qué tendría que salvarnos ahora?

—Porque Le Fey jamás contempló que me enamoraría de ti —supuso Astrid y torció el gesto—. ¿Tal vez por eso Anya estaba aquí?

—¿Le Fey ha mandado aquí a una bruja para matarnos porque piensa que existe la posibilidad de que estemos enamorados? —dijo Hipo estrechando los ojos—. ¿Por qué iba hacer eso? No hemos sabido nada de ella desde que estás aquí, ¿por qué ahora? ¿Y cómo lo sabría?

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