CINCUENTA Y DOS

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Durante el viaje no habían hablado casi nada, Yunho sólo le preguntó cómo le estaba yendo con el estudio ya que no había tenido oportunidad de preguntarle algo puesto que siempre terminaban discutiendo. Ahora el ambiente entre ellos no era pesado o incomodo, así que ir en silencio no suponía problema alguno.

Cuando llegaron a la casa del mayor, Jongho suspiró por lo bajo cuando el sol le dio de lleno. El día estaba caluroso, pero él tenía puesta la campera de Mingi por el arrebato de vergüenza y ahora se estaba muriendo de calor, tampoco se la podía sacar porqué no pretendía andar semidesnudo enfrente de los Jeong cómo las primeras veces, se supone que ese mal hábito ya lo había dejado.

—No sé si mamá estará en casa, sino tendremos que ir a la cafetería —dijo Yunho mientras caminaban a la entrada.

—¿El local va bien? —preguntó el pelirrojo cuando entraron.

—Sí, papá está pensando en agrandarlo.

—Entonces va más que bien, qué bueno —dijo sincero mientras se quedaba de pie en la sala en lo que Yunho se iba a buscar a la mujer.

Se sintió raro estando ahí nuevamente, la nostalgia lo invadió mientras miraba el lugar. Nada había cambiado, ni siquiera su sensación de calma.

—¡Mi osito! —chilló la mujer repentinamente, y el mencionado sólo alcanzó a dar la vuelta para recibir el fuerte abrazo de ella cuando se le tiró encima—, por fin te dignas a venir.

—Hola omma —saludó sonriendo, contento de verla. Llevaba semanas sin ver ni saber nada de los mayores.

—Ven, vamos a tomar la merienda juntos. ¿Quieres algo caliente o frío? —preguntó mientras lo agarraba del brazo y lo llevaba hasta la cocina.

—Quiero un batido —dijo seguro, y ella inmediatamente sonrió asintiendo.

Yunho los miró sin decir nada, y de la misma forma se alejó para subir a su cuarto y dejar sus cosas.

Estaba seguro que su madre iba a volver loco al pobre Jongho.

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—Ya son las siete y media, así que me voy al local —avisó la mayor levantándose de la mesa. La rodeó y no dudó en abrazar la cabeza del pelirrojo que le correspondió el gesto—, ¿te vas enseguida?

—Creo que sí, de todas formas iré a despedirme cuando me vaya —avisó.

—Quédate a cenar —pidió inmediatamente.

Jongho miró instintivamente a Yunho que estaba recargado en su silla, viéndolo tranquilo. El mayor se encogió de hombros y frunció sus labios, diciéndole en silencio que hiciera lo que quisiera, de todas formas no había problema.

—Está bien —aceptó el Choi luego de un momento.

Heyeon casi pudo celebrar, pero se aguantó y sólo sonrió, diciendo que en un rato volvía para comenzar a cocinar.
Cuando se fue, ambos chicos se quedaron solos en la mesa mientras la tarta de fresa que había hecho la mujer se situaba en el centro.

—Al final, lo dulce terminó gustándote —comentó Yunho con una pequeña sonrisa, viendo la rebanada del menor a medio comer.

—Y de lo que me perdía —respondió con la mirada baja mientras sonreía.

En esos momentos, el ambiente estaba sintiéndose un poco pesado, y es que ambos, de alguna forma sentían que debían hablar las cosas, sin embargo ninguno decía nada al respecto.
Yunho porque sentía que ya no debía decir nada, que ya no tenía sentido, y Jongho todavía no estaba seguro de nada, sólo de sus sentimientos pero la inseguridad y recelo que tenía le impedían siquiera mencionar algo de todo lo que había pasado.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora