DOCE

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Estaba de los pelos, pero aún así no se levantaba del lugar. Llevaba cuarenta minutos sentado en el banco, esperando a que Yunho saliera.

Sus clases habían terminado hace rato, pero en lugar de ir a casa solo, decidió sentarse afuera del edificio del mayor y esperarlo.
Estaba aburrido y ya le dolía el trasero, pero no pensaba moverse hasta no ver salir al pelinegro.

Yunho llevaba días ignorándolo... no, ignorándolo no, sino que ya no lo tenía en cuenta para nada.
Literalmente ya no le decía nada, ni siquiera iba a levantarlo para el desayuno. No necesitaba realmente que fuera a buscarlo porqué ya tenía el hábito de despertarse apenas la alarma del teléfono sonaba, pero ayer había probado quedarse un rato más esperando que el mayor entrara y lo sacara a la fuerza... pero no lo hizo, en lugar de eso, la señora Jeong le gritó desde el pasillo y no le quedó de otra que levantarse a regañadientes.

Quería que Yunho lo fuera a levantar.

También había hecho algunas faltas de respeto, cómo por ejemplo, dejar la taza sucia encima de la mesa cuando merendó solo. Se sentó en el sofá y esperó a escuchar el reclamo de su vida cuando el pelinegro pasó por ahí, pero no lo hizo porqué agarró las cosas y las lavó sin decirle nada.
Incluso, esa misma mañana había eructado a propósito en medio del desayuno, se disculpó fingiendo pena y dándole un rápido vistazo al mayor esperando ver una severa mirada... pero Yunho continuó comiendo sin importancia.

Lo hacía adrede, sabía que el pelinegro se estaba aguantando las ganas de reclamarle, de gritarle y llamarlo malcriado, y Jongho realmente estaba esperando que lo hiciera.

Lo estaba estresando demasiado, no sabía si hacer todo bien para ganar palabras de felicitaciones y que finalmente todo vuelva a la normalidad, o sólo continuar siendo un maleducado de primera para terminar cansándolo y que le dijera algo.

No es que lo ignorara, porque lo saludaba y hablaban a veces, pero Yunho ya no estaba cerca suyo intentando controlar sus malos hábitos, simplemente lo había dejado solo, como si ya no tuviera importancia nada de lo que hiciera, y Jongho se avergonzó cuando descubrió que quería tener atención suya.
Ya se había acostumbrado a tenerlo siempre cerca con reclamos, diciéndole que hacer y que no, porque ahora se sentía jodidamente raro y como si algo le faltara.

Era su culpa, lo sabía. Yunho había confiado en él y prácticamente le demostró que no debía hacerlo porqué a la primera soltura hacía cualquier cosa, sólo estupideces. Y sí, siempre hizo idioteces, pero ahora le estaba afectando no tener al mayor molestándolo.
Tenía las tarjetas y las llaves en su habitación, Yunho no se las había sacado de nuevo, pero por alguna razón las tenía guardadas y no las había usado para nada, ni siquiera utilizaba el coche para ir a clases porque prefería caminar con el mayor, tampoco había usado las tarjetas para comprarse algo porque prefería trabajar todos los días, cumplir su horario después de clases, y esperar a que los señores Jeong le pagaran cada dos semanas.

Nunca pensó que terminaría así, pero ahí estaba; trabajando y aprendiendo hábitos y educación, cosa que realmente le faltaba. Sin embargo, nada era justo, porque tenía algo y perdía otra cosa, en este caso, la atención del pelinegro.

Jongho amaba la atención, siempre, y eso sí que nunca lo iba a cambiar, y por eso mismo estaba comenzando a ponerse histérico por la falta de palabras y miradas de parte de Yunho.

Ya se había disculpado, pero simplemente él ya no quería volver a lo de antes. A pesar de que Yunho le dijo que todo estaba bien, él no se sentía para nada bien.

—Jongho, ¿qué haces?

Levantó la mirada recién volviendo a la realidad y se encontró a la persona culpable de su estrés, mirándolo con extrañeza.

—Te quise esperar —respondió, colocándose de pie.

—¿Y llevas cuarenta minutos sentado?

—Uhm... sí, no quería regresar solo —admitió desviando la vista.

Yunho alzó ambas cejas y negó divertido.

—Qué tonto eres —dijo sonriendo—, vamos.

Comenzaron a caminar juntos a casa, y Jongho otra vez se ponía nervioso.

—Hoy tuve un examen —dijo enseguida.

—Oh... ¿de qué?

—Física —informó, y Yunho sólo asintió sin decir nada, cosa que hizo respirar profundo al menor—, y me fue bien. Estuve estudiando toda la noche —continuó intentando verse alegre.

—Qué bien, ojalá apruebes —dijo simplemente, y el pelirrojo lo notó tan desinteresado que quiso darle un empujón y gritarle en la cara que lo felicitara, que le dijera que se alegraba por él y que siguiera así de bien.

—Uhm... —musitó nervioso, su pulso yéndose lejos mientras miraba fugazmente el perfil del pelinegro—, ¿n-no te alegra? —preguntó con las manos temblorosas. Estúpidamente ansioso.

—Sí, claro, es bueno para tí —respondió simplemente.

Y Jongho suspiró resignado. Tenía que seguir intentando.

...

Caminó entre las mesas hasta llegar a una en particular, viendo al chico con gesto aburrido mientras esperaba lo suyo.

—Aquí tienes —dijo no muy contento, todavía no se olvidaba lo que había pasado cuando ese tonto entró al lugar.

Prácticamente, se le había insinuado a Yunho mientras pagaba, y él estaba a su lado escuchando y viendo todo. Tuvo reales ganas de agarrar una de las bandejas y darle en la cara para borrar esa sonrisa de imbécil mientras miraba al mayor.

—No era este —dijo el chico, viendo con desdén el vaso de su batido.

—Pediste un batido de moras —refutó Jongho señalando el vaso hasta arriba.

—Sí, pero ahora ya no lo quiero. Quiero uno de fresa —dijo empujando batido hacia el pelirrojo—, llévate esto y tráeme el de fresas.

Respiró hondo y trató de no volverse loco. Agarró el vaso y se devolvió detrás de la barra.

—¿Qué pasó? —preguntó Yunho, viéndolo atento.

—Hijo de su mamá... lliviti isti y triimi il di frisis—musitó con burla, haciendo sonreír al mayor a su lado—, jodido malcriado.

—¿No te recordó a alguien? —preguntó mientras sonreía divertido. Enseguida agarró la muñeca del menor y lo hizo dejar de hacer su cometido, ganándose una mirada del pelirrojo—. Déjame, yo lo hago.

—Pero... es mi trabajo.

—Yo sé tratar con él, no es la primera vez que viene —explicó mientras tomaba el lugar del menor.

—¿Y siempre te coquetea con ese descaro? —soltó brusco, sin poder evitar la molestia.

—Sí.

—¿Por qué lo dejas? Deberías detenerlo —acusó, pero cuando Yunho lo miró, no evitó morderse el labio con pena—, q-quiero decir... no me parece apropiado. Parece menor que tú, debería tenerte respeto.

Yunho no sonrió, sólo devolvió la vista a lo que hacía.

—No le hago caso de todas formas, así que no importa.

Jongho lo vio alejarse hasta el niñato malcriado y no reprimió un gruñido cuando vio la sonrisa del castaño idiota, mirándolo cómo un imbécil mientras el mayor asentía y le respondía.

Se sentía enfermo de sólo ver eso.

Malcriado | 2HoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora