UNO

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—Ho, ya despierta, por favor.

La mujer vio con cansancio como su querido Ho se daba vuelta en la espaciosa cama para seguir durmiendo y, básicamente, ignorarla.

—Jongho, ya despierta —demandó, hastiada. Agarró el cobertor y se lo quitó por completo, encontrándose con el cuerpo semidesnudo del pelirrojo que gruñó por lo bajo.

—Nana, déjame dormir, llegué muy tarde y estoy cansado —murmuró, tanteando para agarrar nuevamente la frazada.

—Son las tres de la tarde.

—Por eso, aún me faltan horas de sueño —se excusó tranquilamente.

Se sentó todavía semi dormido y volvió a cubrirse, soltando un suave suspiro de placer mientras intentaba dormirse nuevamente.

—Tus padres están muy molestos y quieren hablarte. Si no te levantas ahora, la señora subirá y te tirará agua fría —avisó rápidamente mientras agarraba el control de la mesita del chico y corría las cortinas eléctricas, dejando entrar la luz solar que dio de lleno en la cara del pelirrojo.

—Dios, ¿es que uno no puede dormir tranquilo? —masculló, pateando de mala gana el cobertor para sacárselo de encima.

La mujer no dijo nada, sólo negó con la cabeza y se dirigió a la puerta.

—Date una ducha y baja mientras te preparo algo de comer. Y no te demores, por favor.

—Sí, sí —musitó desinteresado, moviendo la mano en el aire—. Ah no, voy a salir así que no me prepares nada.

Ella se fue luego de suspirar resignada y Jongho se levantó con toda la lentitud del mundo yendo al baño de su habitación. Se quitó el pantalón pijama y se metió a la ducha, quedándose un momento sin moverse, sólo dejando que la lluvia artificial lo despertara bien.

Mierda, estaba cansado y la cabeza le dolía horrores.

Wooyoung había organizado una tremenda fiesta en su casa aprovechando que sus padres se habían ido por unos días. Había sido una locura: alcohol, música y hasta drogas, pero lo último no era parte de su diversión porque simplemente estaban completamente fuera de su agrado. Sólo algunos desconocidos amigos de su mejor amigo habían querido fumarse algo, incluso le habían ofrecido pero se había negado rotundamente.

Alcohol sí. Drogas no.

Soltó otro quejido cuando un dolor punzante de a ratos lo atacaba. Estaba jodido con la resaca, y justo ahora los pesados de sus padres decidían joderlo en lugar de permitirle descansar como se debía.

Cerró el agua luego de bañarse y manoteó una toalla que envolvió en su cintura y utilizó otra para secarse el cabello. Salió del baño y no demoró nada en vestirse, soltando bostezos y nuevos quejidos.

Cuando bajó y fue hasta la sala, se encontró a ambos mayores sentados, cruzados de brazos y evidentemente impacientes y exasperados.

—¿Qué onda? —saludó, dejándose caer pesadamente en el largo sofá blanco que adornaba la espaciosa sala, mientras sus padres lo veían desde el otro lado siendo separados por la mesita ratona.

—Buenas tardes, Jongho, no "¿qué onda?" —reclamó la mujer con enfado, y el pelirrojo sonrió y no dijo nada, sólo flexionó una de sus piernas y acomodó la cabeza en uno de los cojines. La mayor soltó un suspiro, intentando tener paciencia por su desubicado hijo—. ¿Piensas seguir así cuando comiencen las clases?

—Ay mamá, todavía estoy de vacaciones. No me vengas con cosas del colegio que me amargas la vida —se quejó como un nene pequeño, dándole un golpe a puño cerrado al respaldar del mueble.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora