CUARENTA Y UNO

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Jongho no podía pensar en nada más que no sea en Mingi. En su cuerpo encima del suyo sólo con una toalla y su propio pantalón de por medio, con la mano del mayor acariciando su costado justo sobre el tatuaje, ni mencionar sus labios que lo besaban con reales ganas.

Había esperado sentir la sensación de que estaba a punto de hacer algo incorrecto, pero ésta todavía no se asomaba siquiera, así que mandó todo a la mierda en el momento que Mingi lo empujó y ambos cayeron sobre la cama.

Song se separó de él y le sonrió mientras se alejaba para sentarse contra el respaldar, dándole una significativa mirada que Jongho entendió al instante.

Se incorporó y no tardó en sentarse encima suyo, besándolo con las mismas ganas y siendo correspondido de la misma forma. Sus respiraciones ya estaban erráticas y chocando entre sí cuando se separaban sólo unos segundos.

Jongho sintió las manos del mayor acariciar su espalda baja y subir lentamente en una suave caricia que le envolvió el cuerpo en un escalofrío, haciendo imposible el reprimir un pequeño gemido que hizo sonreír a Mingi mientras seguía entretenido con sus labios.

Los besos del mayor dejaron su boca para deslizarse por su mentón y terminar en su cuello, besando y succionando sin cuidado alguno, después de todo era su novio y tenía todo el derecho a marcarlo si quería, además el Choi no se quejaba, sólo podía gemir de puro gusto mientras hundía sus dedos en los cabellos sedosos y húmedos.

—Mingi... —gimió en un susurro, con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás para dejarle espacio para que el Song hiciera lo que quisiera. Se mordió el labio cuando la boca ajena envolvió su nuez y succionó, dejándole una pequeña roncha roja.

Estaba realmente disfrutando de aquello, de tener las manos y boca del mayor sobre su piel, pero el momento se vio interrumpido cuando el molesto sonido de un celular resonó en la habitación. Jongho hizo el ademan de alejarse porqué era el suyo, pero los brazos de Mingi se envolvieron a su alrededor y no lo dejó levantarse.

—Mingi, puede ser mi mamá —dijo, pero el otro lo ignoró y siguió besando su torso—, Bumbita, sólo espera un momento.

—No atiendas —murmuró cómo un niño caprichoso.

Jongho agarró sus brazos y rápidamente lo apartó para estirarse y agarrar el aparato de la mesita de su lado, viendo que efectivamente era la mujer quién lo llamaba.

Hola mamá —saludó pasándose la mano por el cabello con algo de impaciencia. Estaba exaltado, su respiración seguía agitada y la mirada penetrante de Mingi no ayudaba a que se concentrara en la llamada.

Hola cielo. ¿Cómo va todo? Perdón por no llamar antes, pero estuvimos yendo de un lugar a otro y se me pasaba totalmente —dijo la mujer al otro lado de la linea.

Todo está bien... s-sí, más que bien —dijo en un balbuceo cuando repentinamente las manos ajenas bajaron a su pantalón y comenzaron a desabrocharlo. Intentó apartar las manos de Mingi pero éste sonrió y negó con la cabeza, divertido con la situación.

—¿Estás bien? Te escucho agitado —preguntó preocupada.

—¡Hmm! S-sí, bien... e-es que estaba corriendo y... —intentó explicar mientras sentía la caricia en su miembro, sin descaro alguno. Abrió la boca y contuvo apenas el gemido que amenazó con salir escandaloso cuando el pulgar pasó repetidas veces por la punta, haciéndolo temblar. Mingi seguía sonriendo más que encantado con la situación, ni siquiera pensaba parar porqué en realidad hizo todo lo contrario; rodeó la cintura con su brazo libre y atrajo más al menor para seguir repartiendo besos por su torso, hasta que la lengua pasó por uno de sus pezones y sin demorar se lo metió a la boca, chupando y lamiendo, sintiendo la otra mano de Jongho sostener su cabello con algo de fuerza, reprimiendo sus gemidos apenas—, joder ma, llamame luego, tengo que seguir haciendo ejercicio —y sin más cortó la llamada.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora