XLI

74 10 16
                                    

El doctor había sido claro, mi hijo había nacido un mes antes de lo estimado en un embarazo, nueve meses se habían reducido a ocho.
Explicándome, me dijo que mi hijo estaba moviéndose demasiado, causando varía mierda que no comprendí, prácticamente me lo imaginé intentando salir de la barriga como un rebelde recién nacido.

Gracias al cielo, Cynthia y mi hijo estaban bien. Luego de un buen susto, había recibido la noticia de que efectivamente mi hijo si era un varón. Julian, mi bebé.

Con esa bata azul cielo, guantes blancos y gorrito azul, era trasladado a la sala de parto en dónde lo ví nacer, Dios, ese llanto más que molestarme o hacerme sentir fastidiado, me hizo sentir tan orgulloso y feliz.

—Felicidades, ya es padre. —Una enfermera me sonrió y yo, sin esperar, la cargué. Le dí una vuelta y salte como un idiota luego de dejarla sobre el piso.

—¡Mierda!, ¡Si! —Observe a través de ese vidrio que dividía el lugar donde realizaban el parto de la zona de observación. —Golpeé el vidrio dos veces llamando la atención de algún personal que estaba operando ahí. Alcé mis dedos pulgares y ellos hicieron lo mismo. —Soy padre. — Suspiré luego de soltar toda esa adrenalina.

Ví como un doctor envolvía a mi bebé con una manta color azul, luego lo limpiaban y lo acercaban al vidrio que nos dividía. Puse mi palma de la mano sobre aquel cristal y sonreí como un idiota, el doctor tomó la diminuta manita de Jules y la dejó justo delante de la mía. Sus ojitos estaban cerrados, su piel estaba rojiza y no tenía mucho cabello, pero para mí era tan hermoso.

—Hola, Jules. —Susurré. —Papi te ama.

El doctor sonrió ante mi actitud y asintió para darme a entender que debía llevarselo.
Me despedí de mi hijo con un par de palabras de amor.

•••

Odiaba el hecho de no poder fumar ahí, lo entendía, pero necesitaba el cigarro.
Paul tocó mi hombro y dió un suave masaje sobre este.

—Tranquilizate, mañana podrás traer a tu bebé a casa. —Mordí la punta de sus dedos delicadamente sin hacerle daño y suspiré.

—Es que ya pasó una semana, necesito ver a mi hijo. Cada hora que pasa se hace más larga.

—Lo sé, creeme que yo también ya quiero verlo, pero debemos ser pacientes. Recuerda que Cynthia se está recuperando también del parto y necesitan reposar, ambos en manos de expertos.

Asentí, tenía razón, si quería que ellos estuvieran bien debía ser paciente.

—Tienes razón. —Tomé su mano y le dí besitos. —Siempre tan sabio.

—Y su tan desesperado. —Ambos nos sonreímos y luego de un silencio para nada incómodo Paul dijo:—Bueno, no queremos que ambos lleguen con este desastre a casa. —Agarró el cojín que cubria sus muslos y me lo estampó en la cara. —Hay que darnos prisa.

Cuando se puso de cuatro en la cama para levantarse y comenzar con el aseó de la casa, yo aproveché y me puse tras de él para tomarlo por la cintura y comencé a besar su espalda hasta su nuca. Noté como se piel se puso de gallina y sonreí por la reacción que le había producido.

—Bueno andando.

—¡John!, ¿¡Cómo te atreves a hacerme eso y no terminar con lo qur comenzaste!?

Tomé el cojín y se lo lancé en la cara. Me levanté de la cama y salí corriendo antes de que me atrapará.

—¡Regresa, Winston!

—No, no. A recoger la casa, andando.

Grité al otro lado de la sala. Estaba tan bien, ya tenía mucha de las cosas que amaba, a una persona espectacular, un hijo tan precioso, claro, aún debía resolver el asunto de Jane y mi trabajo, pero ya estaba completo a un porcentaje bastante alto.

•••

Estaba en el auto junto a Paul. Debía recoger a Cynthia y a mi hijo del hospital, que, gracias a mi padre, les habían dado una buena estadía.

Debido a qué Julián había nacido un mes antes necesitaba ser registrado, analizado, pero el doctor nos aseguró que mi hijo no estaba en un estado grave, que a veces era usual que este tipo de cosas sucedieran y que podríamos seguir con nuestras vida cotidiana.

—¿Qué hora es?

Pregunté sin separar mi vista de la carretera.

—Las dos de la tarde. Vamos a tener que cubrir los ojitos del bebe cin una manta, no queremos que el sol le queme sus ojitos.

Una sonrisa se formó en mis labios, me encantaba como Paul se preocupaba de mi hijo, más bien, de nuestro hijo y aún no lo teníamos en brazos.

Luego de haber dado limpieza a casa fuimos a la de Paul. Me entrego una caja con juguetes semi-nuevos, aquellos eran de la pequeña hija de su hermano Mike, como le llamo. Eran juguetes muy bonitos, claro, para un bebecito que apenas conoce el mundo.

—Esta bien, madre McCartney. ¿Le darás tetita a nuestro bebé?

Paul soltó una carcajada y golpeó mi muslo.

—Cállate idiota. —Volteé brevemente a su bonita cara la cual compartía la misma sonrisa que yo. Está vez miraba a la ventana y el aire golpeaba su rostro, su cabello se movía en ondas preciosas. Quise frenarme y besarlo hasta desmayar por falta de aire, aunque si era muy pasional debía tener un poquito de cordura, aparte un pequeño ser nos esperaba detrás de las paredes blancas del hospital.

—Gracias por estar en este momento tan importante de mi vida, lo aprecio, joven apuesto y que parece sacado de una novela.

Paul, con esa misma sonrisa, volteó a verme y giró su cabeza de arriba hacia abajo en un lento vaivén.

—Es un placer para mí. Aparte, mamá McCartney debe estar para su bebé, ¿No es así?

—Si, así debe ser. —Le respondí mediante risitas cariñosas.

Ambos mantuvimos el silencioso y pacífico silencio hasta llegar a ese hospital de lujo.
Era la hora de entrar, de caminar, de saludar y tomar a mi pequeño hijo.

Hoy era el día.

"Voces Nocturnas". •McLennon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora