XVII

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No sé que día es hoy, no sé dónde estoy y el maldito calor está matandome. No hay ni un solo árbol que me dé sombra, no hay ni un maldito cactus que me dé de su agua, la maldita pistola no quiere disparar y este maldito traje de soldado está matandome de calor.

No tengo la menor idea si escribir estás cartas sirva de algo. Estoy desesperado y al borde de la locura. Veo a gente caminar hacia mí, y cuando la quiero tocar desaparece...ahora solo sé que me llamo John, eso es todo...mi cerebro seco no da para más. Dejaré las cartas tiradas por esta maldita y desolada arena, por favor, siga derecho y trate de encontrarme...

Atte: John.

•••

Paul Subió a mi regazo y comenzó a desabotonar por completo mi camisa dejando mi pecho descubierto.

—No hagas tanto ruido, John.

—Me haces cosquillas. —Acerqué mis labios a su cuello y lo mordí, lanzó un chillido y yo me reí. —No hagas tanto ruido, James, digo, Paul.

—Mordiste mi cuello. —Sobó la parte que mordí. —Me dolió...

—Era para que te doliera, no para que sintieras cosquillas, niño bonito. — Agarré su cintura y lo senté sobre la extensa y redonda mesa. —Pesas.

—Claro que peso, John. No soy una pluma.

Hice que retrocediera y subí al escritorio, dejando mis manos al lado de su cabeza y me incline robándole un beso.

—¿Tienes idea de que hacer, cierto?

—¿Te beso y te dejo embarazado?

El ojitos tristes soltó una carcajada y negó. —Ni siquiera sabemos que hacer. —Ví sus manos acercarse a mi pecho y solté un jadeo al sentir la presión en mis pezones. —¿Que se siente?

—Raro. —Él volvió a pellizcarlos y se rió al ver mi cara. —¡Deja ahí!

La puerta sonó y tuve que girar hasta el otro lado de la mesa, dónde se cubria por un a tela negra. Me golpeé el brazo, pero tuve que aguantarme algún quejido.

—Buen día, joven. No lo ví venir hacia aquí.

—Ah, ni yo a usted, señor Martín.

—¿Todo en orden?

Lo último lo dijo con una voz desconcertada, seguramente por la posición que tenía Paul.

—Ah si, si. Estaba, eh..buscando un papel, pero no lo ví.

La mesa trono un poco y pude ver los pies de Paul y luego los de Martin aproximarse.

—John debe tener tu documento, aquí estaba hace un momento. —Noté como su pies se movieron hasta el escritorio de fondo. —¿Sabes a dónde fue?

—Ah, fue al baño. Creo que tiene algún problema intestinal.

—John tiene el estómago más suelto que agua en la playa.

Paul soltó una carcajada y escuché como Martin se despedía y salía. Cuando la puerta se cerró, salí de mi escondite y noté la mirada de alivio de  Paul.

"Voces Nocturnas". •McLennon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora