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Luego de recorrer todo el centro comercial, pude tomar la mano de Paul en aquel sitio oscuro y secreto en los que se escondían todos los demás como nosotros. Estábamos recorriendo el pasillo, por dónde pasaban todos esos hombres con los pañuelos de colores, y uno que otro sin ellos.

—¿Crees que estén esos idiotas ahí adentro?

—Es el santuario de los gay, cariño, ¿Dónde más pueden estar?

—Tal vez yendo a otro lugar para gente gay, ¿Yo que voy a saber?

Otros dos hombres cruzaron a nuestro lado, pero de inmediato se detuvieron y nos hablaron.

—Disculpe, ¿Ustedes no son Lennon y McCartney? —Nos apuntó con el dedo índice ese hombre flacucho y de gafas cuadradas.

—Ah, no. Creo que se equivoca de personas, nosotros somos Steve y....

—Y Janie. —Dijo luego Paul al notar que ningún nombre me venía a la mente. —Y si, se confunde de personas. Ahora sí nos permite.

Quisimos avanzar, pero ese sujeto tomó la mano de Paul.

—¿Que quiere?

—Si lo son. Tu nariz es respingada. —Y me apunto a mi. —Y la tuya es aguileña.

—No, para nada. Creo que no estás viendo bien, amigo. —Tomé sus lentes y les eché vaho de mi boca, luego los talle con el borde de mi camisa y se los volví a poner. —Miranos bien, no podemos ser ellos. Yo soy más guapo que ese John, ¿Tu que opinas, cariño?

Paul sonrió, me encantaba como entendía mis juegos.

—Bueno, debo admitir que tú y él son muy guapos. —Recargó su mano en mi hombro y se apoyó en mi. —Pero le repetimos, no somos esos dos cretinos, más vale que busque por otro lugar.

—Entiendo. —Frunció el seño mientras asentía lentamente. —Tengan buena noche.

—Buenas noches, espero y encuentre a eso dos, y cuando lo haga nos habla.

Me despedí de esos dos con un ademán. Paul dió unos jalones a mi mano y seguimos avanzando.

—Necesitamos ser más cuidadosos, nos empiezan a reconocer. —Murmuro Paul, mientras seguíamos caminando por ese extenso pasillo. —Y si alguien abre la boca...

—Tranquilo, no creo que alguien más nos reconozca.

—Buen día, ¿Nombres?

Observé a ese hombre musculoso, era distinto del que nos solía recibir, tenía una mirada pesada.

—Eh, Robert y Max. —Nos apunte a Paul y a mi respectivamente. —Un gusto.

—Un gusto. —Sacó de su pantalón dos listones, uno morado y otro azul. —Tomen uno y pasen.

Asentí y comencé a ponerme ese listón con ayuda de mi otra mano.

—Por cierto, ¿Y el otro sujeto?

—¿Albert?, Bueno, lo mataron. Ya saben cómo es la situación. —Dijo con pena. —Lamentablemente se nos fue.

Volteé hacia Paul y él a mí.

—Lamento escuchar eso. —Giré mi cabeza a ese hombre. —Era agradable.

—Lo sé. Bueno, como sea, espero que disfruten su estadía.

—Gracias.

Luego de que Paul le dijera eso, nos adentramos al "gay zone" y pasamos la cortina roja. Vimos a todos esos hombres como siempre estaban: charlando, bebiendo, fumando, besándose, o manoseandose.

—¿Vamos a la barra?

Asentí y caminé junto a Paul hasta esa zona en la que siempre solíamos sentarnos. Me senté sobre aquel banco y miré a mi alrededor.

—Creo que debemos servirnos nosotros mismos...

—Hey, hey, ¿Pero que tenemos aquí?

Giré mi cara hacía atrás y ví a ese rubio.

—Lo que faltaba. —Murmuró Paul.

—Hace mucho sin verlos, guapetones.

Dió unos pasos adelante hasta llegar a la barra, delante de nosotros.

—¿Por que tan desaparecidos?, ¿Los programas de radio los tienen muertos? —Agarró dos vasos de vidrio y comenzó a limpiarlos con un trapo color rojo.

—No sé de qué hablas. —Contestó Paul. —¿Programa de radio?

—No se hagan tontos, muchos de aquí sabemos que son Lennon McCartney. Qué lindo, Paul mccartney y John Lennon, ¿O me equivoco? —Dejó los vasos delante de nosotros. —Quien lo diría, no sé cómo no te reconocí antes, Johnny.

—Bueno, no es como que todo el mundo me conozca.

—A mi sobrina le encanta tu programa de música, bella voz. —Agarró una botella de whisky y la vertió en los vasos.

—Gracias. Supongo que luego de muchos años mi trabajo toma forma, y más con este precioso bebé de aquí. —Agarré su mano y la dejé sobre la barra. —Nuestro nuevo programa ha tenido éxito.

—Ay, me encantan. —Dejó la botella en la barra y se sentó delante de nosotros. —¿Cuando se van a casar?

—No me hables de matrimonio. —Dije  con molestia. —Eso me tiene harto.

—¿Eso por qué, muñeco?, ¿No te quieres casar con el carita de bebé?

—Ahg, cállate.

—Lo que sucede es que me voy a casar en unos meses con mi prometida.

—Mierda. ¿Prometida?, ¿Eres de esos? —Comenzó a tronar sus dedos cerca de su cabeza. —¿Ah, como era que se llamaba?, Espera, espera. ¡Ya!, Los bisexuales.

—¿Qué?

—Que les gustan los dos sexos, ya sabes, bi de dos y sexual es obvio que es sexo. —Se rió. —Creo que es algo obvio, ¿No creen?, Pero cariño, creo que sí amas a este carita de bebé deberías elegir bien. No puedes casarte teniendo algo con él.

—Pero tengo un hijo.

El rubio pareció frustrarse y suspiró.

—Ay, por Dios. —Negó. —No puedo creer que hicieras eso.

—Ella ya estaba embarazada antes de conocer a Paulie. —Me defendí. —Si hubiese sabido que lo conocería jamás la hubiera embarazado, creeme.

—¿Fue un embarazo no planeado? —Asentí. —No me gustaría que tú pequeño supiera eso.

—Pero yo amo a mi bebé. De hecho, Paul y yo tenemos esta idea sobre él, para nosotros mi hijo es nuestro hijo. —Acerqué su mano a mis labios y le dí unos cuantos besos. —Ahora estoy feliz con eso.

—Ow, que tierno, me encantan. Solo que te diré una cosa, esa chica debe estar enamorada de ti, así que te digo que pienses bien lo que quieres, puedes dejarla ir y que cada quien tenga su vida, o estar con ella y hacerla vivir una mentira, lo que no saldrá bien. —Agarró una lima para uñas que guardaba en su bolsillo de la chaqueta. —Solo presta atención a lo que te digo. —Me apuntó con su lima. —Piénsalo. No le hagas daño ni a tu prometida ni a este muñequito.

Asentí lentamente, mirando hacia abajo.

—Si, tienes razón.

"Voces Nocturnas". •McLennon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora