XLVI •The Beatles•

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Saludé a George con un ademán y él lo hizo de vuelta.

—Te ves muy cansado, ¿Todo bien?

Asentí lentamente y me eché a la silla.

—Digamos que bien. Mi bebé estaba llorando y llorando durante toda la noche. Cynthia tuvo que irse a casa de su mamá porque la anciana tenía tos y le dije que no se lo llevará porque tenía miedo que lo fuera a contagiar. —Recargue mis brazos sobre la mesa y apoye mi cara en mis manos.

—Que sobre protector.

—Claro, mi bebé merece protección. Daría mi vida por él.

—Por cierto, ¿Que no tu suegra vivía contigo? —Se sentó frente a mi y me prestó total atención.

—Si, si. Gracia al cielo se fue a vivir a su vieja casa. Dijo que necesitaba un tiempo a solas y Cynthia acepto, pero ella no quería que se fuera, ¿Lo puedes creer?

—Si lo creo, tu mujer es muy cariñosa. Te envidio.

Carraspeé tratando de ponerle un fin.

—Oye, ¿Ya hay lista nueva de invitados?

—Si. De hecho para eso te hable, quería que organizaras los documentos y también para que acomodes los equipos, mañana vas a grabar con unos tipos...—Se inclinó para agarrar unas hojas que estaban muy cercanas a el escritorio. Entornó sus ojos y leyó. —The Beatles, los integrantes son cuatro: Stuart Sutcliffe, Peter Best, George Harrison y un tal Ringo Starr. —Me entregó los papeles y les eché un pequeño vistazo.—Para que hables con Paul y te ayude con los micrófonos, van a tener que pedírselos a Brian o Jane, aúnque ya se a quien prefieres pedírselo.

—Eres un adivino. Prefiero ir a pedírselo a Brian, creo que mañana no le toca grabación.

—No, no. Mañana se va de vacaciones a Irlanda, creo que vuelve en dos semanas, pero debes pedírselo antes de que se vaya.

—Bien, iré a pedírselo de una vez.

—Entonces te veo mañana, tengo que irme con mi esposa.

—Nos vemos, suerte.

•••

Cerré la puerta silenciosamente con mi pie y coloqué los micrófonos sobre la mesa. Comencé acomodando cada silla en su lugar y los cables para que no se movieran de su lugar y causaran algún peligro.

—John.

Dí un brinco y Paul se rió.

—Tranquilízate, solo soy yo, ¿Tan feo estoy?

Sonreí y fui a él para acariciar su mejilla.

—Estas bellísimo.

—Lo mismo digo, jovencito. —Me dió un beso lento, moviendo sus labios paulatinamente, haciéndome sentir bastante nervioso. —Hay que acomodar esto antes de que lleguen, ¿George a qué hora vendrá?

—A las nueve y media, los Beatles llegan a las diez. —Me volví a la mesa y comencé acomodando los micrófonos. —Pero sinceramente dudo que lleguen a la hora.

—Te lo digo de una vez, tienes razón. George Harrison, el tipo que vino ya hace bastante tiempo tardo unos minutos.

—Cierto, olvide que él ya había venido y que era de the Beatles. —Los conecté de entrada a entrada. —Han estado creciendo bastante los últimos meses.

—Definitivamente, ¿viste que ya casi a la par de The Rolling Stones? —Se puso a mi lado para comenzar a desenredar los cables.

—Vaya, vaya. ¿Ahora que chiste tendré que hacer?

—Si es que te suben a un escenario. — Encendió los dos micrófonos que estaban de su lado y volteó a verme. —Por cierto, ayer hablé con mi padre sobre la estafa que estaban haciéndote y..., Bueno, descubrí que efectivamente Jane estaba detrás. Mi padre ya habló con mi suegro y van a darte una indemnización.

—Eres mi angelito. —Lancé un beso al aire, viendo cómo se sonrojaba. — Enserio, te lo agradezco. Tengo tantas cosas que pagar y tantas cosas que hacer y con lo que ganó actualmente pues no me alcanza.

—Entiendo, Jules necesita pañales y leche. No tienes que darme las gracias, Jane estaba siendo corrupta.

—Si..., Aún así, gracias de nuevo Paulie.

—Estoy para cuidar de ti y tu de mi, ¿cierto?

Asentí con una sonrisa. Dejé recargar las palmas de mis manos sobre la mesa y lo observé.

—Tu me has salvado tantas veces. —Le dije. —De verdad te debo mucho.

—Tu también lo has hecho. —Levanto sus pies para no tropezar contra los cables mientras venía hacia mí. Cuando estuvo a mi frente y pellizco ambas mejillas. —Así que estamos a mano, a parte, todo ha sido culpa de Jane. Literalmente tu me has ayudado de ella y viceversa.

La puerta sonó un par de veces. "¿Puedo pasar?", Era George.

—Un segundo. —Le dí un beso muy corto a Paul en sus lindos labiesitos y fui a la puerta para abrirla. —Adelante, anciano. Ya están los micrófonos.

—Que gracioso.

•••

Me daban gracia esos cuatro sujetos.
Ringo era un tipo que habla lento, pero era muy gracioso. Peter, era muy tímido, pero luego de unos minutos comenzó a seguir nuestro juego. George, un sujeto serio, pero que reía con mucha energía, era gracioso. Stuart, definitivamente el más maduro de los cuatro, nos decía que aparte de la música la pintura era su actividad favorita.

Dejé mi brazo detrás de la espalda de Paul y bostecé. Observé mi reloj de muñeca y luego a los muchachos.

—¿Tienen un plan para hoy? —Preguntó Stuart.

—Echarme a la cama y dormir.

Stuart sonrió y Paul le dijo: ya es muy viejo, es padre de un bonito bebé.

—Oh, felicidades. ¿Cómo se llama?

—Julian, pero le tengo muchos apodos. Es muy consentido.

La puerta se estrelló contra la pared y todos volteamos hacia ahí.
Era Jane: tenía el rimel corrido sobre sus ojos, un semblante de tristeza y sus zapatos en las manos.

Nos quedamos callados por un momento. Paul se levantó y la tomó de los hombros.

—¿Que te paso?

No contesto y en cambio lo abrazo y come zo a llorar.

—Chicos, ¿Pueden salir un momento?, Lo siento, debo hablar con ella.

—Claro, claro. —Dijo George.

Los cuatro chicos tomaron sus cosas y junto a mi, salieron del estudio. La puerta se cerró y unos sollozos comenzaron a sonar.

—Mierda, ¿Está bien esa chica?

Volteé a Ringo y negué.

—No, no está bien.

"Voces Nocturnas". •McLennon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora