CUATRO

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—Baja del coche, Jongho —dijo la mujer mientras se bajaba, viendo las nulas intenciones del pelirrojo por salir del vehículo.

Jongho se mantenía de brazos cruzados y todavía con el cinturón puesto. Llevaba puesta su chaqueta de cuero, regalo de Wooyoung, junto a un pantalón también negro y sus gafas de sol, acentuando su aura repleta de negatividad y pesimismo. No podía sentir nada agradable en esos momentos que estaba fuera de la casa de los Jong... O como se llamen.

Bufó y al final obedeció. Se quitó el cinturón de mala gana y salió del coche con una cara de los mil demonios que hizo suspirar a sus padres. Fueron hasta la puerta y tocaron el timbre.

Jongho retrocedió unos pasos y miró la arquitectura con algo de desdén. Era una casa de dos pisos, pequeña y para nada agradable, según él, puesto que la comparaba con el enorme lugar en donde vivía.

—¡Hola! Pasen, pasen —cedió la mujer sonriente apenas abrió la puerta—, tú debes ser Jongho, un placer, cielo. Yo soy Jeong Heyeon.

—Hola —saludó el pelirrojo inexpresivo, apretando ligeramente la mano de la mujer.

Cerró la puerta detrás de ellos y Jongho no evitó analizar todo con ojo crítico, gritando por dentro porque no podía creer que fuera a vivir en ese lugar.

No era pequeño tampoco, sólo que era una casa normal en donde tres personas vivían cómodamente, y ahora se sumaba él. Ya estaba extrañando las grandes dimensiones de su hogar, ver a los empleados pasar de acá para allá... En fin, cosas que no iba a ver por un tiempo.

—Tomen asiento. ¿Quieren algo de beber? Estaba justo preparando té para la merienda —ofreció la dueña de casa, viendo a la familia Choi sentarse en los sofás.

Sus padres se veían cómodos y contentos de estar ahí, mientras que Jongho quería tirarse por la ventana y correr lejos.

—Té estaría bien —dijo Sohee con una sonrisa.

La mujer se fue y los dejó solos un momento.

—Siéntate bien —masculló el hombre al ver a su hijo tirado en el sofá, de la misma forma que hacía en casa.

—Es un sofá, para eso está —se excusó, pero recibió un golpe en el pecho por parte de su madre que se levantó exclusivamente para eso—. Dios, ¿voy a vivir con una familia o con militares?

—Con una familia ajena que tiene educación, así que te comportas —exclamó su madre.

—Sí, sí —bufó cruzándose de brazos, quedándose apoyado contra el respaldar.

Enseguida la mujer regresó y se acomodó en el mismo sofá que Jongho estaba sentado, así que él no evitó moverse un poco para alejarse, recibiendo una pésima mirada de su madre.

—¿Y Yunho? —preguntó la señora Choi mientras recibía su taza.

—Ya debe estar por llegar. Hoy tenía un examen y sólo fue a eso —comunicó con una sonrisa.

—Yunho es un chico increíble. La verdad, es un orgullo —comentó sonriendo mientras acercaba la taza a sus labios, dándole una fugaz mirada al pelirrojo.

—Lo es. Se esfuerza en todo, pero a veces me preocupa que no esté descansando bien al quedarse estudiando hasta tarde, o incluso a veces no duerme siesta por hacerse cargo de la cafetería. Me encanta que sea así, pero me preocupa su salud —admitió borrando su sonrisa un poco, pensando en su hijo—. ¿No quieres té? —preguntó viendo al chico al otro lado del sofá.

—No me gusta el té.

—¿Café? ¿Un batido? Puedo prepararte cualquier cosa, cielo —ofreció, pero Jongho respiró profundo y negó con la cabeza manteniéndose rígido en el lugar.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora