Parte quince.

849 155 35
                                    

¡Bienvenido a mi peor pesadilla! Perdón, a un señor que jamás creí que tendría qué ver.

Él seguía fumando su tabaco frente a mí, mientras que en mi mente seguía sumando uno más uno y me seguía dando catorce. ¡Ni siquiera podía entender como jamás vi qué se parece muchísimo a los dos!

Bueno, más a uno que al otro, más a Ray que al mismísimo Dylan. Es que, sus facciones, sus ojos, la forma despectiva al hablar que dice por todos lados "somos familia" y no, ni porque yo fuese muy lenta jamás hubiese dado con que son familia.

Me esperaría muchísimo viniendo de Ray esto pero, ¿de Dylan? Él lo sabía claro que lo sabía. Por eso me dijo todo eso ayer, por eso no quiso entrar, más sin embargo, ¿sabía quien era su hermano?

—Estás pálida, ¿agua o explicación? —se burló con arrogancia.

Ya no miraba la mesa, ya no miraba el suelo, ahora lo miraba a él de la misma forma que él lo hacía. Serio sin expresión. Aunque claro, yo estaba atónita y él disfrutaba de ésto.

—¿Lo saben?— murmuré, en estado de shock. No me importaba cuántas personas supieran esto, me interesaba el impacto que esta noticia podría darle a esa persona tan importante para mí.

Quizá no sabía todo lo que entre ellos había pasado, pero sabía que nunca alguien podía haber echo enojar tanto a Ray como lo hace al escuchar si quiera su nombre.

El señor frente a mí apagó su tabaco para, sin dejar de mirarme, sacar de un cajón un vaso de vidrio con algo que me nariz reconoció como whiskey. Los viejos y sus adicciones.

—¿Quién?— dio un sorbo lento, tirando su espalda en el respaldo de su silla de cuero.

—Usted sabe quién— siseé, no sé inmutó. Tome estos segundos en silencio para acomodarme en el sillón donde me encontraba.

Dió otro sorbo a su trago y esta vez hizo el insoportable ruido que se hace por molestar cunado tomas algo. Me señaló con un dedo asintiendo.

—No..., —serio respondió. —no lo sabe, pero ahora lo importante es, ¿sigues siendo mi nuera? Y lo más relevante, ¿quién de los dos?

Podría, ahora mismo, pararme y tirarle la mesa en la cara de viejo fanfarrón que tenía. ¿Sabes por qué no lo haría? Porque necesitaba respuestas y sólo él podría darmelas, y si, también necesito el contrato.

Conteniendo mi enojo repentino cerré mi mano en un puño desde abajo, suspiré y no respondí, dije algo más.

—¿Ya se te fue lo mal padre o no y aún así formaste otra familia? —ladee la cabeza satisfecha.

Su sonrisa volvió a borrarse de un golpe nuevamente.

—No tienes ni idea de lo que estás hablando. —replicó.

Está vez la que soltó la sonrisa fuí yo.

—¿No? —volví a reírme—. Creo que sé más que usted.

Creí que tras ese comentario se enojaría, me gritaría o quizás haría cualquier otra cosa, más sin embargo, no fue así. Porque se rió en mi cara, agrio, seco, fulminante.

—¿Qué te dijo? —preguntó, abrí mi boca para responder, no me lo permitió. —. Te dijo que lo había sacado de mi vida, que le quité el apellido, ¿y qué nunca quise saber nada de él?

Estaba lista para asentir y decirle todo lo que pensaba de él por haberle hecho eso, más no lo hice, porque lo que dijo después hizo que me tragara todas las ganas que tenía de gritarle.

—Porque no fue así. Más allá, de todo lo que ya te dije, hay algo más.  Él no era simplemente un chico que consumía drogas, no, él era el mismísimo camello que vendía droga y cocaína por toda la localidad.

RAY (#2 M5C)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora