Extra: Bebé en camino

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Ray.

Las cosas no acabaron bien después de la última cita con el ginecólogo.

Porque sí, seguía siendo el imbécil de Justin quien nos atendía cada mes. Y lo odiaba.

Bueno, el punto era que las cosas no andaban bien. Comenzando con Samantha sin poder dormir por las noches, sin poder moverse, dolores solo por un simple movimiento. Y lo peor de todo, un alarmante sangrado.

Yo estaba volviéndome paranoico, pero era el único que podía estar al tanto de todo en el departamento, entonces no podía permitirme perder la cabeza. No al menos, si mis hijos me examinaban con la mirada cómo si supieran que rayos estaba sucediendo.

Afortunadamente no estuve tan solo, los chicos cómo siempre llegaban en el momento justo para entre todos llevar la situación. Claro que esto a mi esposa no le agradó, un montón de veces me hizo saber que era horrible tener que ver cómo todos hacían cosas por ella.

Simplemente me limitaba a darle una sonrisa y decirle que todo estaba bien aunque no lo estuviera.

¿Cómo se suponía que iba a mantener la cabeza en alta al verla llorar? Me negaba a mentirle, a decirle cosas que nos destruirían a ambos, sin embargo lo hacía y me dolía.

La idea de Sam de vivir la paternidad juntos era lo que más la mantenía animada, a mí también, era algo que disfrutamos ambos, pero supongo que el destino no lo quiso así.

Porque el catorce de marzo a las tres de la madrugada Samantha tuvo un aborto espontáneo.

No hubo manera de detenerlo, para cuando llegamos al hospital y el doctor de guardía nos recibió, ya era demasiado tarde. Al parecer al bebé no se desarrolló lo suficientemente bien y por eso eran los malestares de Sam. Al día siguiente me permitieron verlo, antes de llevarlo a la morgue.

Y lloré, lo hice cómo no había podido hacerlo en semanas. Lloré porque había perdido a mi bebé, lloré por todo lo que ella había tenido que sufrir, y lloré porque jamás había estado preparado para presenciar aquello.

Sin embargo, aún con mu dolor, semanas después volví a tener la cabeza en alto para seguir siendo el pilar en casa, y en algunos momentos, el papá que jugaba con sus bebés de dos años y medio, para que no sintieran la falta de su madre.

Supongo que sí para mí no había sido fácil, para ella muchísimo menos. Aunque intentaba demostrar cortas sonrisas cuando estaba a su lado, en las noches podía escucharla llorar, y lo único que hacía era morderme la lengua y dejar que lo hiciera sólo para que superara el dolor.

Pero lo que más anhelaba era volver a tener a mi chica en vida, porque su cuerpo estaba ahí, en cama, pero ella no.

Di unos pasos hasta la entrada de la habitación y asomé mi cabeza un poco, sin hacer el más mínimo ruido. Una parte de mí creía que ella se encontraba dormida, pero no, estaba sentada en la cama con ambas manos en su vientre.

Suspiré, apretando con fuerza la bandeja con frutas en mis manos antes de entrar por completo.

—¡Hola, nena! —mostré mi mejor sonrisa cuando sus ojos dieron con los míos— Te traje frut..

—No quiero.

Se me borró la sonrisa de golpe, dejé la bandeja encima del colchón, ella la miró de reojo, sin embargo no se movió.

—Tienes que comer —comencé, acercándome un poco más —, y no me interesa si quieres hacerlo o no. Tienes que, y eso vas a hacer, al menos por mí.

Quería que entendiera que tenía que seguir con su vida, que no podía quedarse ahí. Y también quería que tuviera en claro que, mientras, ella iba a tener que hacerme caso.

RAY (#2 M5C)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora