TRECE

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Jongho miraba televisión cuando sintió los pasos en la escalera, avisándole que Yunho venía.
Rápidamente se acomodó mejor en el sofá para no verse tan desparramado, sin embargo el mayor no le dijo nada y sólo pasó por detrás para dirigirse a la cocina.
Intentó no darle importancia, pero inevitablemente lo siguió con la mirada por el rabillo del ojo y casi se atragantó con su saliva cuando lo vio sólo con un pantalón holgado. Tuvo intenciones de quedarse en su lugar, pero demonios, no pudo, el impulso de ir con Yunho fue más grande así que se levantó y fue a la cocina, encontrándolo escondido detrás de la puerta de la nevera mientras buscaba en el interior de ésta.

—Bobo —llamó desde el umbral, pero no obtuvo respuesta alguna y sólo escuchó que tarareaba por lo bajo—, Yonho —intentó de nuevo un poco más fuerte, pero nuevamente no recibió respuesta—, ¡hyung!

—¿Sí? —murmuró asomándose por el borde, con un gesto inocente que hizo a Jongho entrecerrar los ojos con disgusto.

—¿Puedo llamar a mi amigo?

—¿Por qué me pides permiso? Sólo hazlo —dijo sin comprender.

Sacó algunas cosas del refrigerador y se fue a la encimera, cerrando la puerta con el pie.

—No, me refiero a si puedo llamarlo para que venga —aclaró sin perder detalle de los movimientos del mayor.

Se sobó los ojos con fastidio cuando se descubrió mirando fijamente la espalda desnuda del pelinegro, notando la contracción de los músculos al mover los brazos.
Ojalá tener algo a la mano para golpearse, porque eso ya era estúpido.

—Si quieres —cedió encogiéndose de hombros mientras se dedicaba a batir unos huevos—, yo voy a prepararme unos omelette, así que espero que no me molesten.

—¿Podrías ponerte una remera? —preguntó casi suplicante luego de un momento.

—¿Por qué? ¿Ya te gusto y te dá pena verme? —soltó viéndolo por fin, y el menor no demoró en ponerse rojo.

—¡Claro que no! —chilló sonrojado, haciendo reír al contrario—, e-es que eras tú quien me regañaba cuando bajaba así, y ahora tú lo haces. No es justo.

—La vida no es justa, Jongho, vive con ello —dijo tranquilo volviéndose a su tarea—, además, esta es mi casa y no estoy sentado en la mesa.

El pelirrojo bufó con fastidio. No quería decirle que era por Wooyoung que le pedía aquello, puesto que su mejor amigo realmente le tenía ganas a su mayor; aún seguía pidiéndole la foto, y Jongho se negaba rotundamente a dársela. Primero porque no la tenía, y segundo porque le daba algo de repelús saber que su amigo iba a darse mano con la foto. Que horror.
Woo era su mejor amigo, pero debía admitir que era alguien bastante... cariñoso, por no decir otra cosa más fuerte y ofensiva.

No volvió a decir nada más y sólo dejó a Yunho preparándose su omelette.

Subió al cuarto y agarró su móvil para marcarle al castaño.

...

—Tú te quejabas de la casa y yo pienso que es linda —comentó el chico mientras miraba toda la sala, recién llegando a la casa de los Jeong.

Cuando Jongho lo llamó no dudó ni dos segundos en aceptar ir, puesto que le había advertido de no llegar con nada raro porque Yunho estaba en la cocina, y hoy tenían el día libre así que estaría en la casa toda la tarde.
Casi salió corriendo de su casa, pero recordó que tenía un coche afuera así que salió a toda velocidad rumbo a la casa en la que vivía su mejor amigo ahora.

—Me quejaba —aclaró el pelirrojo sentándose en el sofá, siendo imitado por su amigo—, ya me acostumbré.

—Y... ¿están solos? —preguntó enseguida, casi en un susurro.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora