XXXVIII •El gran paso•

145 11 38
                                    

Durante el concierto había sido bastante llamado por esos hombres y mujeres que se habían reído de mi chiste lleno de sátira social, no dejaban de decirme algo que ya sabía "era espectacular", bueno, algo espectacular.

Aunque esos hombres solo nombrarán "hey, joven Lennon", yo incluía a Paul a toda costa. Para ser sincero me sentía algo incómodo siendo solo yo llamado. No, debíamos ser Paul y yo o no sería ninguno.

—Hoy comenzamos nuestra sección de radio. —Le dije a aquella mujer con perlas gigantes colgando de su cuello. —Se llama "las voces nocturnas".

—Creo que podría cambiar mis vinilos de Bach por una emisora de radio.

—Ey, buena idea. —Sentí la mano de Paul tocar mi hombro y observé cómo se levantaba de la silla. —¿A dónde vas? —Lo perseguí con la mirada y luego ambas, la de él y la mía se conectaron.

—Tengo que ir al baño. No tardó nada. —Me aseguró con una sonrisita de esquina a esquina. —Con permiso. — Asintió ante aquella refinada  mujer y está se despidió con un ademán.

—Espera, yo voy contigo. —Volteé a la distinguida dama e hice una reverencia ante ella. —à bientôt madame.

Ella cubrió sus labios sonrientes con la punta de sus dedos y con la otra mano se despidió de mi.

Si bien, ahora podía darme el lujo de coquetear con cualquier mujercita que me encontrase ahí, no lo hacía por respeto a la ausencia de Cynthia, quien se había ido junto a Jane una hora después de empezado el concierto, ya que se sentía agotada, y por respeto a Paul quien hacía ruidos de fastidio cada vez que esa mujer rubia rozaba sus manos insistentemente a uno de mis muslos.

Me puse al lado de Paul y camine a su ritmo.

—¿Todo bien?

Pregunté, ya que se rostro denotaba cierta incomodidad. Creí que había sido un idiota por no preguntar antes, pero Paul asintió, lo que me hizo estar más tranquilo.

—Si, tontito. —Pasamos por un pasillo, los cuales nos llevaban a los sanitarios, ya podíamos ver a los jovencitos muy ebrios, diciendo cosas incoherentes o actuando como unos totales idiotas. —¿Tú estás bien? —Me pregunto luego de ese recorrido y prolongado silencio.

—Si, tontito. —Dije como él lo había dicho. Me gane un suave golpe de tras de mi nuca. —Mira a todos esos niños, pobres infelices.

Subimos las escaleras hasta dar con una puerta que decía "Sanitarios para hombres", entonces entramos y tuvimos la desgracia de encontrarnos con un sujeto todo ebrio que estaba diciendo puras estupideces.

—¡Dios! —Corrio a mi y se puso de rodillas. —¡Dios, santo! —Sujetó mis manos. Paul y yo nos vimos con total confusión por la actitud de ese borracho. —¡Has venido a salvarme!

Me reí y este sujeto también comenzó a imitar mi acción.

—Mierda, si que te pegó duro. ¿Cuántos años tienes?

—Tengo disinueve. Dios, estoy hablando con el salvador. —Beso mis manos y las retiré de inmediato. —¿Verdad que viniste a salvarme?

—Ah, por su puesto.

El sujeto volteó a Paul y luego a mi.

—¿Quien es él?

—¿Cómo que él?, ¿Acaso te creé ciego? —El borracho y Paul voltearon a mi confundidos. —Es María.

—¿Qué mierda dices, John? —Paul soltó una carcajada, pero el hombre pareció creerlo.

—María.

"Voces Nocturnas". •McLennon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora