ONCE

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Estaba temeroso, lo admitía.

No quería salir de su cuarto, pero ya casi eran las diez de la mañana y su estómago estaba gruñendo por la falta de alimento. La cabeza le dolía horrible, pero no se comparaba con la opresión en su interior, prácticamente había dormido apenas porqué la culpa no lo estaba dejando.

Había estado toda la noche dando vueltas, escuchando la tos proveniente del otro cuarto.
Por momentos había tenido unas incontables ganas de levantarse para ir a ver a Yunho, a pesar de que éste estaba sumamente molesto con él. Lo sabía porque cuando llegaron a la casa, el mayor simplemente le dijo que se diera una ducha y luego se fuera a dormir, y Jongho se quedó cómo un idiota parado al pie de la escalera, viendo los rastro de agua que iba dejando mientras subía.

Además, vio la herida en su labio y se sintió peor.

Nunca había sentido tanta culpa por algo, y de alguna forma, también le estaba doliendo.
Estúpidamente, sentía que había arruinado algo importante.

Y ahora, mientras permanecía sentado en su cama pensando que hacer, oía de fondo la tos del mayor. En otro momento no le hubiera importado, hasta estaría feliz, pero no era el caso; sentía que estaba siendo muy injusto, demasiado, y que realmente se había comportado cómo un idiota... más de lo normal.

Además, Yunho supo que estaba drogado. Demonios, él nunca había probado nada de eso, pero ya estaba ebrio cuando le ofrecieron, y estúpidamente aceptó.

Dentro suyo, admitía que odiaba haber sido visto de esa forma por el mayor. No quería que pensara mal de él.

Respiró hondo y se levantó de la cama, dispuesto a ir y disculparse... sería la primera vez que pediría perdón, y nada más que a Jeong Yunho.

Pero se dijo que debía hacerlo, que era lo correcto.

Yunho había recibido un golpe de su parte y una lluvia torrencial por cuidarlo, seguro ahora estaba con gripe por su culpa.

Salió de su cuarto, pero se congeló en medio del pasillo cuando escuchó una horrible tos nuevamente, sin embargo eso sólo hizo que tuviera más valor.
Se acercó a la puerta y su mano tembló cuando estaba por tocar, pero entonces escuchó la voz rasposa de Yunho hablar y no pudo evitar prestar atención.

¿Te molesté? Nada, sólo una gripe, no pasa nada. Te llamo porqué creo que tendrás que volver... no, nada... sólo... —Jongho escuchó un suspiro cansino y no evitó pasar saliva nervioso. Era obvio que hablaba con su madre, y si le contaba lo de la fiesta, el alcohol y la droga seguro ella se volvería loca y no dudaría en enviarlo al internado sin vueltas—, olvídalo. No ha pasado nada. Perdón por molestarte... sí, no te preocupes, todo está bien. Pásala lindo, adiós.

El pelirrojo se quedó estático en el lugar con la vista fija en el suelo, sintiéndose peor que antes.
Por un lado, se hubiera sentido mejor si Yunho sólo lo hubiera delatado, porque al menos estando en el internado, o en cualquier lugar donde su madre lo lleve, estaría sintiendo que estaba pagando por haber sido un mocoso idiota con el mayor. Ahora se sentía más culpable y no tenía ni idea de cómo pedir perdón, nunca tuvo que hacerlo antes porque jamás había sentido culpa, o siquiera el sentimiento de haber arruinado algo.

Yunho le estaba complicando la existencia... no, no era el pelirrojo quien jodía todo, era él mismo con su comportamiento horrible.

—¿Cielo? —llamó la señora Jeong cuando lo vio frente a la puerta del mayor—, ¿estás bien?

—Eh... s-sí —respondió enseguida, retrocediendo unos pasos—, yo... sólo quería decirle algo a hyung, pero olvidé qué —explicó riéndose falsamente.

—Les preparé algo para que aguanten hasta el almuerzo. Avísale a Yunho, por favor. Vamos a estar en el local, por si acaso —avisó volteándose para volver a bajar.

—¿Los domingos también trabajan? —preguntó enseguida.

—Sí, pero vendré en unas horas para el almuerzo, no te preocupes. No voy a dejarte sin comida —dijo riendo. Jongho se quedó callado mientras la mujer bajaba y luego salía de la casa.

Debía admitir, que los Jeong eran personas demasiado trabajadoras, y ahora mismo entendía las palabras que Yunho le había dicho ayer.

Repentinamente, la puerta fue abierta y Yunho lo miró extrañado cuando lo vio parado en medio del pasillo sin decir nada.

—¿Qué haces? —inquirió.

—Yo... omma dijo que bajemos a comer algo —avisó cohibido.

No sabía si estaba nervioso por tener a Yunho semi desnudo enfrente suyo, o por la severa mirada que le estaba dando.

Obviamente seguía enfadado.

—Ahora bajo —espetó, y enseguida le cerró la puerta en la cara.

El pelirrojo se quedó un momento parado, pero al final suspiró y caminó por el pasillo para ir a la cocina.
Arriba de la isla había un desayuno rápido y liviano, cosa que no le molestó porque no faltaba mucho para el almuerzo, así que con eso llegaría más que bien.

Se acomodó en un lado y se sirvió jugo.
Yunho entró a la cocina vestido y sin decir nada se sentó enfrente suyo, no lo miró para nada y sólo se dedicó a comer tranquilo.

Al pelirrojo repentinamente se le fue el hambre, sintió que el estómago se le cerraba y que si comía algo terminaría vomitando, estaba sumamente nervioso e incómodo. Se acababa de dar cuenta que no le gustaban los silencios de Yunho, y menos cuando estaba enfadado, prefería que lo molestara o se burlara de algo.

—Perdón por lo de ayer —dijo repentinamente, con la vista baja y sus manos escondidas bajo la mesa.

—No importa —espetó tranquilo, sin importancia alguna.

—Sí importa, hyung. No quiero que pienses que... que...

—¿Ahora te importa lo que pienso? —preguntó brusco—, creí que no te importaba lo que un idiota aburrido podría pensar, Jongho.

El menor sintió realmente feo cuando escuchó su nombre salir de forma tan tosca, casi con odio.

—Eres mi hyung... s-sí me importa lo que pienses —admitió avergonzado.

Yunho no dijo nada, sólo se removió en el lugar y al instante depositó las cosas del menor sobre la mesa, deslizándolas hasta dejarlas cerca del pelinegro que lo miró fijamente.

Por primera vez, estaba centrando su vista en alguien, y no en algo.

—Ya no quiero ser tu hyung, así que aquí tienes tus cosas.

—¿Qué? —musitó—, ¿me estás diciendo qué me vaya?

—¿Por qué me miras así? Te estoy diciendo que puedes regresar a casa, a tu vida perfecta, deberías agarrar tus cosas e irte, no mirarme como si tuvieras miedo de algo. No te preocupes, ya llamé a tu casa para que te reciban —avisó levantándose. Llevó sus cosas sucias al lavabo y empezó a lavarlas enseguida mientras Jongho lo miraba.

—¿Y si no quiero irme? —soltó de golpe, recuperando firmeza—, ¿y si quiero quedarme?

—Cosa tuya, pero ya no haré nada por tí —aseveró mientras se secaba las manos—, el único que puede hacer algo por mejorar eres tú, y no lo estás haciendo. Te cagas en la gente cuando te da un poquito de confianza, y yo lamentablemente no tengo tolerancia para tus estupideces, así que haz lo que quieras.

—Hyung...

—Ya no te diré nada, Jongho —finalizó saliendo de la cocina, dejándolo solo.

—¡Hyung! —volvió a llamar, pero al instante escuchó los pasos en la escalera subir nuevamente.

Suspiró pesadamente mirando su comida. Ya no tenía hambre.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora