TREINTA Y OCHO

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No podía evitar fastidiarse mientras se mantenía sentado, llevaba al menos una media hora y su retaguardia ya comenzaba a dolerle.

A veces odiaba que las clases en la universidad terminaran después de las suyas, porque de una u otra forma siempre terminaba afuera del recinto, sentado en completa soledad esperando a alguien.

La diferencia, y que bueno que ahora es así, es que esperaba a Mingi, no a Yunho.

Llevaba ya una semana conviviendo con el mayor, y la verdad es que no tenía queja alguna, sólo estaba sumamente agradecido con él por la ayuda que le estaba dando.
Mingi era ordenado, limpio y hacía de todo, hasta cocinaba, y sí que tenía su habilidad porqué podría decirse que ya era fan de su Kimchi, o la pasta que solía cocinar por petición suya.

Por suerte, también habían solucionado el tema a la hora de dormir, y el mayor ya había aceptado hace unos días compartir la cama, porque de hecho, el dormir ambos en el sofá volvió a repetirse por dos noches más que al final pudieron con la negativa del mayor; su espalda ya pedía a gritos regresar a su cama.
Y claro, Jongho no desaprovechó oportunidad para ponerle otro apodo al de pelo blanco.

Su madre no había llamado durante esa semana y esperaba que continuara así, porque realmente no quería darle explicaciones a través del celular, prefería hacerlo en persona cuando volvieran, así que todos los días rezaba interiormente para que siguiera sin llamar.

El lugar estaba completamente desolado, sólo estaba él en la entrada de la universidad, sentado en uno de los bancos de cemento que bordeaban el camino del mismo material.
Había comprado una caja de jugo grande, pero de tanta impaciencia ya se la había terminado casi toda.
Mantenía su antebrazo apoyado sobre sus piernas cruzadas, viendo distraídamente la vereda sin dejar de dar pequeñas succiones al sorbete. En ese instante, sintió que alguien se sentaba a su lado, y realmente no le dio importancia porqué creyó que era Mingi, pero no.

—¿No deberías haberte ido ya? —preguntó Yunho con calma mientras se quitaba la mochila.

Jongho lo miró con sorpresa, realmente no esperaba que el mayor siquiera le hablara, no después de lo último que pasó entre ellos.

El día que se fue ni siquiera se despidieron. Él decidió irse antes y para cuando Yunho se despertó ya no estaba en la casa, tampoco sus cosas. Pensó que sería mejor así, pero inevitablemente ahora se le hacía incómodo verlo, se sentía tonto, como si le debiera algo al mayor.

Quizá una despedida decente, o tal vez sólo darle la espalda e irse otra vez sin decirle nada, pero no haría eso, sentía que no podía. De alguna o otra forma, sentía que ahora él estaba siendo un imbécil.

Yunho lo miró expectante a su respuesta, así que liberó el sorbete y pasó saliva con aparente tranquilidad mientras se acomodaba en el lugar.

—Sí, debería, pero... —se detuvo, lleno de dudas. Recordó que Yunho no sabía que ahora vivía con Mingi, para el mayor él estaba de vuelta en su casa, incluso pensaba que sus padres ya habían regresado. ¿Debería decirle la verdad?—, estoy esperando a alguien —admitió por fin.

—¿Al idiota sin ojos? —soltó con desdén, y no se preocupó por ocultar el desagrado que tenía por el chico. Realmente le desagradaba.

No, no era sólo eso. Odiaba que estuviera cerca de Jongho, ya varias veces lo había visto con él, pero no sabía que eran tan cercanos como para que el menor incluso lo esperara a la salida. No pudo evitar ponerse celoso, porque Jongho antes lo esperaba a él para regresar juntos, y ahora... apenas y hablaban. Distancia total, y estaba odiando mucho esa situación.

Se dio cuenta que odiaba estar lejos de él.

Llevaba una semana sin saber nada de Jongho, y ahora repentinamente lo tenía sentado al lado, diciéndole que esperaba a otra persona.

—Se llama Mingi —corrigió el Choi con molestia. No miraba a Yunho, más bien estaba concentrado en llamar al otro con la mente, pero éste no aparecía. Si el pelinegro había salido, entonces a Mingi no le faltaría mucho tampoco.

—Como sea —bufó de mala gana.

Jongho no dijo nada más, sólo se levantó del banco y se estiró un poco, haciendo sonar su espalda.
Estaba pensando seriamente en enviarle un mensaje a Song para decirle que lo esperaba en el estacionamiento mejor, sentía que no debía estar ahí con Yunho.

—Mamá me preguntó por tí ayer. Te extraña —informó el pelinegro sin apartarle la vista de encima.

—Iré a verla en estos días, quizá —dijo sonriendo.

Pensar que el día que conoció a Heyeon la miró con desdén, e incluso despreció su amabilidad, pero ahora escuchaba de ella y no podía evitar alegrarse. Lo había cuidado y sin darse cuenta le sacó su hábito estúpido de no consumir azúcar y rechazar la amabilidad ajena.

Iría a verla en algún momento que estuviera sola para compartir uno de esos batidos que tanto le gustaban ahora.

—¿Irías a verme a mi también si te digo que te extraño?

Jongho lo miró al instante, encontrándose con la mirada insistente del mayor.

Irremediablemente, se puso nervioso y no le salió nada más que sonreír con incomodidad.

—Jongho, no creo que te estés dando cuenta, pero todavía quiero arreglar las cosas. No me gusta esto, que estemos tan alejados —dijo ya serio. Se levantó y no demoró en casi pegarse al menor que tuvo intenciones de retroceder por mero impulso, pero el pelinegro lo agarró de un brazo para jalar de él y dejarlo, prácticamente, pegado a su cuerpo.

—Yunho, no empieces —pidió sin apartar la mirada, ya no quería mostrarse débil o nervioso, aunque el corazón le estuviera latiendo tan fuerte que hasta podía sentir que retumbaba dentro suyo. Tiró de su brazo para liberarse del agarre, pero Yunho no pensaba colaborar, porque lo jaló más fuerte y al final consiguió que el rostro del menor quedara a centímetros del suyo—, Yunho.

Quería besarlo, realmente quería agarrar a Jongho de la nuca y besarlo tan fuerte que sus labios quedarían doliendo.

Y lo iba a hacer, no le importaba estar afuera de la universidad, sin embargo no lo consiguió cuando una mano agarró su brazo y lo obligó a soltar al menor, alejándolos al instante.

—Vuelve a tocarlo y te daré la paliza de tu vida —amenazó un repentino Mingi, agarrando del brazo a Jongho para mantenerlo detrás suyo mientras él enfrentaba al pelinegro.

—Gigi, está bien —calmó el menor agarrando su hombro para tranquilizarlo y que aquello no pasara a mayores.

Nunca lo había visto tan exaltado. No necesitaba verlo de frente para saber que estaba furioso, de sólo tocarlo se daba cuenta de lo tenso que estaba.

—Tengo que hablar con Jongho y tú sólo estás en el medio —espetó Yunho en el mismo estado que el chico mayor.

—Tú eres el que está en el medio.

Yunho sonrió ladino y lo señaló.

—No, el único que me separa de Ho es tu horrenda persona ahora mismo.

—Jongho es mi novio, así que vuelve a tocarlo y te arreglaré la cara horrenda que te cargas, ¿entiendes? —amenazó entre dientes, luego su mano bajó hasta la del menor que se había quedado impresionado ante la declaración, sin embargo no se negó cuando Mingi jaló de él para llevárselo.

El mayor caminaba hecho una furia mientras presionaba su mano, y Jongho no se quejaba, sólo avanzaba rápidamente sin decir nada.

Mingi estaba realmente iracundo, y él no sabía porqué.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora