XVIII

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—Que intenso.

Me reí y volteé a la puerta y luego a él.

—Ven, te quiero mostrar algo.

Su recamara estaba bastante amplia, color avellana y un bonito piso tapizado de madera. Tenía unas cuantas macetas pequeñas al lado de la ventana arriba de una repisa blanca.

—Mira.

Abrió su closet y saco una caja de ahí.

—¿Quieres ver fotos mías?

—¿Fotos pornográficas?

—Solo fotos mías.

—Entonces fotos pornográficas.

Paul me dió un golpe en mi costado y saco la caja, la dejó sobre la cama y cada uno se sentó a un lado de ella.
Abrió la caja y saco un sobre y me lo entrego.

—Esas son del kinder a la primaria. —Me dijo mientras revisaba otras. —Puedes verlas si quieres, voy a buscar otras.

Abrí el sobre café y saqué un forro de fotografías.
Saqué la primera y ahí estaba Paul con una carita pequeñita y muy tierna. Tenía un short una camisita de marinero y unos tirantes que iban desde atrás hasta delante de su pantalón y unos zapatitos negros. Estaba cruzado de brazos haciendo un puchero y su boquita con un mohin.

—Mi mamá dice que ahí estaba enojado con Mike, mi hermano, porque me quito mi paleta.

Dijo mientras seguía revisando las otras.

—Eras un niño berrinchudo y mimado, seguramente.

—Sigo siéndolo.

Sonreí y pasé la siguiente foto. En está estaba Paul con una señora y un niño, tal vez su hermano y su mamá, todos abrazados. Paul estaba bien agarrado a su mamá y le faltaba el diente frontal izquierdo.
Agarré otra foto y ahí estaba junto a otro niño, ambos bien abrazados y con un uniforme de un kinder al que solía ir.

—¿Este quien es?. —Le mostré la foto y él frunció el seño como intentando recordar.

—Ah, es un compañero de kinder. Klaus, es su nombre. —Me entregó otro sobre. —Esa es de la secundaria y preparatoria. ¿Recuerdas esa época en la que todos eran teddy boys?

—Perfectamente, querido, yo era el teddy más teddy de toda la maldita escuela. Realmente era un rebelde sin causa, o como Mimi me solía decir, un idiota.

Paul se rió y agarró el otro sobre que me había dado al inicio.

—Aquí me vas a ver intentando ser un chico malo. —Guardó el otro sobre y abrí el que me dió.

—¿Más?, Eres un sujeto tan malvado, tengo miedo de ti ahora mismo. Tus ojos de cachorrito me hacen temblar.

Me dió con un sobre en la cabeza y yo me solté a carcajadas.

—Tranquilízate, niño malvado. —Abrí el sobre y la primera foto que ví fue a Paul con una enorme sonrisa mostrando sus dientes y una mirada muy retadora que me hicieron sonreír. —Que joven tan imponente.

—Calla, idiota. —Siguió mi risa y se levantó para estirar su cuerpo. 

Con mi mano le azote una buena nalgada que lo hizo tambalear y me vió con una expresión de molestia.

—¿Eres un masoquista o algo así?

—No soy masoquista, me provoco dártela y te la dí.

—Me mordiste, me diste una nalgada. ¿Me vas a dar un balazo?

—Mejor te doy otra cosa.

Paul me empujó y me hizo recostarme en la cama y se subió arriba de mi. Me quitó el sobre y lo dejo a un lado.

—Mejor te doy yo a ti.

—No creo. —Lo hice girar al lado y me subí arriba de él. Le hice estirar los brazos y enlace sus manos con las mías. —¿Cómo crees que un conejito va a dominar a un lobo?

—Así. —Agarró mi camisa y la abrió. La rompió de los lados y pellizco mis pezones.

Gruñí y Paul se rió de mi cara.

—¿Ahora que dice el lobito?

—Que te voy a devorar. —hundí mis labios al borde de su cuello y comencé a chupar y besar su cuello.

Él movió sus manos a mi cabello y comenzó a acariciarlo, cuando lo mordí, él jaló un mechón y susurró.

—No tan fuerte.

—Pero no jales, conejito enojón y mal educado. —Chupé su cuello y subí mis labios hasta su mejilla, para llegar a la punta de su nariz donde la mordí y él se quejó. —Aparte rompiste mi camisa, me debes una.

—Solo es ropa. —Volvio a jalar y la rompió hasta dejarla rasgada por la mitad.

—¡Paul!, Está me la regaló Cynthia. ¿Sabes que tan raro es que ella me regale algo?

—Yo te puedo regalar más. —Quitó lo que sobraba de la camisa y me acercó a él para comenzar a besar cerca de las clavículas.

—Más te vale, niño bonito. —Me incliné más y le dí un beso corto.

Escuchamos al fondo unos golpes en una puerta y me levanté rápido, y Paul rápido acomodo su ropa y apuntó el closet.

—¿Me meto ahí?

—No, no. Busca una camisa.

Salió rápido del cuarto y yo rápido corrí hasta el closet y saqué una camisa blanca que estaba ahí a la vista. Rápido me la coloqué y me senté sobre la cama.

—Si, justo está John aquí.

Cynthia y Jane se aparecieron en el umbral de la puerta y mi hermosa mujer vino hacia a mi y me dió un beso muy corto.

—¿Que haces aquí?, ¿No que tenían muchas cosas que hacer?

—Tuve tiempo de salir antes. Paul me ayudó con unos documentos que debía organizar.

—Muchas gracias, Paul. Es que veníamos por él porque Jane vió unas camisas, ¿Cierto?

—Si, creí que estabas también en tu trabajo.

—Lo he estado, también he estado todo el día con John. No tienes nada de que preocuparte.

—Eso espero. Como sea, ¿Vamos?

—Que sea una cita doble. —Agregó mi mujer. —Así vemos ropita para nuestro bebé. —Tocó su barriga que ya era más grande.

—Si, está bien. ¿Que dices John?

—Si, está bien.

Todos salimos de la habitación de Paul. Cynthia me vió de arriba había abajo.

—¿Que?

—Esa no es la camisa que...

—Es que le tire café en la oficina.

Le interrumpió Paul y Cynthia asintió.

—Luego te compro una mi amor. —Cynthia agarró mi mano y ambos salimos, pude sentir la mano de Paul acariciar brevemente la parte trasera de mi muslo.




"Voces Nocturnas". •McLennon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora