Parte trece

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Mi mente seguía siendo un nido de cosas.

Seguía procesando todo lo que Dylan me había dicho hasta hace unas horas, y seguía sin creeme que él tenía razón. No sé cómo supo decirme lo que necesitaba escuchar, y que nadie se atrevía a decirme sin tener algo de por medio, y tal vez quizás realmente sí sabe que decir siempre.

Tenía sentada en un banco del parque desde hace unas horas mirando mi celular, específicamente el mensaje que Ray me había mandado hace unos minutos, sólo lo leí y no logré concretar una respuesta. No porque no la tuviese -que las tenía- sino porque, creo que debería hablar con él en persona.

Ray:
¿Qué haces, linda?

Era un simple y estúpido mensaje, pero mientras lo miraba regresaban a mí mente todo lo de ayer se y mezclaba con las palabras de Dylan, lo que hacía que me sintiera mal.

Es que no quiero ni conjugar la pregunta en mi mente porque ya me sé la respuesta. Y realmente es lo más lógico y justo para todos en éste momento. Creo que se le podía decir que había tomado una decisión.

El teléfono volvió a apagarse por quinta vez en mi mano y decidí dejarlo así. No iba a seguir torturandome. De paso, ya estaba entrando en desconfianza de la persona que prácticamente 'me citó' aquí, no tenía ánimos de aparecer, ¿o qué?

Levanté la mirada hacía el cielo, estaba repleto de nubes de distintas formas que adornaban el claro tono azúl. Cuando sentí unos paso hacía mí, bajé rápidamente la mirada y me quedé estática.

¿Qué?

Parpadee varias veces para saber sí lo que veía era cierto o yo necesitaba lentes. A ver, dos figuritas idénticas frente a mí, una me veía directamente con una especie de mueca parecida un puchero, y la otra veía un celular en su manito mientras me echaba varías ojeadas.

Es qué yo creo que no estaba viendo mal, las niñas tenían el mismo tono de cabello, castaño llegando a rubio, labios delineados de una forma casi perfecta, ojos casi que negros, y vestían iguales, un vestido azul casi como el cielo.

Giré mi cabeza para mirar a la derecha viéndolas de reojo para ver si alguien venía con ellas. Nadie. Está vez yo hice una mueca extraña y ellas sonrieron viéndose entre ellas.

—Es ella —dijo una mirando su celular en la mano.

—Si. —respondió la otra dando un paso hacía mí—. Hola, soy Dayana y ella es mi hermana Emely.

Sonreí aún sin entender.

—Un gusto conocerlas —hablé. —. ¿Ustedes vinieron solas? —pregunté mientras tocaba el brazalete en mi mano.

La pequeña ahora llamada Emely dió un pasó hacía su hermana dispuesta a hablar y entonces pasó.

Un hombre que conocía a la perfección grito llegando a ellas.

—¡Emely, Dayana!— ambas dieron un respingo al escucharlo y yo también.

Se giraron hacia él con una dulce mirada que se podía catalogar como un 'ojitos de perro', el hombre puso sus manos en sus caderas mientras tomaba varias respiraciones.

—¿Qué les he dicho de irse así cómo así? ¡No conocen nada de aquí! — les reclamó en un chillido.

Emely dió un paso hacía él y tomó su mano para después hablar.

—Lo sentimos, papá—murmuro con una sonrisa.

Y fue ahí cuando todo en mi mente cerro.

Las gemelas.

El hombre no me había visto aún pero temí para cuando lo hiciera. Disimuladamente tomé mi bolso y empecé a deslizarme por el banco hasta la orilla para irme sin que lo notarán. Patéticamente, Dayana, sí me vio y me sonrió de reojo.

RAY (#2 M5C)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora