CUARENTA Y OCHO

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Normalmente odiaba no poder dormir porque luego su humor era una mierda, pero en esos instantes el no poder dormir estaba siendo algo bueno.
El silencio y la tranquilidad del cuarto lo estaba ayudando a pensar demasiado, y no sabía si era bueno o malo, sólo era consciente de que había algunas cosas que debía sopesar.

Tenía a Mingi durmiendo detrás suyo mientras lo abrazaba y su respiración tranquila y cálida le acariciaba la nuca.

Estaba tan confundido. Quería convencerse de que su vida cómo iba ahora estaba bien, que por fin hacía bien las cosas... pero aun así todavía había algo que no se sentía bien, que nunca se sintió bien en realidad, pero que él había sido lo suficientemente tonto cómo para intentar hacerse creer de que sí.

Se quiso golpear a sí mismo porqué Yunho tenía razón: no lo había superado, y ahora que le confesó sus sentimientos eso sólo sirvió para confundirlo, aunque en realidad, le abrió los ojos para ver que estaba haciendo todo mal otra vez.

Se acomodó boca arriba un momento y luego volteó el rostro para ver al mayor todavía dormido. Frunció el ceño con pena cuando se sintió peor, aunque ahora no era confusión, más bien el sentimiento de estar siendo un hijo de perra.
No olvidaba que Mingi dijo que lo amaba, pero él no estaba tan seguro de eso, en realidad quería creer que el mayor se dejó llevar por el momento de pasión, nada más. Intentaba también convencerse de eso para sentirse menos mal, pero no siempre le salía todo cómo quería.

Suspiró por lo bajo y con cuidado se sacó el brazo de Mingi que lo rodeaba y se levantó con cuidado para ir hasta el ropero y sacar un pantalón corto. Salió del cuarto teniendo cuidado de no chocarse con nada hasta llegar a la cocina y servirse un vaso de jugo. Se sentó completamente solo, sintiendo escalofríos de vez en cuando al sentir el aire algo frío, pero no le importó y se mantuvo en su lugar bebiendo de a poco el jugo.

No evitó pensar en Yunho y en todo lo que había pasado desde que lo conoció. Sonrió levemente al recordar que el primer día ya le había declarado odio eterno, pero al final eso tampoco le salió cómo esperaba y terminó sintiendo todo lo contrario. Le puso apodos estúpidos para burlarse, con el único fin de causarle molestia, pero luego, sin darse cuenta resultó que los apodos se volvieron algo normal... como una muestra más afectiva en realidad.

Si pensaba en sí mismo, el Jongho de antes y el de ahora, hasta podía sentirse orgulloso y felicitarse a sí mismo por el cambio. Uno bueno que le hizo ver lo mal que estaba antes, por fin podía ver la realidad de todo lo que sus padres siempre le habían dicho y reclamado, obteniendo cómo respuesta risas de burla, malos tratos y hasta faltas de respeto. En esos momentos nunca se había sentido mal por eso, ni siquiera cuando maltrataba al personal de la casa, pero ahora si recordaba todo aquello inevitablemente la culpa y malestar lo invadía.

Si había alguien a quién debía agradecerle ese era Yunho, porqué gracias a su seria pero cálida y correcta persona había aprendido mucho.
A pesar del daño que le causó luego, la verdad es que no podía dejar sus sentimientos. Realmente lo había intentado, pero no lo logró, quiso enamorarse de alguien más sólo porqué lo hacía sentir bien, pero aquello no iba a durar mucho.

Él nunca podría enamorarse de Mingi, y si se quedaba con él lo único que haría sería causarle dolor por un amor unilateral. El mayor ya había sufrido mucho cómo para que ahora él también le causara daño.
Lo más tonto de su situación es que hace unas horas atrás había tenido al mayor entre sus piernas gimiendo su nombre, y no podía evitar sentirse miserable al admitir su estúpida verdad mientras pensaba que hasta hace poco había tenido sexo con él.

Era gracioso, amargamente gracioso.

Era mejor una verdad dolorosa que una mentira cálida, tarde o temprano Mingi iba a salir herido, y sólo sería por su culpa.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora