LIV

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Cynthia se levantó de la cama y me lanzó una camisa a la cara.
Ambos estábamos descansando, ya que el día anterior había sido bastante agitado.
Mick nos había regalado un pequeño viaje en barco, pero no éramos solo Cynthia y yo, Paul y Jane estaban también.

—¿Estás bien?

Agarré la camisa y la deslicé para acomodarla en mi cuerpo.

—Algo mareado, no me acostumbro a estar en el barco.

—¿Un día y aún no puedes dejar de marearte?

Se rió y se asomó por la ventana.

—Oye, por cierto, Paul vino a buscarte en la mañana. —Hizo una pequeña mueca mientras caminaba de regreso a la cama.

—¿Y por qué esa cara?

—No es por ser mala, —Se sentó en la cama y suspiró. —pero creo que Paul no me agrada. Digo, se la pasa cargando a Jules, parece su madre. Aparte, durante el día de ayer estuviste todo el día con él. —Se cruzó de brazos. —Y no me parece.

—Solo estás celosa, pero debes entender que Jules es su ahijado.

—Eso lo entiendo, pero no es su papá, y parece que eso pretende ser.

—Pienso que te haz amargado.

—¿Qué? —Levantó sus cejas, mostrando su molestia.

—Nada, nada. —Me levanté de la cama y comencé a buscar mis zapatos. —¿Sabes dónde los dejé?

—No.

—¿Te enojaste?

—No.

Volteé a ella, se mantenía con los brazos cruzados y con su entrecejo fruncido.

—Si lo estás, mírate.

—¡Ah, vaya!, ¿De casualidad no encontraste la cura al cáncer?

—Estoy haciendo lo mejor que puedo.

—Pues lo estás haciendo mal. Tal vez la comparación sea idiota, pero ves a Paul más que a mí.

—Dices estupideces. —Me puse de rodillas para buscar debajo de la cama. Ahí estaban, así que estiré mi brazo y tomé el par.

—Se supone que esto sería para ti y para mí, no para ti, Paul, Jane y yo.

Me senté sobre la cama y comencé a poner mis zapatos:—No le veo nada malo a esto, Paul es mi mejor amigo.

—¿Y eso que?, Yo soy tu esposa.

—Lo eres. Estamos de luna de miel, no entiendo por qué te enojas.

—¡Ahg!, Parece que no entiendes. —Se puso de pie. Movió sus pies hasta estar enfrente de mi. —¡Tu y yo somos marido y mujer!

—Eso lo sé, no tienes porque gritar.

—No estamos disfrutando de nuestra luna de miel, ¿Sabes por qué?

—Cynthia. —Me levanté de la cama y le tomé de los hombros. —No hay que pelear, solo disfrutemos. Mick nos dió este viaje para estar tranquilos.

—Ajá, si.

Quitó mis manos con una palmada y comenzó a caminar a la puerta.

—¿A dónde vas?

—No lo sé, pero tampoco creo que te importe mucho.

Abrió la puerta y salió, luego la cerró con un fuerte golpe.

"Voces Nocturnas". •McLennon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora